on Friday, December 31, 2010
Tu inspiración y tu gloria, Oh Antonio, duraran lo que duren los siglos. Tu fama será eterna y tu nombre volará de boca en boca mientras haya sabios en el mundo” Así se refiere Arias Barbosa, al maestro nebrisense, maestro de maestros y enemigo de la barbarie.

Este insigne humanista, figura clave de la historia de España, ha contribuido y seguirá haciéndolo a lo largo de los siglos en el quehacer literario de los hombres. Gracias a él, hoy día se habla en medio mundo la lengua española, una lengua vulgar que él dio vida propia e importancia mundial.

Pero, no sólo este es su mérito, su obra le encumbra como uno de los hombres más influyentes y poderosos de su época y uno de los que más huella han dejado a lo largo del tiempo.

Ese, quizás, sea el problema de las actuales enseñanzas humanísticas. Se ensalzan con fervor tanto al gran Erasmo de Rótterdam, como al español Luis Vives, pero, sin embargo, al maestro Nebrija sólo se le recuerda por su obra cumbre, La primera Gramática castellana, algo profundamente injusto, puesto que la obra del nebrisense abraca muchos más campos, no sólo el de la enseñanza del castellano.

Suele decirse que el hombre es producto de su época, pero debería añadirse que toda época es el resultado de los esfuerzos de unos determinados hombres. Sin Nebrija, al igual que sin muchos otros, España hubiera seguido en la Baja Edad Media. Sin hombres como el Maestro, quizás no se hubiera descubierto América. Por ello, Elio Antonio de Nebrija, debe ser objeto de loas por quien estudie su obra y no ser considerado como un simple gramático.

Tratado injustamente en vida, como lo demuestra el mal trato recibido por Universidad de Salamanca, ha tenido su repercusión tras su muerte y ha seguido siendo tratado de la peor forma que se puede tratar a un humanista de su categoría, con la ignorancia de su obra.

Aunque las generalizaciones nunca son buenas, puesto que durante su época de esplendor medio mundo reconocía su gran mérito. Aquel que durante su vida luchó incesablemente contra la barbarie a su muerte fue enterrado junto al que luchó contra molinos, Don Miguel de Cervantes y Saavedra, en la Capilla de San Idelfonso en la Universidad de Alcalá, aquella que tanto nombre le dio y a la que con su obra hizo inmortal, como el mismo Erasmo de Rótterdam reconocería a Luis Vives en una epístola. “Príncipe y ornamento de la Universidad Complutense, cuyo nombre se ha hecho famoso por él” El insigne arquitecto de la lengua y el ingenioso artista de la palabra unidos por el lecho de muerte.

De bien nacidos es ser agradecidos, y por ello, el mundo debe rendir homenaje y conocer la obra de este ilustre hijo suyo que tanto dio por él y que, con sus esfuerzos hizo universal a España.

“Dionisio, a quien se llamó también padre Líbero, llegó a España con un ejército, movido no por el deseo de dominarla, sino para conseguir una gloria semejante a la que había alcanzado tras la victoria de la India. Por eso no dejó entre nosotros como vencedor ningún otro recuerdo de su venida, más que el haber fundado en la Bética, entre los estuarios del Guadalquivir, a Nebrija, mi patria”. Así narra Elio Antonio de Nebrija la fundación de su “patria chica”, a la que nunca olvidará y dedicará este epitafio antes de su muerte “Mucho debo a mi patria, pero más me debe ella a mí. Ella me dio esta vida; yo la he hecho a ella inmortal con mis estudios. Gracias a mis letras viviremos los dos muchos siglos en la memoria de los hombres”. Así se despide de su pueblo este hombre universal que dedicó su vida al estudio y a las letras y cuyo amor por su gente le hizo recordar a Nebrija durante toda su vida.

En 1444, fecha de nacimiento de Nebrija, Europa estaba en pleno cambio, en plena transición de lo que fue la Baja Edad Media a la Edad Moderna. Existe una profunda transformación del conjunto de los valores económicos, políticos, sociales, filosóficos, religiosos y estéticos que habían constituido la vieja civilización medieval, aquella que había sido definida como la “edad de las tinieblas”. La imagen que, por consiguiente, se tiene del periodo del Renacimiento es de una época cuyo común denominador fue la transformación, la renovación y la creación de nuevos códigos de conducta. “El Renacimiento es una época de ruptura con el oscurantismo medieval un periodo de renovación del arte y de las letras, de recuperación y de acercamiento a los clásicos, de restauración de la Antigüedad, de un uso novedoso de la razón en todos los campos del saber”. En este marco europeo el joven Nebrija tendría mucho que ver, no sólo por sus trabajos de gramática sino como principal valedor de una cultura española que estaba en auge y que poco tiempo después y con la ayuda de este insigne humanista alcanzará el Estado Español bajo el mando de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos.

Sin embargo, el Renacimiento no consistió sólo en un mero resurgir erudito de la literatura o de la filosofía grecorromana o en una vulgar imitación de las formas artísticas de la Antigüedad, aunque bien es cierto, que tras el surgimiento del Humanismo hace confirmar que se trata de una época nueva.

La preocupación del humanista por los problemas morales y políticos le hizo plantearse el objetivo de que nada de lo humano le sería ajeno. Así, la aparición del Humanismo no fue brusca. Sus orígenes, aunque son complejos y la cronología de su nacimiento parece imprecisa, datan de mediados del S. XIII.

Pero el punto álgido de este cambio fue la invención de la imprenta, en 1450, a cargo de Gütemberg. esto jugó un papel primordial en la difusión de las ideas humanistas, pues hizo posible la reproducción de libros de forma mecánica. Se estima que a partir de 1480, en plena edad madura de Nebrija, la copia manuscrita es vencida definitivamente por el libro impreso, se multiplicaron tanto los títulos y las ediciones de textos clásicos en lengua original o traducidos a lenguas vulgares, fundamento que aprovechó el gran humanista para difundir gran parte de las obras helénicas.

La expansión y la difusión de las ideas de produjo también gracias a los contactos epistolares y académicos que se establecieron entre los propios humanistas. De ello surgieron varios humanismos; el filológico y literario, el de la renovación del Cristianismo y el tercer humanismo que detiene su atención en la elaboración de una ciencia que sirva al hombre para dominar la naturaleza. De estas tres variantes del humanismo participó el Nebrisense, pues su obra abarca todas las disciplinas del humanismo.

Dentro de este marco de prosperidad intelectual, España se encontraba un tanto al margen, pues hasta la unificación de los Reinos de Castilla y Aragón, tras el matrimonio de los Reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, la Península Ibérica no entraba dentro del movimiento general que imperaba en toda Europa.

Gracias a Isabel La Católica, que trajo eruditos italianos a la corte de Castilla, como Pedro Mártir de Anglevia y Lucio Marineo, que enseñaron latín en la corte, España comenzó a remover su espíritu intelectual, que alcanzaría su punto álgido con el descubrimiento en 1492 de América.

Esto trajo consigo que numerosos intelectuales llegasen a España y las consecuentes riquezas que el descubrimiento del Nuevo Mundo supuso.

Nebrija participó activamente en la reactivación de España y, en parte gracias a su ayuda, España sería “un imperio donde nunca se pone el sol”. El comercio, que anteriormente se había desarrollado principalmente en Flandes e Italia, abrió sus puertas a la nueva economía americana. Todo ello supuso que España fuese el país europeo de referencia durante finales del Siglo XV y todo el Siglo XVI.

El nebrisense, como pieza clave de la “irrupción en el mundo” de España, merece una especial atención. Antonio Martínez de Cala y Jarana, nombre real de Elio Antonio, nació en el seno de una familia bien acomodada dentro de la sociedad nebrijana. Sus antepasados pertenecen a la casta de los repobladores de la Península Ibérica después de la “Reconquista”, con lo que al ser hombres de armas permitieron a la familia Martínez de Cala y Jarana formar una pequeña fortuna que Elio Antonio aprovechó para comenzar sus estudios. Desmentido el origen humilde de la familia de nuestro insigne humanista, son comprensible sus estudios en las capitales europeas con mayor auge cultural desde mediados de siglo XV.

El insigne humanista acogió entonces el prenombre de Elio y el apellido de Lebrija. Elio lo tomó por estimarse descendiente de los nobles romanos Elios “si no por naturaleza, lo soy por adopción, por la palingenesia de Pitágoras o por la homeomería de Anaxágoras”, mientras que el apellido de Lebrija, Nebrija en época de Elio Antonio, lo tomó por amor a su pueblo, como lo hicieron otros grandes de la historia, como Erasmo de Rótterdam, Santo Tomás de Aquino o Fray Luis de León. Tanto su prenombre como apellido fueron hechos suyos por sus herederos, el primero por sus hermanos, y el segundo por sus hijos y descendientes hasta mediados del siglo XVIII.

Su niñez transcurriría por tierras lebrijanas sin esperar siquiera el honroso futuro que le aguardaba ya en su adolescencia, con su formación en Salamanca. Adoctrinado desde joven por parientes suyos en Gramática y Lógica también recibió una formación militar envidiable, con el objetivo de expulsar al enemigo moro de su ciudad.

En la ilustre ciudad castellana pronto comenzaría a destacar entre sus compañeros y profesores, ya a la temprana edad de quince años, y ello le animaría presentarse a las oposiciones que la Universidad de Salamanca convocaba para dos becas de Teología en el Colegio de San Clemente de la ciudad italiana de Bolonia El Nebrisense adquiriría una de esas plazas y marcharía para tierras italianas en busca de la sabiduría incipiente del Renacimiento italiano.

Aquí, Elio Antonio se iría perfeccionando el estudio de las Humanidades, de los autores clásicos griegos y latinos, Ciencias, Hebreo, Jurisprudencia, Medicina y Teología. Destacó sobre el resto de sus compañeros de una forma considerable en incluso llego a dar clases en la Universidad. En Bolonia permaneció hasta 1470, cuando volvería con los educadores de latín que trajo Isabel la Católica para aniquilar la barbarie.

A su regreso a España, estuvo de educador en Sevilla bajo las órdenes del Arzobispo de dicha ciudad, D. Alonso de Fonseca, pero en esta labor sólo estuvo hasta que murió el clérigo, pues posteriormente volvería a tierras salmantinas.

En Salamanca su misión principal fue educar en retórica a sus compañeros y alumnos, aunque su trabajo a destajo también le permitió enseñar Gramática y Poesía. Todo era reconocimiento en la Universidad de Salamanca pero tras perder injustamente la cátedra a la que opositaba decidió marcharse de la Universidad que tan injustamente le había tratado.

Vuelve a su tierra natal, pero tras ser reclamado por el Cardenal Cisneros marcha de nuevo a luchar contra la barbarie, esta vez a Alcalá de Henares.

Aquí estuvo ejerciendo de profesor y trabajando en los encargos de su gran amigo el Cardenal Cisneros hasta que en 1522 le llegó su anciana muerte, tras superar los numerosos varapalos que durante la vida le dieron. Muertos sus grandes amigos Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros, una nueva muerte sacude su vida, la de su mujer. El anciano Nebrija moría bajo el reconocimiento de todos sus alumnos y la mayor parte de sus compañeros.

Es aquí, justo donde termina la vida personal, con un gran reconocimiento por parte de sus contemporáneos y comienza la “fama eterna” a la que se refería Arias Barbosa. El estudio de sus obras es fundamental para reconocer el justo mérito del maestro Nebrisense.

La primera gran obra de Elio Antonio de Nebrija fueron las “Introducciones Latinas”, un método de estudio, que fue considerado como “libro de texto” hasta el siglo XIX para enseñar el latín en aquella sociedad que había desvirtuado el habla. “Yo hago lo siguiente: me pongo en el caso de aquellos a quienes quiero enseñar, y no digo ni escribo nada que los niños no puedan entender, sin omitir tampoco nada que sea necesario para iniciarlos en la lengua latina

Bien acogido entre los alumnos, los maestros y mayores se negaban a perfeccionar su latín. Médicos, teólogos, juristas, hidalgos y licenciados declararon la guerra al Maestro de Andalucía marcada por la soberbia y la vanidad. Nebrija se siente incomprendido y acosado y suplica protección a don Juan de Zúñiga.

El tiempo supo reconocer el gran mérito de esta obra y se publicaron más de setenta ediciones en vida del nebrisense y fueron nombrados como libro oficial en infinidad de centros de estudio.

Para facilitar el estudio, y como era norma usual en la época, llegó a versificar su obra para que fuese más fácil para el estudio.

Las “Introducciones Latinas” serían el primer paso hacia lo que sería su obra cumbre, la primera Gramática de una lengua vulgar.

Durante su etapa de excedencia en la Universidad de Salamanca, sacó a la luz una nueva obra, que tardó en componer siete años. Se trata de los vocabularios, tanto el “vocabulario latino-español” como el “vocabulario español-latino”, el primero publicado en 1492 y, el segundo, en 1495. Estos textos, son claves para la compresión y afirmación del castellano en territorio peninsular. Estaban compuestos por una selección de más de treinta mil vocablos para el “latino-español” y más de veinte mil para el “español-latino”. El término en un idioma hallaba una correspondencia breve pero acertada en el otro, con lo cual cada palabra era definida por no más de un renglón. Se establecía así una obra práctica y básica, dirigida a todo individuo que en cualquier momento precisase efectuar una determinada consulta, lo que motivó su amplia y prolongada difusión durante varias centurias, principalmente durante los siglos XVI y XVII. Después de las primeras ediciones, discípulos del nebrisense e incluso el mismo, irían aumentando esta obra.

No obstante tampoco quedaron sin críticas estos diccionarios. Tanto Juan Valdés en su obra “Diálogo de la lengua” con saña y cólera hacia el nebrisense, como el célebre valenciano Luis Vives consideran sus obras nulas de valor puesto que en Andalucía la “lengua no es muy pura”, según el primero, y por ser para principiantes, según el segundo.

Pero Elio Antonio no sólo luchaba por perfeccionar el latín e implantar el castellano, sin que además se permitió hacer obras de geografía, cosmografía, astronomía y matemáticas. Inspirado en las obras de Tolomeo y de Abraham Zacuto escribió “Isagogicon Cosmografia”, que el mismo Colón utilizaría.

Tras llegar Colón a la Corte de los Reyes Católicos en busca de subvenciones económicas para llevar a buen puerto su proyecto, la Reina Isabel la Católica pidió consulta a Elio Antonio, que si bien sus cálculos variaban respecto a los de Colón, apoyó el proyecto del navegante. Según dice el profesor Francisco Rico, “en la visión de una tierra abierta al esfuerzo y a la inteligencia de los hombres” estas dos personas emprendedoras, aventureras y retadoras coincidieron en superar los obstáculos. Juntos llegarían al nuevo mundo donde se complementan sus hazañas, acción y lección, donde “la lengua es la compañera del Imperio”.

Pero sería en 1492, con la publicación de la 1ª Gramática Castellana cuando Elio Antonio recibiría el espaldarazo definitivo. El mismo maestro nebrisense llamaba a su Gramática “Arte Literaria”, pues según él la Gramática se extendía mucho más, era un mundo de conocimientos.

Dedicada a la reina Isabel, la obra de Nebrija saldría impresa en Salamanca en 1492 en su primera edición “princeps”. La obra del nebrisense tuvo en un principio pocas copias, lo que puede ser debido a las críticas innumerables que el ensayo de Nebrija despertó y por la serie de gramáticas semejantes e, incluso, inspiradas en la del lebrijano, que van viendo la luz en los siglos siguientes. Con lo que a posteriori, ha de considerarse esta obra como uno de los mayores aciertos de Nebrija.

Nebrija en el prólogo de su obra expone sus propósitos, “engrandecer las cosas de nuestra nación y dar a los hombres mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio, que agora lo gastan leyendo novelas e historias envueltas en mil mentiras y errores”.

Era una época donde el castellano antiguo todavía guardaba estrechas similitudes con su lengua madre, el latín. Sobre todo en relación con el vocabulario, pues muchas palabras eran idénticas o muy parecidas.

Sin embargo, no es menos cierto que ya existían diferencias tales, que hacían que no pudiese ser considerado éste como un dialecto del latín, sino como una lengua con personalidad propia, como una lengua diferente. Estas diferencias cobraban especial relieve en relación con la sintaxis.

Resultaba evidente que la llamada lengua vulgar poseía entidad propia. Tenía unas características peculiares que debían ser estudiadas y sometidas a normas. Estas normas evitarían el uso incorrecto de la lengua, favoreciendo de este modo su estabilidad.

Así pues, Elio Antonio se adelantó a sus contemporáneos, siendo el primero en componer una gramática de una lengua vulgar romance o moderna. Supo llevar al español los métodos clásicos de la gramática clásica.

Pronto se comenzarían a hacer versiones en el extranjero. En 1521 aparece la primera del francés, realizada por Barclay, seguidamente la del italiano en 1625, por Bembo y en 1536 Olivera confeccionará la del portugués.

El propósito de Nebrija era claro, pretendía facilitar el estudio del latín a las gentes de nuestra lengua y elaborar un método para que los extranjeros pudieran aprender con facilidad, pero con rigor, nuestra lengua, cada vez más importante por razones políticas y de auge literario.

Con la Gramática, el Renacimiento era imparable; pues reformando el saber, también se transforma y renueva la imagen de la vida. Éste era el convencimiento que dominaba al nebrisense, estaba seguro que conociendo perfectamente la lengua, asimilaríamos todo el saber secular que se encuentra vertido en ella, y así la virtud del hombre nuevo, desterrando la ignorancia y la barbarie como causa de todos los males que acechan y acosan a la humanidad. La Gramática sería así, la llave capaz de abrirnos ese camino nuevo por el que tantos han soñado, luchado y perecido, la llave capaz de abrirnos las puertas del Siglo de Oro, las puertas del esplendor de España en el mundo.

Como características principales de la obra, se puede destacar que en las cinco partes que posee, se estudia partes de la Gramática y la Ortografía; Prosodia y sílaba; Etimología; Sintaxis y Estilística y, finalmente, Instrucciones para los extranjeros que quieran aprender castellano. También cabe destacar la minuciosa descripción de los sonidos, lo que ha permitido clasificar la fonética medieval, origen de las consonantes castellanas, formación del futuro y condicional. Distingue las sílabas átonas y tónicas castellanas estableciendo definitivamente la función del acento en la versificación hispánica. En 1517 publicó también las “Reglas Ortográficas” con un criterio fonético. Así pues, a Nebrija se debe una decidida voluntad de creación de una terminología gramatical propia castellana que particularmente es patente por el contraste que existe con lo que a la métrica y preceptiva corresponde.

Por otro lado, manifiesta en su obra la necesidad de efectuar una observación directa de la lengua viva, hablada, imprescindible para abordar la descripción del sistema fónico del idioma. En sus estudios sobre la pronunciación latina y griega Nebrija buscará la base en los análisis e interpretaciones de los gramáticos clásicos y en el estudio de las transcripciones, método éste que representó una extraordinaria novedad como reconoció Amado Alonso.

Antonio de Nebrija dotaría a Isabel y Fernando del poderoso arma lingüístico, unificador en toda la expansión hispánica.

La fuerza y el entusiasmo que infundía Elio Antonio a otros maestros contemporáneos, quienes seguían su trayectoria desde los más diversos puntos de nuestra geografía y aún más allá de las fronteras. Iba marcando una impronta que señaló las creaciones literarias de los intelectuales de nuestro siglo XVI, y concretamente la literatura más selecta del Renacimiento.

Un nuevo aspecto innovador para la época, es la caligrafía y los tipos de imprenta, que se siguen utilizando en la actualidad. La letra gótica que apareció y se difundió en los últimos tramos de la Edad Media resultaba difícil de leer. Por ello, Nebrija modela dos tipos de letras romanas y antiguas, más sencillas, holgadas y claras. Una es la cursiva, utilizada y legada por él. La otra, la redonda o redondilla, que continúa siendo el tipo primario, empleándose en la imprenta, modelo del que Nebrija fue precursor en Castilla.

En su interés por la literatura, Elio Antonio publica las “Eleganzas Romanzadas”. En España, al igual que hizo en Italia el humanista Esteban Flisco de Soncino, se publicaron textos con la frase en castellano con su correspondiente latino. Aunque la autoría no es del todo clara, se mantiene el convencimiento de que fue el maestro Nebrija quien compuso tales “Eleganzas”, de la que salieron a la luz pocas ediciones.

Las “Repetitiones”, publicadas también por el nebrisense, eran disertaciones universitarias, semejantes por su amplitud y cuidada erudición, a los actuales discursos inaugurales o de ingreso en las Academias. Los de Nebrija fueron pronunciados en Salamanca al acabar el curso académico.

Nebrija también se dedicó a recopilar distintas sentencias filosóficas. En “Vafre dicta philosophorum”, Nebrija selecciona y versifica en dísticos latinos, con la finalidad de sustituir los libros de lectura en las clases de Gramática, una colección de los hechos y sentencias memorables de los filósofos que reunió Diógenes Laercio.

Nebrija, a su regreso de Italia, posiblemente en 1481, edita “Expositio himnorum”, dirigida a uso escolar, que recoge una colección de himnos eclesiásticos. El gramático lebrijano no es propiamente el autor de estas glosas y comentarios de los “Hymnos”, obra de un desconocido autor del siglo XV, sino que se limita a depurarlo y a corregir algunas glosas erróneas. No obstante, adopta los comentarios de la “Expositia Hymnorum”, una estructura semejante a la que va a establecer en sus posteriores comentarios de Persio, Sedulio y Prudencio, lo que ha inclinado a los investigadores a continuar incluyéndola entre las obras originales del gramático.

El orden de los himnos es el del breviario romano, primero los de tiempo y luego los de los santos. Al final suele figurar en numerosas ediciones algunos himnos de un discípulo de Nebrija, Fernando de Herrera.

En las ediciones que llevan la “aurea expositio” figura además una breve introducción, explicando el metro de cada himno, cuando se reza, y de qué trata, y un comentario gramatical, orientado sobre el sentido literal de cada estrofa y ordenándolas cuando es preciso, para que se aprecie bien el sentido del texto.

Debido a su trabajo en obras de pedagogía, también intenta ajustar las oraciones de las misas. Así publica “Orationes ex divino officio”, una de las obras más reproducidas de nuestro humanista y que se ha estado utilizando como libro de oraciones hasta mediados del siglo XVIII

Con una evidente finalidad pedagógica, en su etapa alcalaína, comenzó a corregir la ortografía y puntuación de los trozos de las epístolas de San Pedro, San Pablo, Santiago y San Juan, que se leían en las clases de Gramática. Al texto a impartir en las aulas, no sólo se contentó con adecuarlo a la finalidad requerida, sino que lo enriqueció magistralmente con glosas y escolios.

Pero, Nebrija quería seguir innovando y, tras su injusta salida de Salamanca y por su amistad con el Cardenal Cisneros, se embarcó en el proyecto de la Biblia Políglota, según diversas teorías, la primera obra científica del mundo moderno.

Cisneros trabó amistad con Nebrija tras ser nombrado en 1492 confesor de la reina Isabel y tras la “Apología” del Maestro a fray Diego de Baeza, inquisidor general, en la que se defiende por su colección de cincuenta comentarios a la Sagrada Escritura, la “Tertia Quinquagena”, le pide al nebrisense que le ayude en su propósito de crear la Biblia Políglota y la Universidad, en la que sería su mano derecha.

Pero el nebrisense no estaba bien visto por las esferas eclesiásticas, puesto que lo consideraban un gramático convertido en teólogo que reprochaba sus enormes lagunas en el dominio del latín o lengua católica, y su rechazo a la Políglota, le acusaron ante la Inquisición como sacrílego y falsario. Alegaban que intentaba corregir temerariamente la “Vulgata Latina” y que sus trabajos causaban escándalo entre los judíos conversos e incluso que estudiaba las ciencias naturales para ilustrar la Biblia.

Pero su coraje no le permitía callarse y para defenderse, escribía quejándose de que se den premios a los que corrompen las Sagradas Escrituras y, en cambio, a los que trabajan sin descansar por devolverlas en su primitiva pureza, se les persigue e infame y se les amenace con la muerte si se empeñan en seguir defendiendo con tesón sus opiniones.

Cisneros, sintiéndose presionado ante este revuelo ordena a Nebrija que no cambie nada, a lo que se opone y se retira del proyecto. Sin embargo, en 1517 es nombrado Inquisidor General el Cardenal Cisneros, por lo que Nebrija retoma el proyecto originario sacándolo a la luz definitivamente en 1517.

No serán el único proyecto en común, sino que posteriormente el Cardenal le pide que emprenda el proyecto de crear un manual de Retórica.

Ante la propuesta de Cisneros para que emprendiese la labor de elaborar un “Ars dicendi” semejante en acierto y originalidad a su Gramática, Nebrija opta por no aceptar el reto cisneriano en las condiciones que le propone de esta forma; “De las Introducciones latinas dijeron algunos que lo único bueno que tenía lo había tomado de otros, y que lo demás no valía nada. Para que no me suceda ahora lo mismo, no pondré nada de mi cosecha, salvo alguna frase o palabra para unir unas lenguas con otras, no salga por ahí alguno diciendo que vendo lo viejo como nuevo y lo ajeno como propio”.

Así pues, ese razonamiento es el que explica que al adaptar los preceptos de los grandes maestros de Retórica, lo hiciera sin apenas añadir algo de su cosecha. No obstante, lo importante de la labor del Nebrisense fue difundir el género en nuestro país, ya que es el primer libro de su género publicado en España.

El “Lexicon iuris civilis” es un glosario de voces usadas en textos latinos, principalmente en el Digesto, en el que Nebrija, valiéndose de las numerosas lecturas de los textos clásicos, va desenmarañando el sentido exacto de cada voz, copiando literalmente el texto del autor antiguo y lo señalando los enormes errores lexicográficos, que contribuían al oscurecimiento y desviación de su verdadero cauce de la ciencia jurídica.

Uno de los campos que interesó a Nebrija, como ya se ha resaltado previamente, fue el de la Cosmografía. Aun sin delimitar aquí a qué fuentes debe estos conocimientos, cuyos fundamentos pertenecen a sus años de estudio en Salamanca, y a las lecciones de Apolonio, a su estancia en Italia, donde la ciencia geográfica se hallaba en pleno auge, si cabe considerar la gran afloración de cosmógrafos y tratadistas españoles que a fines del siglo XV elevan este campo cultural al nivel que los descubrimientos y la navegación requerían.

En 1498 publicaba el bachiller Núñez de la Yerba una excelente edición de la “Cosmografía”, de Pomponio Mela. Probablemente éste fue el estímulo inmediato que llevó a Nebrija a componer su “Isagogicon Cosmografiae”. Este tratado del humanista nacería, como tantos otros del Maestro, inspirados en móviles docentes y, por ello, alcanzaría una rápida difusión.

Del estudio de esta curiosa obra se desprende que Nebrija llegó a concebir y defender insistentemente un sistema métrico unitario, válido para longitudes, capacidades y pesos, cuyo patrón debía ser el pie, con referencia al paso. A este fin llevó a cabo mediciones del circo y naumaquia de Mérida y sobre las distancias que median entre las columnas miliarias de la vía romana que une a dicha ciudad con Salamanca, con el propósito de establecer con precisión la longitud del pie español. Asimismo, se le debe la medida, por primera vez, de un grado meridiano, fijado en 62.500 pasos geométricos, una de sus importantes y olvidadas aportaciones.

Además de la “Cosmografía”, Nebrija publicaría algo después una breve obrita conteniendo unas tablas para saber la duración del día y de la noche en cualquiera de las estaciones, con referencias a los días del año que van señalados de tres en tres. En estas tablas de longitudes y latitudes, sitúa el nombre de su pueblo, Lebrixa, 36º 40'.

Una de las labores más importante de Nebrija a lo largo de su vida, fue la de cronista real de los Reyes Católicos. Don Miguel Pérez de Almazán, secretario real y primer ministro de los Reyes Católicos, fue quien en 1509 intercedió ante los Reyes para que le nombrasen “Cronista Real”, título que añadiría al de “Gramático”. Esto le serviría de consuelo por la pérdida de la cátedra salmantina y le aportaría un sueldo muy bien remunerado.

Rápidamente se centra en su cometido de historiógrafo y escribe, en el mismo año, dos décadas de Fernando e Isabel, que forman parte del primer volumen de la colección de la Historia de España, que conocemos con el nombre de “Hispania Ilustrata”. Haciendo antes un profundo estudio que recopiló en cinco libros, a modo de diccionario histórico, con los orígenes y noticias de la nación, y que posteriormente elogió y agradeció el cronista de Carlos V, Florián de Ocampo. Es justo decir que se basó en la obra de Hernando del pulgar, cronista de los Reyes Católicos, aunque en su traducción al latín aportó glosas muy valiosas y una excelente calidad literaria.

También se le adjudicó en su época la “Historia de la Guerra de Navarra”, pero posteriormente se duda de su autoría entre el nebrisense y Luis de Correa.

No podríamos olvidar el famoso jeroglífico que los Reyes Católicos mandaron componer al Maestro y que figura grabado en sus monedas y bordado en los tapices de la Catedral de Toledo, “Tanto Monta”.

Su talante personal, su sencillez y modestia entre la fastuosidad de la Corte, llamaba poderosamente la atención, tanto que Cervantes recogería esta actitud en un consejo, “Llaneza muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala”.

Siendo cronista del Rey Fernando en 1509 y estando en la Corte de Valladolid, el hombre de mayor confianza del Rey, el primer Secretario de Estado, don Miguel Pérez de Almazán, le pide por encargo un tratado para educar a sus hijos.

Nebrija reconoce que es un encargo de extrema responsabilidad, pero por gratitud lo hace, centrándose solamente en los principios que los grandes filósofos de la educación como Jenofonte, Plutarco o Quintiliano habían determinado. Así, compone “De Liberis Educandis”. Nebrija expone la dificultad de esta parte fundamental de su obra diciendo que “con los niños sucede lo que con las vasijas de cuello estrecho. Para llenarlas hay que echar el líquido muy poco a poco; si las quieres llenar de golpe, cae toda fuera”.

A pesar de todo, Nebrija no ha sido tratado con la admiración que un personaje como él se merece y que, ni mucho menos, se le dio en vida ni se le da actualmente.

Por todo esto, por la complejidad, extensión y grandeza de su obra, Nebrija debe ser considerado como lo que es, el humanista español y uno de los europeos más importante del siglo XVI.


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Elio Antonio de Nebrija, "De patriae antiquitate", traducido por José Bellido Ahumada en "La patria de Nebrija", Los Palacios. 1985, pg 1
Colectivo de Pedagogía Guadalquivir, “Mi libro de Lebrija, 2ª parte”, Lebrija. 1990, pg. 169
La disparidad de criterios que existe con relación a la fecha de nacimiento de Elio Antonio de Nebrija (1441, 1442 ó 1444) las recoge José Bellido Ahumada en “La patria...” pp. 361-362, proponiendo como fecha definitiva el año de 1444, tras los estudios históricos realizados a la afirmación del Nebrisense “... porque nací un año antes que en tiempos del rei Don Juan el Segundo diera la próspera batalla de Olmedo...”, la cual tuvo lugar en 1445 y los numerosos documentos que se conservan en los Libros de Misas de Cuerpo Presente de la Parroquia de Santa María de la Oliva de Lebrija.
J.J. Iglesias Rodríguez, J.I. Carmona, Mercedes Gamero y F. Núñez Roldán, “Manual de Historia Universal. Tomo 5”, Madrid, pg. 475. De esta forma define Francisco Núñez Roldán a la Baja Edad Media, aunque el mismo matiza que la tradición ha usado esta nominación con cierto desprecio.
F. Núñez Roldán, “Manual...”. pg 475, Afirmación de Buckhardt que recoge este autor.
P. Molas, J. Bada, E. Escartín, F. Sánchez Marcos, V. Gual Y M.A. Martínez “Manual de historia moderna”. Barcelona. 1993. pg 250. Los autores reflejan que el primero que utiliza este término fue el alemán George Voigt en 1859, en el título de una de sus obras, “La resurrección de la Antigüedad Clásica o el primer siglo del Humanismo
Véase pp 478-479 “Manual...”. Aquí se recoge la definición del humanista de este autor: “El humanista comenzó siendo, en efecto un profesor de humanidades... Su propósito consistía en formar a los alumnos para una vida de servicio activo a la comunidad civil, proporcionándoles una base amplia y sólida de conocimientos... aunque como ya se ha dicho el humanista era algo más que un maestro
J.J. Iglesias Rodríguez, J.I. Carmona, Mercedes Gamero y F. Núñez Roldán, “Manual de Historia Universal. Tomo 5”, Madrid, pg. 461. Se cita como comienzo del paso hacia la Edad Moderna la invención de la imprenta en el año 1450 por el alemán Johann Gütemberg.
M. B. Bennassar, J. Jacquart, F. Lebrun, M. Denis, N. Blayau, “Manual de Historia Moderna”, Akal Textos, 1998, Madrid. Cita histórica de Felipe II
José Bellido Ahumada, “La patria...”, pp 364-365
Jesús Rodríguez del Pozo, “El hombre y su obra”, Lebrija, 1989. pp 13-14. El autor desmiente las numerosas teorías sobre el origen humilde de Elio Antonio, destacando el origen nobiliario de su familia.
Jesús Rodríguez del Pozo, “El hombre...” traducción de las Introducciones Latinas de Elio Antonio de 1481
Jesús Rodríguez del Pozo, “El hombre...” pp 67
Jesús Rodríguez del Pozo “El hombre...” pg 76
Jesús Rodríguez del Pozo “El hombre...” pg 83


Por Antonio José Domínguez Macías, Licenciatura de Humanidades, Universidad Pablo de Olavide (Sevilla).  
Fuente: EL RINCON DEL VAGO 

on Thursday, December 30, 2010
Los que hayan de gobernar el Estado deben tener siempre muy presentes estos dos preceptos de Platón: el primero, defender los intereses de los ciudadanos de forma que cuanto hagan lo ordenen a ellos, olvidándose del propio provecho; el segundo, velar sobre todo el cuerpo de la República, no sea que, atendiendo a la protección de una parte, abandonen a las otras. Lo mismo que la tutela, la protección del Estado va dirigida a utilidad no de quien la ejerce, sino de los que están sometidos a ella. Los que se ocupan de una parte de los ciudadanos y no atienden a la otra introducen en la patria una gran calamidad: la sedición y la discordia, de donde resulta que unos se presentan como amigos del pueblo y otros como partidarios de la nobleza: muy pocos favorecen el bien de todos.

De aquí las grandes  discordias de los atenienses, y en nuestra República no solamente sediciones, sino también pestíferas guerras civiles. Un ciudadano sensato y fuerte y digno de ocupar el primer puesto en la República, alejará y detestará estos males y se entregará enteramente al servicio de la República, no buscará ni riquezas ni poderío, se dedicará a atender a toda la patria, de forma que mire por el bien de todos. Jamás expondrá a nadie por falsas acusaciones al odio y a la malquerencia y de tal manera se abrazará a la justicia y a la honestidad que para mantenerlas afrontará peligros y hasta se entregará a la muerte antes que abandonar los preceptos que he dicho. 

No hay en absoluto cosa más desgraciada que la ambición y la lucha por conseguir los honores, y a propósito de ello dice muy bien el mismo Platón que los que contienden entre sí por conseguir el mando de la República se comportan lo mismo que si los marineros se disputaran en llevar el timón de la nave.

 "Sobre los Deberes", Marco Tulio Cicerón (escrito en el siglo I a.C.)


Dedicado a todos nuestros políticos, a los que encarecidamente les recomiendo que se instruyan debidamente antes de pretender llevar las riendas de un Estado, pues grande es su responsablidad y de ellos depende no sólo el presente de nuestra sociedad, sino también su futuro.

Dedicado a todos nosotros, votantes, que tampoco deberíamos dejar de instruirnos en la responsabilidad que implica la democracia y el ejercicio del voto, pues nada hay más peligroso y lamentable como encumbrar a puestos de liderazgo a quienes no sólo están lejos de merecerlo, sino a quienes carecen de la formación adecuada para defender los valores esenciales de cualquier sociedad, o los verdaderos intereses de cada uno de nosotros, en nuestra condición de ciudadanos... o lo que es más importante todavía: en nuestra condición de personas.  


Por Alberto de Zunzunegui

" Donde reina el amor, sobran las leyes".

VIDA DE PLATÓN

Platón (Platon, "El de hombros anchos") nació en Atenas en el año 428 ó 427 a. de C. Pertenecía a una familia aristocrática y rica, aunque algunos escritores manifiestan que experimentó el peso de la pobreza. Indudablemente se benefició de la educación que se brindaba en Atenas a los jóvenes de su clase. Alrededor de los veinte años conoció a Sócrates, y el trato entre maestro y discípulo, que duró ocho o diez años, tuvo una influencia decisiva en la carrera filosófica de Platón. Antes de conocer a Sócrates reveló, muy probablemente, interés por los filósofos antiguos, así como por el proyecto de mejora de las condiciones políticas de Atenas. A temprana edad se aficionó a la poesía. Sin embargo, todos estos intereses fueron absorbidos por la búsqueda de la sabiduría, a la que se dedicó ardientemente bajo la guía de Sócrates. Tras la muerte de Sócrates se unió a los discípulos de éste congregados en Megara bajo la dirección de Euclides. Más tarde viajó por Egipto, la Magna Grecia y Sicilia. Algunos biógrafos han exagerado el provecho de estos viajes, aunque es seguro que en Italia estudió las doctrinas de los pitagóricos. Sus tres viajes a Sicilia perseguían, probablemente, influenciar a Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven acerca de su sistema ideal de gobierno, pero fracasó, atrayéndose la enemistad de los dos soberanos, siendo encarcelado y vendido como esclavo. Rescatado por un amigo, volvió a su escuela de filosofía de Atenas. Ésta difería de la escuela socrática en muchos aspectos. Tenía una ubicación precisa en la alameda cercana al gimnasio de Academia, su carácter era más refinado, se prestaba más atención a la forma literaria y era menos indulgente con el método particular, e incluso vulgar, de ilustración que caracterizaba a la exposición socrática. Al volver de su tercer viaje a Sicilia se dedicó incansablemente a escribir y enseñar, hasta que a los ochenta años, según nos dice Cicerón, murió en pleno trabajo intelectual ("scribens est mortuus") ("De Senect.", v, 13). 

OBRAS

Ciertamente todas las obras auténticas de Platón han llegado hasta nosotros. Las obras perdidas que se le atribuyen, tales como las "Divisiones" y las "Doctrinas tradicionales", no son auténticas. De los treinta y seis diálogos, algunos -- "Fedro", "Protágoras", "Fedón", "La República", "El Banquete", etc. - son auténticos indudablemente; otros - p.ej. "Minos", -- pueden considerarse apócrifos con igual seguridad; mientras que un tercer grupo -- "Ión", "Hipias Mayor ", y "Alcibíades I" - es de dudosa autenticidad. En todos sus escritos Platón usa el diálogo con una destreza jamás igualada. Esta forma (literaria n.t.) le permite desarrollar el método socrático de preguntas y respuestas. Pues, aun cuando Platón elaboró en alto grado la facultad de presentar y entender lo abstracto, fue suficientemente griego para seguir el instinto artístico en la enseñanza mediante un modelo claro y concreto de excelencia filosófica. El uso del mito en los diálogos ha acarreado notables dificultades a los comentaristas y a los críticos. Cuando intentamos evaluar el contenido de un mito platónico, a menudo nos desconcierta la sospecha de que todo es sutilmente irónico o que se incluye para disimular contradicciones inherentes al pensamiento de Platón. En todo caso, el mito no debería tomarse muy en serio o invocarse como evidencia de lo que Platón realmente creía.


FILOSOFÍA 

(1) Punto de partida 

El punto inmediato de partida de la especulación filosófica de Platón fue la enseñanza socrática. En su intento de definir las condiciones del conocimiento, para refutar el escepticismo de los sofistas, Sócrates había enseñado que el único conocimiento verdadero es el conocimiento por medio de conceptos. El concepto, decía, representa toda la realidad de una cosa. Como lo usó Sócrates, fue tan sólo un principio de conocimiento; Platón lo elevó a principio del Ser. Si el concepto representa toda la realidad de las cosas, la realidad debe ser algo en el orden ideal, no necesariamente las cosas mismas sino algo por encima de ellas, en un mundo por sí mismo. En consecuencia, Platón reemplaza el concepto por la Idea. Completa la obra de Sócrates enseñando que las Ideas, objetivamente reales, son el fundamento y justificación del conocimiento científico. Al mismo tiempo tiene en cuenta un problema que llamó mucho la atención desde los pensadores presocráticos, el problema del cambio (movimiento n.t.). Los eleáticos, siguiendo a Parménides, sostenían que no existe cambio verdadero ni multiplicidad en el mundo, la realidad es una. Heráclito, por el contrario, afirmando la realidad del movimiento y de la multiplicidad, mantenía que la permanencia (unidad n.t.) es sólo aparente. La teoría platónica de las Ideas es un intento de resolver esta cuestión crucial mediante un compromiso metafísico. Los eleáticos, decía Platón, tienen razón al afirmar que la realidad no cambia; porque las Ideas son inmutables. No obstante, hay cambio en el mundo de nuestra experiencia, como sostenía Heráclito, o en el mundo de los fenómenos, en términos de Platón. Por consiguiente, Platón supone un mundo de Ideas separado del mundo de nuestra experiencia, e inmensamente superior a él. Concibe que todas las almas humanas habitaron en otro tiempo en este mundo superior. Cuando luego miramos a nuestro alrededor, en el mundo de las sombras, un fenómeno o apariencia de algo, la mente recuerda la Idea (de ese mismo fenómeno) que contempló en tiempos pasados. En su deleite se pregunta por el contraste, y al preguntarse es llevada a recordar perfectamente la intuición de que disfrutó en una existencia anterior. Ésta es la tarea de la filosofía. La filosofía, por tanto, consiste en el esfuerzo por remontarse del mundo de los fenómenos, o apariencias, al de las noumena, o realidades. Entre todas las ideas, no obstante, la Idea de belleza brilla a través del velo de los fenómenos más claramente que las demás, por esto el comienzo de la actividad filosófica es el amor y la admiración por lo Bello.


(2) División de la Filosofía

Las partes de la filosofía no son diferenciadas por Platón con la misma precisión formal que la encontrada en los sistemas aristotélicos y postaristotélicos. Sin embargo, podemos, por conveniencia, distinguir:

  • Dialéctica, ciencia de la Idea en sí;
  • Física, conocimiento de la Idea en tanto que incorporada o encarnada en el mundo de los fenómenos, y,
  • Ética y teoría del Estado, o ciencia de la Idea encarnada en la conducta humana y en la sociedad.


(a) Dialéctica

Se entiende no como sinónimo de la lógica sino de la metafísica. Significa la ciencia de la Idea, ciencia de la realidad, ciencia en el verdadero sentido de la palabra. Pues las ideas son las únicas realidades en el mundo. Observamos, por ejemplo, acciones justas, y sabemos que algunos hombres son justos. Pero tanto en las acciones como en las personas designadas como justas existen muchas imperfecciones; son solamente parcialmente justas. En el mundo superior existe la justicia, absoluta, perfecta, sin mezcla de injusticia, eterna, inmóvil, inmortal. Esta es la Idea de justicia. De modo similar, en el mundo que está por encima de nosotros existen las Ideas de grandeza, belleza, sabiduría, etc. y no únicamente éstas, sino también las Ideas de objetos materiales concretos tales como la Idea de hombre, la Idea de caballo, la Idea de árboles, etc. En resumen, el mundo de las Ideas es una imagen del mundo de nuestra experiencia, o mejor, éste último es una débil imitación del primero. Las ideas son los prototipos, los fenómenos son los extratipos. En la alegoría de la caverna (República, VII, 514 d) unos hombres son descritos como encadenados en una posición fija en la caverna, siendo capaces exclusivamente de mirar a la pared del fondo. Cuando un animal, p.ej. un caballo, pasa frente a la caverna, ellos, contemplando la sombra proyectada en la pared, imaginan que es la realidad, y mientras dura su cautiverio no tienen noticia de ninguna otra realidad. Al ser liberados y salir a la luz se deslumbran, pero, cuando se habitúan y pueden distinguir un caballo entre los demás objetos que les rodean, su primer impulso es tomarlo por una sombra del ser que ellos vieron sobre la pared. Los prisioneros son "como nosotros mismos ", dice Platón. El mundo de nuestra experiencia, que consideramos real, es solamente un mundo de sombras. El mundo real es el mundo de las Ideas, que alcanzamos no por los sentidos sino por una contemplación intuitiva. Las Ideas participan del fenómeno, pero Platón no llega a explicar como tiene lugar esa participación, ni tampoco en qué sentido los fenómenos son imitación de las Ideas; a lo sumo invoca un principio negativo, a veces llamado "Substancia Platónica", para dar razón del fenómeno como caído desde la perfección de la Idea. El principio limitador es la causa de todos los defectos, decadencias y cambios del mundo que nos rodea. El hombre justo, por ejemplo, está lejos de la justicia absoluta (la Idea de Justicia), pues la Idea de justicia está fragmentada en el hombre, está degradada y reducida por el principio de limitación. Hacia el final de su vida, Platón se acercó cada vez más a la teoría pitagórica de los números, y, en el "Timeo" especialmente, tendió a interpretar las Ideas en términos matemáticos. Sus seguidores acentuaron indebidamente este elemento y, en el curso de la especulación neoplatónica, las ideas se identificaron con los números. La teoría de la Ideas interesó en gran medida a los primeros filósofos cristianos. La afirmación categórica de una realidad de orden supramundano y espiritual, e igualmente la afirmación de la caducidad de las cosas materiales, concuerdan con la esencia del cristianismo sobre la supremacía de los intereses espirituales. Para hacer más aceptable el mundo de las Ideas a los cristianos, la Patrística platonista, desde el mártir Justino hasta San Agustín, mantuvo que el mundo existe en la mente de Dios, y esto era lo que Platón pensaba. Por otra parte, Aristóteles entendió que Platón se refiere a un mundo de Ideas autosubsistente y separado. Por lo tanto, en lugar de representarnos el mundo de las Ideas existiendo en Dios, deberíamos representar a Dios existiendo en el mundo de las Ideas. En efecto, entre las Ideas, la jerarquía suprema se atribuye a la Idea de Dios, o Divinidad absoluta, como se diría, en un universo supraceleste, lo que es el sol del cielo para nuestro mundo terrestre.


(b) Física

La Idea incorporada en el fenómeno, por decirlo así, es menos real que la Idea en su propio mundo, o que la idea encarnada en la conducta humana o en la sociedad. La Física, esto es, el conocimiento de la Idea en el fenómeno, es, por lo tanto, de inferior dignidad e importancia que la Dialéctica y la Ética. De hecho, el mundo de los fenómenos carece de interés científico para Platón. Su conocimiento no es un verdadero conocimiento, ni su fuente, sino tan solo ocasión del verdadero conocimiento. El fenómeno trae a nuestra mente el recuerdo de la intuición de las Ideas, y con esta intuición comienza el conocimiento científico. Además, el interés de Platón por la naturaleza está dominado por una visión teológica del mundo como dotado de un alma, la cual, consciente de su conjunto, hace todas las cosas para un propósito útil, o mejor, para "lo mejor" moralmente, intelectualmente y estéticamente. Esta convicción se manifiesta especialmente en la narración platónica del origen del universo, contenida en el "Timeo", aunque los detalles sobre la actividad de los demiurgos y los dioses creados no debería, quizás, tomarse muy en serio. Análogamente, el relato del origen del alma en el mismo diálogo, es una mezcla de filosofía y mito, en el que no es fácil diferenciar uno de otro. Es claro, sin embargo, que Platón sostiene la naturaleza espiritual del alma frente al materialismo de los atomistas, y que cree en la preexistencia del alma antes de su unión con el cuerpo. Toda la teoría de las Ideas, al menos en lo que se refiere al conocimiento humano, presupone la doctrina de la pre-existencia. "Todo conocimiento es reminiscencia" sólo tiene significado en la hipótesis pre-natal de la intuición de las Ideas en el alma. Es igualmente incontrovertible que Platón mantenía la inmortalidad del alma. Su convicción sobre este punto fue tan firme como la de Sócrates. Su esfuerzo por fundamentar esta convicción sobre premisas inexpugnables está, por cierto, abierta a la crítica, porque sus argumentos se remiten bien a la hipótesis de una existencia anterior o bien a la teoría de las Ideas. No obstante, las consideraciones que ofrece a favor de la inmortalidad, en el "Fedón", han contribuido a fortalecer en todas las generaciones posteriores la creencia en una vida futura. En su descripción del estado futuro del alma predomina la doctrina pitagórica de la transmigración. Aquí, de nuevo, los detalles no deben tomarse tan en serio como el hecho principal, y podemos imaginar que el relato del alma condenada a regresar en el cuerpo de un zorro o un lobo es introducido, sobre todo, porque acentúa la doctrina de la recompensa y el castigo, que es parte de la ética platónica. Antes de pasar a sus doctrinas éticas es necesario indicar algo de su psicología. Platón enseña que el alma consta de tres partes: el alma racional, que reside en la cabeza; el alma irascible, asiento del valor, que reside en el corazón; y el alma sensitiva, asiento del deseo, que reside en el abdomen. Éstas no son tres facultades del alma, sino tres partes realmente diferenciadas.


(c) Ética y teoría del Estado

Como todos los griegos, Platón dio por sentado que el mayor bien del hombre, subjetivamente considerado, es la felicidad (eudaimonia). Objetivamente, el mayor bien del hombre es el máximo bien absoluto en general, el Bien en sí mismo, o Dios. El medio para alcanzar el mayor bien es la práctica de la virtud y la consecución de la sabiduría. El cuerpo debería someterse en la medida en que obstaculiza estas ocupaciones. Sin embargo, en este punto el ascetismo debe moderarse en aras de la armonía y la simetría. -- Platón nunca se excedió en condenas, en particular sobre el cuerpo, como fuente de todo lo malo - porque la abundancia, la salud, la destreza y los placeres inocentes, son medios para alcanzar la felicidad, aunque no indispensables como lo es la virtud. La virtud es orden, armonía, salud del alma; el vicio es desorden, discordia, enfermedad. El Estado es, para Platón, la mayor personificación de la Idea. Su finalidad debe ser el establecimiento y cuidado de la virtud. La razón de ello es que el hombre, incluso en condición inculta, podría realmente alcanzar la virtud. Sin embargo, a fin de que la virtud pueda realizarse sistemáticamente y no sea producto del azar o la ventura, es necesaria la educación, la cual es imposible sin una organización social. En su "República" describe un Estado ideal, una forma de gobierno que existiría si gobernantes y gobernados se dedicasen, como debieran, al cultivo de la sabiduría. El Estado ideal se modela en cada alma individual. Consta de tres categorías: gobernantes (correspondiendo al alma racional), productores (correspondiendo al deseo) y guerreros (correspondiendo al valor). La virtud característica de los productores es la economía, la de los soldados la valentía y la de los gobernantes la sabiduría. Puesto que la filosofía es el amor a la sabiduría, ella debe ser el poder dominante en el Estado: "A menos que los filósofos se hagan gobernantes o los gobernantes se tornen verdaderos y consumados discípulos de la filosofía, no terminarán las dificultades de los Estados y de la humanidad " (Rep., V, 473), lo cual es otro modo de decir que aquéllos que gobiernan deben distinguirse por cualidades claramente intelectuales. Platón aboga por un Estado absoluto, tal como el que existía en su época en Esparta. El Estado, afirma, ejerce un poder ilimitado. En el Estado platónico no cabe ni la institución de la propiedad privada, ni la de la familia. Los niños pertenecen al Estado tan pronto como nacen, y éste debe encargarse desde el principio de su educación. Serían educados por funcionarios elegidos por el Estado y, según la capacidad que manifestasen, asignados a la categoría de los productores, guerreros o gobernantes. Estos proyectos inviables reflejan al mismo tiempo el descontento de Platón con la demagogia que prevalecía en Atenas y su predilección personal por la forma de gobierno aristocrático. Ciertamente su proyecto es aristocrático, en el sentido original de la palabra; defiende el gobierno de los mejores (intelectualmente). La irrealidad de todo ello, y la remota posibilidad de ser llevado a la práctica, debió evidenciarse al mismo Platón, porque en sus "Leyes" hace el esbozo de un nuevo proyecto que, aún considerándolo inferior al de la "República", está más cerca del término medio que el Estado puede alcanzar.


LA ESCUELA PLATÓNICA

La Escuela de Platón, como la de Aristóteles, fue organizada por el mismo Platón, y a su muerte la puso en manos de su sobrino Espeusipo, el primer alumno, como gobernante de la escuela. Se llamó la Academia, porque estaba en la arboleda de Academo. La Academia, con diferente fortuna, mantuvo su identidad como escuela platónica hasta el siglo primero de la era cristiana, primero en Atenas y después en Alejandría. Se modificó el sistema platónico, orientándose al misticismo y la demonología, y padeció al menos un periodo de escepticismo. Acabó en un eclecticismo indefinido. Con la llegada del neoplatonismo (q.v.), fundado por Ammonius y desarrollado por Plotino, el platonismo se unió definitivamente a la causa del paganismo contra la Cristiandad. Sin embargo, la gran mayoría de filósofos cristianos hasta San Agustín fueron platonistas. Ellos apreciaban la elevada influencia de la psicología y la metafísica de Platón, y reconocían, en ella un poderoso aliado de la Cristiandad frente al materialismo y el naturalismo. Estos platonistas cristianos subestimaban a Aristóteles, a quien se referían como un "agudo" lógico, cuya filosofía favorecía a los heréticos oponentes de la Cristiandad ortodoxa. La Edad Media trastocó este veredicto. Los primeros escolásticos conocían solamente los tratados sobre lógica de Aristóteles, y, en la medida que no eran psicólogos o metafísicos, se acercaron al platonismo de San Agustín. No obstante, sus sucesores en el siglo XII conocieron la psicología, la metafísica y la ética de Aristóteles, asumiendo el criterio aristotélico tan completamente que, antes de finales del siglo XIII, el estagirita ocupó en las escuelas cristianas el lugar que tenía el fundador de la Academia en el siglo V. Hubo, digamos, episodios de platonismo en la historia del escolasticismo - p.ej., la Escuela de Chartes en el siglo XII -- y durante todo el periodo escolástico algunos principios del platonismo, y especialmente del neoplatonismo, fueron incluidos en el sistema aristotélico adoptado por las escuelas. El Renacimiento trajo una renovación del platonismo debido a la influencia de Bessarion, Plethon, Ficino, y los dos Mirándola. Los platonistas de Cambridge del siglo XVII, tales como Cudworth, Henry More, Cumberland, y Glanville, reaccionando contra el naturalismo humanista, "Puritanismo espiritual" instauran los fundamentos de la conducta sobre principios conocidos intuitivamente e independientes del propio interés. Además de las escuelas de filosofía descritas como platónicas, existen muchos filósofos y grupos de filósofos modernos que deben mucho a la inspiración de Platón y al entusiasmo por superiores ocupaciones de la mente que emanan del estudio de sus obras.


La edición estándar de las obras de Platón es la de STEPHANUS (Paris, 1578). Otras ediciones más recientes son BEKKER (Berlin, 1816-23), FIRMIN-DIDOT (Paris 1866-). La mejor traducción inglesa es JOWETT, The Dialogues of Plato (Oxford, 1871; 3rd ed., New York, 1892). Sobre la exposición del sistema de Platón cf. ZELLER, Plato and the Older Academy, tr. ALLEYNE AND GOODWIN (London, 1888); GROTE, Plato and the Other Companions of Socrates (London, 1885); PATER, Plato and Platonism (London, 1893); TURNER, History of Philosophy (Boston, 1903); 93 s.q.; FOUILLEE, La philosophie de Platon (Paris, 1892); HUIT, La vie et l'oeuvre de Platon (Paris, 1893); WINDEBLAND, Platon (Stuttgart,1901); LUTOSLAWSKI, Origin and Growth of Plato's Logic (London, 1897). Sobre historia del platonismo cf. BUSSELL, The School of Plato (London, 1896); HUIT, Le platonisme à Byzance et en Italie à la fin du moyen-âge (Brussels, 1894); artículos en Annales de philosophie chretienne, new series, XX-XXII; TAROZZI, La tradizione platonica nel medio evo (Trani Vecchi, 1892). 

Por William Turner. Transcrito por Geoffrey K. Mondello y traducido por Miguel Villoria de Dios. Fuente: ENCICLOPEDIA CATÓLICA