on Friday, March 30, 2012
Hay gestos que retratan una sociedad, ninguno tan llamativo como la disposición a la hora de arrimar el hombro.

Arde Atenas y mientras unos se preguntan cómo puede justificarse semejante pataleo público ante los ojos de una Europa con los bolsillos comprometidos, en buena parte, por el caos griego, otros jalean a los vándalos y se identifican con sus tropelías como si las piedras, las llamas y los policías heridos fuesen justa respuesta a las pretensiones de Bruselas por cobrar lo que se le debe. En España, aunque no han comenzando las algaradas, los sindicatos apuntan distintas posibilidades de pataleta frente a una reforma laboral impuesta por decreto ante su incapacidad para firmar un acuerdo que contribuya a sacarnos del pozo. Y como los de un bando político adivinan posibles réditos, se apuntan a la verbena a pesar de la huelga de brazos caídos con la que rubricaron sus años de gobierno.

No es malo el ejemplo para describir lo que ocurre cuando el patriotismo es una virtud desconocida para la mayoría, que apenas siente amor por su bandera y recela hasta del suelo en el que ha nacido y que –posiblemente- le comerá los ojos. No hay una ilusión común, no existe un propósito de quemar las naves por el bien de todos. Los funcionarios protestan, los trabajadores protestan, los políticos protestan, los sindicalistas protestan porque tras las reformas sólo aprecian el riesgo de perder alguna parcela de poder, ya que allí donde no hay conciencia de colectividad porque se tergiversa la Historia (que cambia las grandezas y miserias de la Nación por un cuento interesado, provinciano) son imposibles los gestos de grandeza, entre ellos la renuncia a lo que consideramos nuestro.

A los ciudadanos que formamos la clase media nos han subido los impuestos y nos han recortado los servicios. Por si fuera poco, quienes hemos decidido apostar por la familia y traemos hijos al mundo, somos los malditos de una organización administrativa que no prima la magnanimidad ni reconoce el sacrificio. Y sin embargo, estamos callados, con la piel del hombro levantada, atónitos ante el espectáculo de esta España sin norte.

Publicado en la revista ALBA el 17 de febrero de 2012

on Wednesday, March 28, 2012
Juan Algar, colaborador y miembro del Consejo de Humanismo y Valores, ha sido nombrado Embajador para España de la FUNDACIÓN ZERMATT SUMMIT. Juan Algar tiene 47 años de edad, es Fundador y Presidente de la INTERNATIONAL HELP ALLIANCE y la Ong HEALING WINGS, Consejero de la FUNDACIÓN COMPROMISO EMPRESARIAL, Consejero de la FUNDACIÓN PADRE FABRETTO. Licenciado en Marketing y Gestión Comercial por ESIC, ha realizado diferentes estudios postgrado entre los que caben destacar, Master en Dirección de Cooperación Internacional por LA SALLE IGS y la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA de Madrid; PDG por la IESE; Professional Expert en Non-Profit Management por la KELLOGG School; y sobre Liderazgo y Buen Gobierno en STANFORD y HARVARD.

La Zermatt Summit Foundation pretende cambiar los corazones y las mentes de los líderes y el desarrollo de modelos para un mundo más humano y sostenible. Su misión es ser la plataforma de referencia internacional para hacer más humano el proceso de la globalización a través de la formulación de recomendaciones prácticas para los líderes de una economía que debe ser diseñada para servir verdaderamente a la persona humana, teniendo en cuenta los intereses de todas las partes interesadas. Su filosofía está basada en los siguientes valores: El Ser Humano -respetarse uno mismo y a los demás. Integridad -honor a la palabra dada. Sostenibilidad -respeto al planeta. Sentido de la realidad -el valor de opiniones distintas. Transparencia y Rendición de cuentas -fomentar la responsabilidad.  Coraje –vuelta a la fuerza moral y los valores.

Los trabajos de Zermatt Summit han puesto de manifiesto la necesidad y la emergencia de fundar de nuevo las enseñanzas en las universidades y escuelas de negocios. En el mundo de las finanzas, esto conlleva que el beneficio no sea el único objetivo de cualquier acción, pero que lo sean los efectos de las decisiones financieras en la actividad económica. En el mundo de los negocios, el beneficio es a menudo el objetivo principal, pero podría ser considerado solamente como un subproducto de la actividad económica exitosa, cuyo objetivo principal sería servir a los demás. En el mundo de las instituciones públicas y políticas, la justicia, el respeto de la persona, la búsqueda del Bien Común, la solidaridad, la apertura cultural y espiritual son probablemente las palabras claves en un mundo más respetuoso del ser humano.

Las discusiones mantenidas en Zermatt Summit han confirmado que el nuevo paradigma tiene que ser acompañado de un nuevo estilo de liderazgo: "Servant Leadership” Liderazgo servidor. De hecho, estos nuevos líderes tienen que aprender a ponerse totalmente al servicio de sus organizaciones asumiendo sus responsabilidades y también la responsabilidad de sus comunidades para llegar a encontrar soluciones sostenibles y en paz frente a los desafíos que enfrenten.

Estos líderes del cambio estaban ampliamente representados en la última edición del Zermatt Summit 2011 con: Sherin Ebadi, abogada iraní y Premio Nobel de la Paz; Francisco van der Hof - Boersma, fundador de Max Havelaar y líder de una comunidad agrícola en México; Jimmy Wales, fundador de Wikipedia; Jakob von Uexkhüll, fundador del Premio Nobel Alternativo; Hernando de Soto, fundador del Instituto Libertad y Democracia en Lima, Perú. Por fin, estos nuevos líderes han decidido servir simplemente el bien común, en el ámbito de sus comunidades y con el objetivo del Bien Común universal.

"Towards the Common Good", "Hacia el Bien Común", es el tema de la tercera edición del Zermatt Summit que se celebrará del 21 al 23 junio 2012.

on Monday, March 19, 2012
Entre los más dulces recuerdos de mi niñez  guardo, como oro en paño, retazos  de una serie de relatos que mi padre se inventaba para aligerar las largas tardes de invierno. Eran cuentos irreales que tan sólo tenían dos cosas en común: que siempre acaban bien y que todos ellos sucedían en la ciudad de Barcelona. Los protagonistas de las historietas unas veces eran catalanes enamorados de su tierra y otras  no, pero siempre acababan disfrutando de la vida en una de las ciudades más cosmopolitas de España que, además, tenía el aliciente de asomarse al mar. Sentía él autentica veneración por Cataluña, en donde había pasado largas temporadas, y unía al dominio de una retahíla de idiomas el de un correctísimo catalán, que incluía frases hechas, chascarrillos y canciones populares. No es de extrañar por tanto que, desde entonces, todo lo catalán fuera para mí, cotidiano, fraternal y entrañable.

Años más tarde, tuve la hermosísima oportunidad de navegar a vela por la Costa Brava; recorrer sus campos; patear sus calles; leer en su lengua a grandes literatos catalanes conversar con sus paisanos y hasta emparentar felizmente con ellos, por lo que aquel primer sentimiento se fue ensanchando y enriqueciendo al descubrir, poco a poco y por mi misma, toda la belleza paisajística y arquitectónica que albergaba esa Comunidad española, y toda la honestidad, reciedumbre, laboriosidad y eficacia de sus buenas gentes, virtudes de gran calado para mí, y no siempre fáciles de encontrar, a las que se unía esporádicamente un curioso y oportuno sentido del humor. Si, por aquel entonces, alguien me hubiera avisado de la que se nos venía encima –y conste que no hablo de rivalidad futbolística- le habría tachado, cuando menos, de ignorante.

No sé bien como comenzó este sinsentido, ni quien fue el primero en repartir,  y luego extender, la ponzoña que se ha ido enconando, pero si puedo contar como he ido yo conociendo este proceso.

El origen parece ser que tuvo su inspiración en una medida adoptada en Canadá. Esta nación, preocupada porque el incremento de los angloparlantes estaba asfixiando el uso de la que constituía su segunda lengua: el francés, se apuntó, en la segunda mitad del pasado siglo, a lo que se conoce como “inmersión lingüística”, que no es sino el sistema de impartir en las escuelas parte de las asignaturas en un idioma y parte en otro, para conseguir que los alumnos, al terminar el período escolar, dominen o al menos sean capaces de utilizar una y otra lengua indistintamente. Algunos políticos españoles, en su mayoría de corte nacionalista -quiero creer que temerosos de que su lengua materna pudiera desaparecer-, saludaron con efusión esta idea, y se emplearon a fondo para conseguir implantar, a su manera, esta inmersión canadiense en el sistema educativo catalán.

No sé por qué regla de tres los malos políticos tienen una capacidad especial para crear problemas donde no los hay; separar lo que el pueblo ha unido y, finalmente, agriar las relaciones entre unos y otros ciudadanos de nuestra Piel de Toro. Así, dentro de Cataluña comenzaron a oírse comentarios de tinte separatista y fuera de ella, a través de las redes sociales, se inició una campaña, más o menos velada, de boicot a los excelentes productos de aquellos lares. La cizaña había comenzado a germinar y para mí tengo que no ha llegado a mayores por este buen sentido de nuestro pueblo, de quien alguien dijera en nefasta ocasión que tenía el gobierno que se merecía. ¡Craso error en la afirmación, como ha quedado tristemente demostrado en los últimos tiempos!

Yo seguía yendo con asiduidad a la costa y nunca tuve el menor problema con el idioma. Normalmente me saludaban en catalán y cuando yo respondía en castellano, la conversación proseguía en nuestro común idioma, con gran deferencia por su parte, y aquí paz y después gloria.

Así las cosas, y en una situación de terror económico en la que es más necesario que nunca la unión de todos para la reconstrucción del país, conscientes de que con nuestros maltrechos caudales hemos de atender, entre otras lindezas, a una deuda multimillonaria que han contraído con sus proveedores una gran mayoría de morosas administraciones locales y autonómicas, a más de soportar que los clubes de futbol dejen de pagar a la hacienda pública los impuestos debidos… y suma y sigue, vuelve a plantearse, con tintes extremos, el asunto de la inmersión lingüística, no ya para preservar la lengua catalana sino para prohibir la enseñanza del español dentro de una parte de nuestro territorio, pretendiendo que,  en Cataluña, si alguna familia desea que sus hijos estudien alguna de las asignaturas en la que nuestra Constitución proclama como lengua oficial de todos los españoles, acuda a los tribunales en busca de amparo legal y autorización pertinente ¡Vivir para ver! 

¿Se imaginan, sin ir más lejos, que en el Languedoc Rosellón francés donde, por cierto, además del occitano también se habla el catalán, a alguien se le ocurriera la peregrina idea de tener que recurrir a un magistrado para poder estudiar en francés en las escuelas de su emblemática capital, Montpellier?

Señores: ¿No tenemos ya bastantes problemas en el ámbito de la educación para añadir el de estos dislates? Sinceramente creo que nos hemos salido de tiesto, pero lo verdaderamente  triste es que cada vez que alguna de estas noticias aparece en los medios de comunicación se van llenando los blogs, las redes y otros foros, de una especie de malquerencia, de batalla dialéctica y de enemistad radicalizada que ya no permite el análisis sereno de la situación, y que  puede llegar a mayores. ¿Y qué me dicen de nuestros niños? Es posible que al final, y visto lo visto, prefieran estudiar en inglés ya que parece ser que este idioma no provoca conflictos ni entre compañeros, ni entre profesores, ni entre representantes políticos ¡Que descanso!

Sería también de desear una explicación pormenorizada que nos aclare, -si como dicen los periódicos esto es así-, hasta cuando el Tribunal Superior de Cataluña va a hacer oídos sordos a las sentencias del Tribunal Supremo y, en lugar de provocar rifirrafes, considerar si no es más lógico, en pleno siglo XXI y con la que está cayendo, intentar todos juntos abrir puertas al mundo y conseguir que en todas las escuelas del país nuestros niños aprendan correctamente el español y el inglés, así como los tres idiomas cooficiales de España en las escuelas de cada una de las Comunidades correspondientes.

El catalán, el gallego y el euskera forman parte de nuestro acervo cultural, tenemos el deber de protegerlos y preservarlos y el derecho de aprenderlos y utilizarlos. Caer en la tentación de emplearlos como arma arrojadiza o símbolo de desunión entre los pueblos y regiones de España es una acción necia y peligrosa fruto de la inmadurez y la escasa capacidad de unos pocos, con el beneplácito de demasiados acólitos cortos de miras.

Aprender bien un idioma es una de las satisfacciones más gratificantes y, hoy en día, imprescindible en nuestro mundo globalizado. No podemos olvidar que favorece la universalización del conocimiento humano en todas y cada una de sus manifestaciones, científicas, literarias, lúdicas etc., y contribuye, sin la menor duda, a estrechar lazos entre los pueblos, no a deshacerlos o asfixiarlos con el nudo de la incomprensión.

Quiero volver a pasear por las Ramblas escuchando el murmullo del catalán y el español como dulce música de fondo. Me daría una pena infinita que uno sólo de nuestros niños catalanes tuviera que dialogar con cualquier otro niño de España en inglés, en francés o en cualquier otro idioma europeo, porque un nefasto día a algún saberut de turno se le ocurrió la feliz idea de que en Cataluña los escolares ya no aprendieran a hablar español. 

Por Elena Méndez-Leite

on Saturday, March 10, 2012
"No consideramos que la justicia se nos presente por naturaleza, porque sí, sino porque se puede enseñar y se aprende con la práctica". Platón

Entrevista al conocido magistrado Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores número 1 de Granada, famoso por sus sentencias ejemplarizantes y aleccionadoras, así como por su claridad a la hora de tratar los temas relacionados con la educación de los menores. 

La duración total es de unos 40 minutos, pero sin duda merece la pena escucharle, tanto por su sentido común, como por denunciar el relativismo y el papanatismo imperantes durante los últimos años en el entorno educativo, cuya últimas consecuencias son esas pavorosas cifras de fracaso escolar, violencia, delincuencia juvenil y la situación límite que también viven muchos padres, amenazados o atemorizados por sus hijos.


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on Friday, March 9, 2012
Stefan Zweig
Reseña Literaria: "DOSTOIEVSKI", de Stefan Zweig.

Stefan Zweig nació en Viena en 1881 y murió en Brasil en 1942; fue uno de los grandes escritores universales. Se suicidó en Petrópolis a causa de una depresión, en compañía de su segunda esposa.

Más que la literatura, le interesaron la vida y el mundo. Hombre de letras ajeno a la polémica política, Zweig contempló en sus obras el panorama espiritual de aquel tiempo, estudió a los escritores jóvenes, examinó el arte moderno e hizo una síntesis de la vida intelectual que le rodeaba.

La obra suya que más me ha gustado fue La curación por el espíritu, aunque también disfruté mucho con Momentos estelares de la humanidad. En el ámbito de sus biografías, me parecen imprescindibles María Estuardo, Fouché y Montaigne.

En 1920 y en el período más fecundo y brillante de su actividad literaria, escribe la biografía de Dostoiewski, que forma parte de una serie de ensayos, con una crítica psicológica en los que se aprecia la clara influencia de las doctrinas de Freud.

Entre Dostoiewski y su destino se libra un combate sin tregua, una especie de amorosa hostilidad. Todos los conflictos agonizan dolorosamente, todos los contrastes aumentan su dolorosa tensión hasta el desgarramiento. La vida le hace sufrir porque le ama, y él la ama porque le aprieta hasta ahogarle, pues este hombre, en quien reside la mayor de las sabidurías, sabe que en el dolor se guardan las más grandes posibilidades del sentimiento.

Lo que parece castigo y prueba es, para este sabio, fuerza y ayuda, y lo que rinde a otros hombres, hace erguirse al poeta. Sus energías se aceran con los golpes que a un débil aniquilarían.

Dostoiewski es el hombre nuevo que está por encima de todas las clases: su alma, encendida y sedienta de su destino, anhela el contacto y unión que el otro aborrece, conoce al hombre más profundamente que nadie antes que él.

El mundo de este novelista es, acaso, la más perfecta alucinación del mundo real, una típica y profética pesadilla del alma, un sueño que sobrepasa a la realidad; pero siempre un mundo realista, que a fuerza de realismo se rebasa a sí mismo hasta rayar en lo fantástico. Dostoiewski, superrealista, infractor de todas las fronteras, no se limita a pintar la realidad: la exalta sobre sus propios goznes.

Por Martín Hernández-Palacios

on Monday, March 5, 2012
No sé muy bien porqué tenemos la costumbre, casi diría yo la manía, de esperar alguna fecha señalada para abandonar hábitos inconvenientes, emprender actuaciones distintas o librarnos de fantasmas familiares. Según recientes estadísticas la mayoría de los ciudadanos comienzan sus regímenes de adelgazamiento los lunes, se proponen dejar de fumar a la vuelta de las vacaciones, deciden que en Semana Santa es buen momento para adquirir la costumbre de caminar al menos media hora al día y en Navidad aprovechan las últimas páginas de su agenda para programar los beneficiosos cambios de vida a los que deben someterse el próximo año. La verdad es que yo me pregunto si las estadísticas se fundamentan en la paranoia de nuestras buenas gentes o si, a causa de las estadísticas, están consiguiendo que todos estemos cada día más chiflados. Debo reconocer que no soy el mejor juez para este asunto. La estadística es parte fundamental de la economía de hoy y yo siento tal indignación por el zarpazo propiciado a la que en su día fuera tan hermosa disciplina, que desearía no tener que entrar en tratos con ella por el momento. 

Hace ya un montón de años, o sea los que ya no tengo, fue en positivo la rueda que movió el mundo. Hoy es, tristemente, el freno que nadie consigue desbloquear.

Con tantos avances de la técnica, que para mí tengo han propiciado, en parte, el retroceso de la humanidad, se nos ha olvidado todo lo que de bueno nos enseñaron en nuestra infancia y en nuestra juventud. Casi nadie hablaba entonces de macroeconomía ni de zarandajas. Para nosotros economizar era, nada más y nada menos, que administrar bien los escasos recursos de los que disponíamos. A los niños de aquellos tiempos nos daban, en el mejor de los casos, cinco pesetas los domingos y pare usted de contar. ¡La de cuentas que teníamos que hacer ante la puerta del Retiro para adquirir nuestra bolsa de chucherías integrada, más o menos, por diez caramelos "Saci", un cucurucho de pipas, otro de chufas, un chicle "Cheiw", un sobre sorpresa, diez cromos de "Bambi" y un trozo de paloduz!

Aún recuerdo el rapapolvos que me echó mi madre porque le cambié a una compañera de colegio mi goma de borrar "Faber" por una postal de Santander: "¡no os dais cuenta de lo que a tu padre le cuesta ganar el dinero...!". Es posible que no nos diéramos cuenta de que papá se levantaba el primero aunque hubiera estado traduciendo o trabajando en su libro, el que fuera, hasta el amanecer, pero les aseguro que por aquel entonces nunca consideré que aquellas noches, casi en vela, fueran penosas para él, porque si hay una imagen del sosiego, la satisfacción y el agrado ésa era la de mi padre sentado ante su mesa de trabajo, dale que le dale a las teclas de la Remington, con un "bisonte" mordisqueado entre sonrisas; mi madre leyendo o haciendo ganchillo a su lado; un disco de Cole Porter, de Turina o de Gershwin en el viejo gramófono de cuerda y yo, jugando en el suelo, intentando pasar desapercibida para que se olvidaran de mandarme a la cama.

Todos estos recuerdos han vuelto a mi mente,  con la carta de un viejo amigo de una población berlinesa que, tras la caída del muro de la vergüenza, tuvo que habituarse de la noche a la mañana a contemplar toda clase de opulencias, sin los medios adecuados para disfrutar de ella. Después de más de treinta años, fueron adaptándose como podían a ese cambio traumático de vida y costumbres. Los entonces niños son ya adultos a los que ha costado menos integrarse en esa rueda imparable del consumo, porque apenas recuerdan otra cosa. Los mayores, sabiendo que no tendrían el tiempo ni la capacidad necesaria para hacerlo, se aprestaron a vivir el día a día remendando, a fuerza de tesón, los mil y un descosidos y sin sentidos que durante cincuenta años les destrozó la vida.
  
En nuestra España, el cambio del concepto economía-ahorro por el de economía-poder adquisitivo no se produjo de forma tan drástica. Entramos en el llamado progreso piano-pianito y casi sin darnos cuenta. Los productos que hasta entonces nos habían "tentado" desde las emisoras de radio, eran casi, casi de primera necesidad y además, no podíamos verlos. Con la proliferación de escaparates rebosantes de artículos preciados y preciosos y la instalación en nuestros hogares de los primeros televisores, todo aquello nos entraba por los ojos una y otra vez hasta que el deseo de posesión se hacía irresistible. Al propio tiempo, comenzaba una bonanza económica y un desarrollo creciente. Aumentaban los salarios; los puestos de trabajo se multiplicaban. Europa no solo se acercaba a nosotros sino que como despertando de un mal sueño nos dimos cuenta de que: "Europa, c’est moi". Un viento de ilusión y progreso barrió ideologías, costumbres, modos de ser y formas de vida y toda la vieja España quiso dejar de ser diferente y convertirse en una joven nación tentada, cautivada, mordida y apresada por un nuevo becerro de oro: el consumo. Durante años las palabras más utilizadas fueron; ganar, aventajar, invertir, comprar, disponer, atesorar, gastar, disfrutar... competir. Más tarde se completó el cupo con otros conceptos dolorosamente preocupantes; derrochar, dilapidar, sobornar, estafar, prevaricar, despojar, corromper, malversar, robar...

Aquellos amigos de la Alemania del Este, tuvieron que pasar de la nada al todo sin preparación previa. Nosotros, parece ser que vamos a pasar del todo a la nada de la misma manera, y no cabe duda de que lo segundo es más peliagudo, porque a lo malo no es fácil acostumbrarse. No hemos elegido la fecha, el modo ni los medios de poner orden en aquel desconcierto. Como un castigo bíblico la crisis se ha encargado de ello, pero yo no sé si habían reconocido, antes de esta debacle, los síntomas de angustia, malestar, envidia y rencor a flor de piel, provocado por un macro materialismo que arrinconando valores se enseñoreaba de vidas y haciendas, provocando cada vez más insatisfacción, más odios contenidos, más discriminación, mala voluntad y deseos de venganza. 

Hace unos días alguien me preguntaba: ¿Cómo crees que va a terminar esta situación? Me pilló desprevenida porque últimamente vivo en un presente ocupado y preocupado que apenas me deja tiempo para meditar en lo que pueda ser de nosotros unos meses más allá pero, tras un fin de semana dándole vueltas al asunto, creo que lo que hemos sufrido ha sido una situación de guerra sin armas en la que no ha habido muertos, pero si infinidad de heridos económicos de mayor o menor gravedad. Dejemos de lamentarnos. Si seguimos buscando culpables nos reconcomeremos en nuestro afán de venganza, retrasaremos la solución y quizá mañana sea ya tarde. 

Desde tiempo inmemorial España fue una nación alegre y entregada, aun siendo un país de escaso salario y abundante tarea; de poco que comprar y mucho que soñar, y en el que la mortalidad infantil, las pestes, las batallas o la emigración paliaban con crueldad el problema del hambre en la población. Tiempos después, mediado el siglo XX, la sociedad española supo salir de una guerra feroz y fratricida; de la miseria, y posteriormente, de cuarenta años de aislamiento y dictadura. Sí superamos esos infiernos, ¿A qué echar ahora las campanas al vuelo? ¿No vamos a ser capaces todos juntos, de borrar de nuestro PC los polvos que trajeron estos lodos y de reconstruir nuestras vidas sin prisa pero sin pausa, amoldándonos sin miedo a la austeridad presente, hasta que lleguen tiempos de bonanza… que llegarán? Lo que procede es mirar hacia adelante, esperar que estos nuevos aires que soplan en nuestra tierra vengan de la mano de personas eficaces, honestas y con sentido de la responsabilidad, y los que aún estamos sanos, unirnos al común esfuerzo, apretarnos el cinturón lo que haga falta, y reinventarnos una nueva, consciente y distinta, pero no menos hermosa, felicidad.

Por Elena Méndez-Leite