on Sunday, September 30, 2012
Fotografía: Rafa Llano, "Enseñando el Interior"
Con los avances de la técnica, cada vez es menos frecuente hallar, entre el montón de misivas que se depositan a diario en nuestros buzones, una carta que nos traiga noticias de algún ser querido. Solo, de vez en cuando, tenemos la oportunidad de alegrarnos o dolernos con ellos por medio de participaciones de bodas, bautizos, comuniones o esquelas. El género epistolar, como medio de comunicar emociones y sentimientos, ha caído tristemente en desgracia, y digo tristemente porque cuando el progreso barre sin ton ni son, y con la cizaña arranca el trigo, nos va segando pedazos de humanidad, nos despersonaliza y, al final, pasamos a formar parte de una lista de direcciones y de nombres sin rostro a los que se accede, según convenga y, casi siempre, sin haber sido consultados previamente, para utilizarnos, cuando menos, como objeto de mercado, con solo apretar una tecla en el ordenador. No sé si a ustedes les habrá ocurrido más de una vez, pero a mí cada día que pasa me resulta más chocante recibir correspondencia a través de la Red, no solo de las más variadas regiones de nuestra geografía, sino de Europa e incluso de América, Asia y otros lugares del globo, algunos de los cuales no he visitado en mi vida. Dichos mensajes suelen incluir los datos correctos e incluso son capaces de señalar alguna de mis preferencias. En muchos de ellos me ha correspondido, o estoy en óptimas condiciones de alcanzar, algún premio fabuloso, casi siempre relacionado con automóviles o viajes, y todos, absolutamente todos, suponen un desembolso económico o la solicitud de registro en la página remitente que ni he solicitado ni, en la mayoría de los casos, descubre su objetivo ni identidad. Estos correos no suponen para quien los recibe más que la aplicación del sentido común de no meterse en libros de caballerías y la molestia de irlos eliminando cada vez que aparecen en la pantalla del ordenador pero ¿quien les proporciona a estos desaprensivos  nuestras señas, nuestros nombres, nuestros gustos y apetencias, como se permiten el lujo de entrar en nuestros hogares sin que nadie les haya dado permiso, violando nuestra intimidad, y lo que es mucho peor, la de posibles niños o adolescentes?

Como hoy en día hay ya tantos despropósitos, al final uno va tolerando que ocurran estas actuaciones, procura por todos los medios asegurarse de con quien establece contacto, e intenta aferrarse al lado positivo de que son solo tristes excepciones; de que quizá alguna de dichas ofertas sean útiles para algunos; de que estos son momentos de crisis; de que hay que sacrificarse en bien de la comunidad; de que todos tenemos que comer; de que así funciona la vida moderna; de que a ver si es que te estás quedado trasnochada; de que no son estos tiempos para timoratos y de… ¡que sé yo!

Hasta ahí pase, pero cuando alguien recibe un correo con un contenido manifiestamente irrespetuoso y de oscura interpretación, o con una carga emocional de distintos alcances que van desde la provocación al engaño e incluso a la pornografía bajo el amparo del anonimato; cuando hay alguien capaz de jugar suciamente comerciando con los sentimientos, dando torpemente doble sentido a todas y cada una de las palabras o imágenes de un texto, creando confusión y habiendo podido provocar una situación familiar o personal inconveniente, si no conflictiva; cuando quien creíamos amigo y confidente, se burla de nuestra buena fe y traiciona cualquier manifestación de cariño o confianza exponiendo sin el menor pudor imágenes solo a él entregadas, la cosa pasa a mayores y ya no es solamente un problema de la desvergüenza de los demás sino, cuando menos, de nuestra falta de sentido común. Ya somos todos lo bastante mayorcitos para habernos enterado de que el ojo de internet es todopoderoso y universal. Tampoco se nos debe ocultar que nuestra intimidad merece ser respetada en primer lugar por nosotros, si pretendemos que la respeten los demás. Todo lo que es precioso debe ser especialmente protegido porque la crueldad; la envidia; el desamor; la malquerencia y otras alhajas por el estilo están siempre al acecho buscando lo que más pueda doler al individuo que pretenden hundir, y aprovechan el menor descuido para arrinconar la belleza de los sentimientos y excavar en la basura de los peores instintos haciendo mofa y befa de todo ese conjunto de valores universales que desde tiempo inmemorial ennoblecen al individuo, lo alejan de su instinto animal y engrandecen su paso por este valle de lágrimas.

Éste ha debido ser el caso que en las últimas semanas ha ocupado los comentarios de los periódicos y los canales de televisión. Ha sido una más de las serpientes del final de este caluroso verano y, dentro de unos días ya nadie se acordará del individuo, aún desconocido, que colgó las fotos inconvenientes de una señora en las redes sociales, traicionando a la propietaria y mostrado al propio tiempo su falta de hombría de bien y pundonor. Tampoco, tras unos días de rumores y murmullos, la protagonista deberá sufrir mayor bochorno o conmiseración que el de su propia estulticia.  Sin embargo, por aquello de escarmentar en cabeza ajena, podríamos sacar de este hecho, deleznable en muchos sentidos, alguna buena lección.

Hace ya tiempo que venimos presenciado que las faltas de respeto son el pan nuestro de cada día; que las buenas maneras desaparecen como por arte de magia; que el quítate tú para ponerme yo rema en todas direcciones y que las relaciones familiares, empresariales, políticas y laborales de cualquier signo están basadas en un egoísmo a ultranza y en una serie de connotaciones que poco tienen que ver con el esfuerzo, el mérito, la educación y el buen hacer. La descalificación; el insulto; el grito; la provocación y la ausencia del buen gusto preside conversaciones, tertulias y comentarios en los distintos medios de comunicación.  Todos quieren hablar a la vez, no se respetan turnos ni argumentos y acaba siendo un guirigay de imposible factura. De otro lado, el ser humano ha pasado a ser un artículo comercial mejorable a base de ejercicios de musculatura en salones repletos de distintas y carísimas maquinarias; de la implantación de órganos plastificados que disimulen carencias o las suplan; o de la ejecución de operaciones quirúrgicas de embellecimiento, con mejor o peor resultado, pero siempre de altísimo coste. La vejez es algo que no solo hay que prevenir sino curar, porque las arrugas ya no son signo de haber vivido sino de que ya no hay vida para quien se presenta con ellas ante la sociedad.  

Mientras, la juventud, que es el único valor que cotiza al alza, contempla el estúpido ejemplo que les damos al tiempo que, desesperanzada desde el paro, ve como van pasando los años por ellos, sin trabajo, sin ganancia, sin el menor acicate que mejore su vida, apenas sin estrenar.

Ciertamente, no son todos estos elementos los que ayudan a propiciar el respeto ajeno, porque va resultando complicado respetarse a uno mismo en esta situación, y un día de tantos días ociosos se encuentra una palabra afable y atrayente en cualquier chat al uso, y al otro se entabla una amistosa relación y comienza el divertimento con la exposición de unas fotos que te hiciste aquel verano mágico de tu vida, y las difundes por la red sin pudor, y tu cuerpo desnudo se pasea por millones de retinas y tu ya no eres más que un cuerpo expuesto al sol… y como el agua derramada, ya no hay quien recupere el respeto perdido, simplemente porque tú, homo sapiens pero menos, no lo  tuviste contigo mismo cuando un buen día se te ocurrió una idea absurda y, seguro que sin pensarlo detenidamente,  apretaste la tecla de tu ordenador.

Por Elena Méndez-Leite

on Friday, September 21, 2012
"Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje". Yevgeny Yevtushenko

Vivimos en un mundo que día a día se hace más pequeño. En una alocada carrera por aumentar la curvatura de nuestra esfera, las fronteras reales se difuminan y desaparecen, por más que haya quien se empeñe en atizar o levantar barreras virtuales o desvirtuadas; irresponsables, irreales, imposibles... trasnochadas. Un mundo menguante, en donde las ideologías engañosas y deformes crecen imparables, hundiendo sus raíces parásitarias y trepadoras en la abundancia de nuestra torpeza, de nuestra cerrazón, de nuestra incultura; de nuestra visceralidad. Obesidad mórbida del ego, por encebamiento a base de necedad.

Y todo ello a costa de la ética, enferma de anorexia, pues poco tardamos en vomitar virtudes como la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia, si con ello andamos más ligeros de equipaje para alcanzar ese paupérrimo y fugaz éxito social, por el que casi todo lo damos. Hasta el orgullo y el honor nos ponemos por montera: si es necesario los brindamos al respetable de los tendidos, sin importar sí caerán sobre la arena por el lado adecuado o del revés. Todo por la pasta; todo por la pose. Y al final del pasillo, la discapacidad... la discapacidad ética, derribando a hachazos la puerta tras la que se esconden, aterrados, nuestros sueños; nuestros proyectos; nuestra felicidad.

Por desgracia y por encima de fronteras y continentes, la situación no es sólo algo típico de nuestra maltrecha España: es extrapolable a otras muchas regiones del planeta, en donde la ética también se encuentra postergada y anoréxica. El relativismo y la subjetividad, el economicismo galopante o ese bárbaro y aberrante proceder de una casta política irresponsable e indigna, que tan miserablemente antepone lo propio al bien común, campan a sus anchas entre los bastidores de la mayoría de las democracias. Con todo, tener que ir de tapadillo para ejercer la sinvergonzonería es casi una suerte, comparado con las macabras representaciones que abiertamente tienen lugar en los escenarios de los sistemas autoritarios, a la luz de los focos y al calor de su tórrida y bífida propaganda.

En unos y otros, la ética y la moral son travestidas con el maquillaje esperpéntico de las ideologías, buen disfraz para la indecencia y la indignidad que, a tan alto precio, políticos y especuladores sin escrúpulos, venden al resto de la raza humana. 

Son malos tiempos para dar la cara ante la Vida, para no bajar la mirada ante nuestra conciencia. Lo misérrimo se ha encumbrado hasta la cima social y los principales puestos de liderazgo y responsabilidad; desde allí se obceca en desterrar a todo aquello que pueda poner en riesgo su oscuro reinado, ignorando que al final serán amos de un páramo, gobernadores de un erial, reyes de un yermo. De un mundo tan vacío como su conciencia, en donde únicamente se escucha el estruendoso silencio de su miserable condición: verdaderos majaderos, necios e iletrados, que componen una cohorte de los más indignos personajes que hayan podido poblar la tierra desde el principio de los tiempos.

La indignación crece y también supera fronteras.

Por Alberto de Zunzunegui

on Tuesday, September 18, 2012
La dama de hierro alemana, Frau Angela Merkel, llegó a Madrid en un día soleado y veraniego. Así hacía pensar la toma televisiva en las escaleras del Palacio de la Moncloa y el tentativo de hacer sombra a sus ojos con la mano. Como si fuera un “a tus órdenes, Mariano, aquí estoy”. Pero de eso nada, ya que la canciller Merkel expresó gran satisfacción y afirmó que “no había venido a decir a España qué reformas tenía que hacer”. Bueno, Achtung, ya lo ha dicho por activa y por pasiva, seria y sonriente, enfadada y relajada, sentada y de pie. La letra de la partitura en su lieder económico ya se lo han aprendido los líderes políticos en Atenas y Roma, París y Bruselas. Por la cuenta que les trae en términos de rentabilidad política y económica en sus respectivos países. 

Nadie quiere que las aspas de los molinos de viento se paren y en el arranque giren en dirección opuesta. Los roces y malhumores están perfectamente maquillados detrás de las sonrisas de rigor y de la aparente informalidad oficial. Para algo sirve el aguarrás herbal del protocolo y el agasajo verbal de la diplomacia. Una breve visita, sin pernoctar en la capital, respaldada por la presencia de una nutrida orquesta de financieros y empresarios dispuestos a hacer negocios y establecer acuerdos. Una especie de Wall Street, construida cuidadosamente a medida, para apoyar, defender y proteger los buenos propósitos de la canciller alemana. Todo para que la soga al cuello no nos la aprieten demasiado, como lo han hecho hasta ahora, siguiendo el compás y la batuta de Frau Merkel, y así podamos respirar mejor y más holgadamente, ahora que el verano pliega sus velas y llegan los primeros días del otoño. Es hora de labrar el terreno, preparar la siembra y esperar a recoger buena cosecha. Pero esos tiempos son muy largos, requieren gran dosis de paciencia y exigen la capacidad de no rendirse ante los primeros vientos fríos, evitando que las heladas invernales empeoren el terreno intricado y resbaladizo de las relaciones internacionales en la EU. Aunque los mandamases digan que hay que impulsar y salvar el euro, que todos rememos en la misma dirección y que vamos a resolver los problemas económicos, el mensaje que percibe la ciudadanía no es exactamente el que pretenden transmitirnos los líderes políticos. ¿Europa a dos velocidades? No hace falta ninguna declaración oficial, las dos velocidades es una realidad y con toda probabilidad se introducirán otras marchas en los próximos años. Quizás “la madre de todos los problemas” sea el hecho de que la economía y los mercados se han apoderado del sillón de mando en los países de la  UE, no dejando coger el volante a la política insobornable, a la ética iluminada y a la democracia ponderada.

Llevamos meses de sofoque económico, de recortes puntiagudos y de embestidas europeas que al final del día, ni solucionan los problemas, ni nos dejan despegar. Todo ello influye en el humor de los ciudadanos que se vuelven más egoístas, más criticones y menos solidarios, aunque parezca lo contrario. Uno oye decir: “¿Por qué tenemos que ayudar a los emigrantes si los indígenas de aquí no tienen trabajo? ¿Porqué nos preocupamos de los pobres en la otra cara del mundo cuando los tenemos entre nosotros?”. Son síntomas preocupantes de una sociedad que se siente malherida, golpeada, resentida. Esto no es ideología barata y pasajera, sino una cruda realidad que tiene caras y rostros en los cuatro puntos cardinales de nuestro país. Las turbulencias políticas, la inflación ética y los ríos revueltos de la economía no ayudan en modo alguno a la construcción de la convivencia cívica, de la democracia efectiva y de la libertad responsable.

Las fuerzas decaídas y los recursos menguados de una nación no pueden flaquear y disminuir todavía más por la tensión social, la irritación juvenil y la incertidumbre cotidiana. Ha llegado la hora de desmelenar la política y convertirla en espacio ético para la respuesta eficaz a los problemas de la sociedad. Si de las instituciones del Estado y del debate político no nacen soluciones viables y concretas, la política se ha desvirtuado, languidece, se ha deteriorado y va de capa caída. A los ciudadanos nos cuesta descifrar el discurso político porque vemos el universo social empedrado de grandes palabras, elocuentes declaraciones y magníficos propósitos. Por no hablar de improperios, rabietas y acusaciones. Pero a la hora de la verdad, la senda estrecha se está transformando en un profundo y amenazante desfiladero. No obstante, sigo esperando y creyendo en la capacidad de los líderes políticos para afrontar serenamente los retos y resolver con acierto los desafíos. Tengo que decir que la sensación generalizada de los ciudadanos es que la política (gestión de la “polis” en su acepción original griega) se ha trasformado en un aparente y duro forcejeo entre tendencias opuestas, cuando en realidad todos están comiendo la miel del mismo tarro y gozando de los mismos privilegios. 

El acoso de la crisis y su penosa salida del acoso no son solamente una cuestión de rebajar el déficit, pagar las deudas y crear empleo, sino de moldear, elaborar y forjar, sin mas tardar, un clima político saneado que haga posible el alcance real de esas metas. Hay demasiados partidismos, muchos tapujos ocultos y un sinfín de trapos sucios en la política actual. El ciudadano de a pié no entiende muy bien cómo funciona la justicia cuando los políticos son protagonistas. Uno espera que llegue el día en que la clase política tenga que dar cuentas ante la justicia de la mala gestión (robo, malversación, corrupción, chantajes, prebendas, tramas, enredos, falsificación de cuentas, apaños, estafa, etc.) en el gobierno del país. Veremos hasta dónde llega la Ley de Transparencia y si hay cotos cerrados con los carteles como “seguridad”, “reservado”, “secreto”, “confidencial”. ¿Sabremos algún día los miles de propiedades e inmuebles que posee el Estado, a qué están destinados y qué beneficios proporcionan? Si lo publicaran en edición livre de poche, se convertiría en un bestseller,  Hacienda haría un buen negocio y sería una buena resolución para la educación del Estado. No creo que todo sea trigo limpia y agua cristalina en la gestión y administración del patrimonio estatal, que en definitiva es el patrimonio de la nación y por lo tanto de los ciudadanos y ciudadanas de este país. Porque, si la democracia y la justicia no iluminan al Estado, pondremos hilo de espino para que sean solamente los privilegiados los que se enteren de los bienes de la nación. ¿Se gestiona y administra con transparencia, justicia y ética el patrimonio de los ciudadanos?  Como nos dicen que se “toca el fondo de barril” y “no hay pasta” etc., pues las instituciones del Estado tendrán que hacer un esfuerzo suplementario para hacer fructificar, controlar y mejorar la administración del patrimonio nacional. ¿Es esto pedir peras al olmo? Pues sinceramente no lo creo que lo sea si hablamos de un Estado de derecho y se nos cae la baba de orgullo nacional cuando pronunciamos esas palabras. Las reformas, de las que tanto se habla, también tienen que ver con el uso de las palabras y la explicación del contenido de las expresiones que se han convertido casi es eslóganes. Lo malo está en que si preguntas no siempre obtienes respuesta y lo peor es cuando buscas una explicación y te contestan que “todo está claro”. Sí, como una noche sin luz ni luna. 

Personalmente, lo de “la inmunidad parlamentaria” me huele a chamusquina y suena a mis oídos como un pisoteo insolente a la ética, a la democracia y a la justicia. Y más cuando nos referimos a las naciones que se precian, jactan y enorgullecen del desarrollo, de la libertad, de la justicia y del Estado de derecho. ¿Me habré equivocado? Expreso libremente una opinión personal y no creo ser el único en hacerlo. Sigo preguntándome: ¿Por qué los garantes institucionales de la justicia tienen miedo a sentarse en un tribunal de justicia, si están limpios de paja y polvo? Entonces, comencemos por las reformas serias en las instituciones (¿No hablan de reformas estructurales?) y a exigir ética, seriedad y responsabilidad a los que debaten el camino a seguir, votan las leyes y nos gobiernan. Porque el primer peldaño de un estado democrático es que ante la justicia todos los ciudadanos y ciudadanas, sin excepción alguna, sean iguales ante la ley.  Sin la brújula de la ética en el ejercicio de la política más que soluciones seguiremos viendo el laberinto de enjuagues y trampas, asistiendo al enredo de amaños y trapisondas, presenciando la confección de remiendos, parches y camuflajes. 

Los hábiles bolseros y astutos corsarios del norte ya han hecho las gangas a costa del azote malsano y feroz de la crisis, que ha dejado las espaldas dobladas, maltrechas y doloridas a Grecia, Italia, Portugal y España. La Corte Suprema de Alemania condenó al Deustche Bank en 2011, obligándole a indemnizar a los clientes por el engaño y la estafa de los derivados. Por lo tanto no todo es agua de rosas y lavanda de primavera en el país del wurst y de las kartoffel. En la era telemática los millones viajan y se mueven a la velocidad de la luz. De un lado para otro. Muchos acaban en guaridas montañosas, otros en cuevas marítimas y demasiados en paraísos tropicales. Como siempre, arrimándose al sol que más calienta. Solamente de España han salido, con viaje low cost, mas de 226.000 millones de euros en lo que llevamos de año. A los entendidos y expertos no les entra el tartamudeo cuando nos dicen, que diariamente 1.200 millones de euros “se fugan” de nuestro país, en “busca de trabajo” allende el Pirineo. Así pueden aliviar “los problemas del paro” y ayudar el flujo del cash en otros países europeos, como en la hermética Schweiz y en la trabajadora Deutschland. Para unos el engranaje grasiento y la polea vertical de la crisis los ha dejado vilmente colgados del madero. Sin embargo, para otros las luces variopintas de la crisis les trajeron el alba de un brillante y perenne amanecer. Brillo y lustre para unos, estropajo de alambre en la mano para otros. 

Ya sabemos de memoria que somos la Kriseland Spanien para la UE y que tenemos großen Finanzierungsprobleme. Pero eso no nos quita la dignidad como ciudadanos y ciudadanas, ni tampoco nos doblega en nuestra innata capacidad de superación. Lo que es cierto es que ya nos vamos hartando de las consignas europeas que llegan como dardos envenenados, sobre todo a los países del sur de Europa: España, Portugal, Italia y Grecia. No somos “un país jungla” en el que solo reina la juerga, impera el desmadre y rige el desbarajuste. Tampoco somos naciones (las del sur) a las que se puede tratar con reprimendas financieras, broncas políticas y zurras económicas. Si el BCE, o el EZB como le llama Frau Merkel, es una noble y solvente institución europea, venga sin demora a solucionar los problemas económicos y las dificultades financieras de los estados miembros de la UE. De una vez para todas, ya que los juegos malignos del sudoku bancario han acabado por volvernos tarumba. Sin rezos ni jaculatorias, sin promesas edulcoradas, ni esclavitudes humanitarias. 

Es evidente que la ética elemental y la gestión transparente piden seriedad, condiciones y plazos. Esto lo entiende el último de la clase. Para todo hay condiciones. Hasta cuando te toca el gordo: si no presentas el billete no cobras y si presentas una fotocopia tampoco cobras. Lo mismo ocurre cuando vas a un comedor de la Caritas: que por lo menos te pongas en la fila. Por lo tanto, los políticos sabios y sesudos que andan zarandeando al rescate y pataleándolo para que no se admitan condiciones, deberían otear el horizonte y percatarse de que las condiciones son parte esencial de todo quehacer humano. Es algo así como el que dice: quiero viajar, pero no quiero moverme; quiero ver la tele, pero no quiero encenderla; quiero respirar, pero seguiré tapándome la boca y las narices.  

Sin embargo, no queremos que nos abran die koffer y llegue la riada dorada de millones de euros a nuestras costas, laderas y colinas. Entendemos que el BCE no es el marktplatz de las vacas locas, ni el suk del regateo económico. Tampoco deseamos que el rescate del BCE se convierta en una limosna denigrante, ni en una ayuda maldita. El Presidente Mariano Rajoy en su entrevista en TVE (lunes 10 de septiembre) dijo: “el BCE ha abierto la ventanilla”. Por lo tanto, la petición de rescate no nos tiene por qué llenar de vergüenza, término que no parece estar muy de moda, ya que en política hay muchas burbujas y difícilmente se admiten clara y llanamente los fallos, los errores y las meteduras de pata. Habrá que esperar para ver el número que nos toca y dirigirnos a “la ventanilla” correspondiente. Pero la petición del rescate podría tener ineludibles costes políticos y ser interpretada como un rotundo fracaso del Gobierno, con el peligro de que la bancada de los opositores se alzase como un furibundo tifón democrático. 

Comprendemos que los requisitos exigidos no tienen que transformarse en una trampa letal y mortífera, que lejos de ofrecer una solución válida y una vía eficaz para la economía, fuertemente resentida, el paro rampante y el empleo juvenil, se conviertan de noche a la mañana en una rabiosa y furibunda mordedura, que nos desgarre ulteriormente y dé al traste con todas las expectativas de recuperación. 

Siempre me ha extrañado que nunca hemos oído hablar de la apatía institucional en la UE, cuya obligación ética (¿o no hay ética en política?) era analizar sumariamente lo que estaba ocurriendo en los mercados y examinar sin retraso las andaduras de la economías nacionales en los últimos años. Esto hubiera ayudado a tomar las medidas necesarias para que “los recortes” no sigan abrumando, arrinconando y ahogando a millones de personas en la UE. La dignidad de los estados europeos, plasmada en la vida de cada ciudadano y ciudadana, no puede permitir ser tratados a patadas y a empujones. Como si fuéramos borregos o solamente números de los censos nacionales. No nos hemos de extrañar que haya mucha voces antieuropeas Esta no es una crítica negativa de las instituciones europeas, ni una acusación contra la UE. Creo hacerme eco de la frustración diaria, incrustada en la vida de miles de ciudadanos europeos de todos los niveles sociales, para quienes el espectro de la pobreza, del desencanto y de la desgana ha entrado ya por el umbral de sus domicilios familiares. Parece que nos da vergüenza hablar de los millones de europeos que viven por debajo del umbral de la pobreza. ¿O es que no son ciudadanos de esa Europa Unida que, nos dicen, hay que preservar, construir y cimentar? El fogonazo incandescente de la crisis económica nos ha ofuscado la mente y trastornado el alma. Queremos darle lustre y sacar brillo a los viejos zapatos, pero quizás convendría mirar a las suelas y ver si están en buen estado. No vaya a ser que resbalemos, nos demos de bruces y nos hagamos daño porque las suelas estaban desgastadas, agujereadas y perforadas. Cuando es solamente la economía a regir los destinos de los pueblos, difícilmente progresarán los derechos, funcionará la ética, habrá espacio para la democracia. Será difícil, complicada y trabajosa la consolidación de la buena política como instrumento que refuerce en todo momento la dignidad de cada persona, por encima de toda diferencia. Y la diversidad, en su imponente abanico de colores y expresiones, es uno de los ingredientes fundamentales y de las características esenciales de la humanidad. 

Desde hace mucho tiempo me hago tres preguntas: ¿Qué recortes ha hecho el Parlamento Europeo en Bruselas y Estrasburgo en materia de gestión, viajes y administración? (1). ¿Qué recortes ha habido en los sueldos, dietas, jubilaciones, desplazamientos y privilegios de los miembros del Parlamento Europeo? (2). ¿Qué recortes se han llevado a efecto en las instituciones europeas como el BCE, el Consejo de Europa, la Comisión Europea, etc. (3). Algo parecido deberíamos preguntarnos sobre España para ver hasta qué punto los recortes han afectado a las instituciones: sueldos, dietas, coches oficiales, subvenciones, viajes,  jubilaciones, vacaciones, ordenadores, móviles, tabletas, viviendas, despachos, ayudantes,  privilegios de la más variada índole. Es en esta partida donde el ciudadano de a pie quiere ver implementada seriamente “la fórmula de los recortes”. No lo tomen en serio, pero, entre nosotros: ¿Fichan los diputados en el Congreso y los senadores en el Senado? ¿O es “entrada libre” y “salida libre”, un poco como la “barra libre”?. Causa una mala impresión  y desagrada todavía más ver los escaños vacíos, y no sólo, mientras un diputado o diputada habla ante la Cámara. Me he preguntado muchas veces sobre la responsabilidad de los que ocupan el hemiciclo. Conocemos la respuesta tangencial: “se trabaja en comisión”, “el trabajo real se hace en….”, etc. etc. Todo eso está muy bien, pero entonces habría que hacer “reformas estructurales” que afecten también a la institución del Congreso en su forma y manera de gestionarlo más eficazmente. 

Ah!, y se me olvidaba hacer otras tres preguntas en materia de recortes: ¿Necesitamos realmente el Senado? (1). ¿Necesitamos un número tan elevado de diputados en el Congreso cuando tenemos 17 Parlamentos autonómicos? (2). ¿Necesitamos todo el tinglado institucional de ministerios y tribunales, consejos y grupos, comisiones y subcomisiones, diputaciones y ayuntamientos para gestionar, administrar y gobernar la nación, y sobre todo para solucionar adecuadamente y resolver dignamente los ingentes problemas del país? (3). Las preguntas no tienen por qué ofendernos o amedrentarnos, si de verdad creemos en la inteligencia, la libertad y la dignidad del ser humano. He puesto esas preguntas sobre el tapete ya que nos hablan de “reformas estructurales”, que supongo también incluyen las instituciones fundamentales del Estado. Si los que utilizan esa terminología tienen en la mente sólo la economía y la banca, entonces lo más oportuno y apropiado sería hablar de “reformas económicas”. Como siempre, la dignidad del ciudadano exige que los gobernantes  le expliquen el contenido de las palabras, sin que constantemente tenga que tocar el picaporte de las instituciones. Exponer las leyes con claridad y explicar las decisiones sin rodeos es un ejercicio, no solamente idóneo y saludable para la democracia, sino también esencial y necesario para la libertad y convivencia de los ciudadanos.  

La finalidad de la breve visita de Frau Merkel era entrevistarse con el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Hasta aquí todo liso, llano y fiel al guión establecido. Alles Ordnung. Fotos, declaraciones ad hoc, sonrisas de luna llena y un sobrio Mittag essen que preveía el Protokoll hispano alemán. Toda la preocupación se centraba en el ruidoso universo de la Bolsa, con sus altibajos monetarios a los que nos tiene tan acostumbrados. Siglas, números, códigos, nombres, tabletas, teléfonos. Todos que miran a lo alto como si estuvieran esperando noticias del Curiosity, el robot marciano, que se está poniendo las botas de sacar fotos, o esperaran con ansiedad el maná celestial del eurorescate. Esa palabra mágica, rescate, ha entrado de gran protagonista en el vocabulario del S. XXI sin haber pasado por la Biennale de Venecia o la Pasarela de Cibeles. Pero ahí está, como el nuevo astro para iluminar agujeros, fosas, cunetas, pozos, recodos, barrancos, ayuntamientos, autonomías y ministerios. Porque sino te rescatan, ya no tienes protagonismo mediático, se olvidan de ti en los diarios y no te buscan con lupa para llevarte a algún plató televisivo. Tú te empeñas en seguir nadando al estilo mariposa, de aquí por allá,  pensando que estás en los Juegos Olímpicos de London 2012, pero te olvidas que Frau Merkel y sus risueños acólitos con gafas Dolce & Gabana nos tienen cogidos por el cuello y atados de pies y manos. Claro, en cuanto a economía se refiere. Tendrás que cambiar la tradición, porque esta vez  Spain no puede ser different. Y como vivimos en la época de la “sin vergüenza”  (¿Os acordáis de aquello de No War?, pues parece que eres como los demás y no es así Spain, esta vez, no puede ser different. Estamos acorralados y apabullados. Nos han puesto el cinturón bien apretado en la garganta. Lo del rescate a mi me recuerda otros términos como, naufragio, tragedia, katastrophe, desastre, salvamento, ruina, siniestro, emergencia, salvamento, liberación, socorro, trasfusión, ayuda, ambulancia, sirenas. Un poco de todo eso hay en el término “rescate”. Lo vemos en las expresiones populares: “lo han rescatado”, “pagamos el rescate”, “se ha salvado por pelos”, “lo han liberado”, “salió incólume”, “le llevaron a reanimación”, “le rescataron los bomberos”, “la unidad de salvamento rescató a inmigrantes de la patera”, “lo rescataron en el mar”, “no pudieron rescatarle debido a la avalancha de nieve”, “los secuestradores piden el pago del rescate”. Por lo tanto tenemos muchos ejemplos que nos ilustran la refinada entretela de esa palabra que pone nerviosos a los gobiernos de la UE. 

Si la llegada de Frau Merkel ha despertado mucho optimismo, tenemos que recordar que también ha levantado muchas ampollas, aunque haya subido la Bolsa a la azotea y haya bajado la prima de riesgo a la entreplanta. Las heridas dolorosas aparecen en la vida de millones de ciudadanos en paro, en miles de familias con escasos recursos, en miles de jubilados con pensiones mínimas. Y sobre todo, en miles de jóvenes para quienes los nubarrones del desempleo cubren de pesadumbre y llanto el horizonte del futuro. Porque en la madre patria no encuentran, ni ocupación, ni trabajo, ni futuro. Esa es la cruda realidad que no debemos cansarnos de repetirla hasta que veamos soluciones factibles y eficaces. No eslóganes roñosos, palabras huecas y enunciados de fiambre. Alemania está dispuesta a recibir ingenieros, programadores cualificados y técnicos de ordenadores que vengan de España o de otros países. Esa avalancha de gente joven, ambiciosa, preparada, capacitada y dispuesta a lo que sea, le cubre las espaldas, le asienta los lomos y le abre la senda del futuro a Frau Merkel y a sus sucesores. La historia se repite en todas partes y basta releer la historia de la Alemania de la posguerra para entender el éxodo y la emigración de miles de jóvenes de muchos países del mundo en busca del “oro” en Alemania. Hoy parece que “la ventanilla” está abierta, pero no sabemos para cuanto tiempo. Ventiscas, aguaceros y tormentas podrían llegar en cualquier momento en la UE. Los paraguas que tenemos difícilmente podrían soportar la lluvia torrencial de los euro-recortes que se lleva todo río abajo. Los únicos que se verían contentos son los reptiles y tiburones, que son todo terreno, es decir nadan lo mismo en seco que en mojado. Pero mejor allí donde las aguas son turbias y barrosas, lugar preferido de los reptiles de fondo. Mientras tanto sigue la movida de los euro-recortes, en espera de un otoño caluroso y de un invierno caliente. Cómo ha cambiado el clima en los últimos años.

Por Justo Lacunza Balda, en exclusiva para HUMANISMO Y VALORES.

on Sunday, September 16, 2012
En estos tiempos de cambios continuos, uno se va acostumbrando y desacostumbrando a las cosas, sin apenas percibirlo. Todo va adquiriendo un tinte de provisionalidad, que no sé si es bueno o no, pero que en algunas ocasiones amedrenta, por la fugacidad y banalidad de mucho de lo que emprendemos.

Así las cosas, no es raro que se esté produciendo un desapego hacia todo y hacia todos; un ensimismamiento general; un egoísmo a ultranza, disfrazado torpemente de competitividad; un diálogo absurdo hombre-máquina, en el que millones de ojos se estrellan cada día frente a gélidas pantallas varias, desde las que establecemos contacto con seres más o menos desconocidos del resto del planeta, mientras cada vez resulta más difícil cruzar miradas o palabras con nuestro vecino, perder -que es ganar- una horas de charla: de cambio de impresiones; de vida propia, gestual, auténtica y no computerizada.

En este ir y devenir apresurado, se van quedando por el camino partes significativas de nuestra vida, sin que hagamos la menor mueca y, sobre todo, sin que seamos capaces de entender, que si ahora su utilidad es nula, tiempo hubo en que nos sirvieron con eficacia, y deberíamos, al menos, despedirnos de ellas emocionadamente, detenidamente, valorando lo beneficioso que puede resultar su sustitución, sin que ello implique el desprecio por lo que significó en otra época, lo que ahora ya no es de utilidad. 

El tiempo pasa y nos pasa y ya hace trece años que uno de los vocablos más utilizados por nosotros, se convirtió tan solo en una entrada más en los diccionarios, envuelta con ese apelativo lleno de nobleza pero tristón, de "antiguo". Hablo, efectivamente, de nuestra peseta, que murió a los ciento treinta y un años, sin que hubiera nadie que pagara por ella  ni tan siquiera una esquela en el ABC.

Así, a primer golpe de vista, no hemos caído en la cuenta de que nuestro lenguaje, también sufrió algunas modificaciones cuando hizo su aparición definitiva el flamante euro. Eran innumerables las expresiones y los giros acuñados en torno a esta castiza, pobretona y dicharachera moneda, que entraron, con más pena que gloria en la jubilación; esa residencia de ancianos entrañables que alberga también a sus hijos; los cuartos, los reales, las perras -gordas o chicas- y los duros, que con tanta gracia incorporaron nuestras gentes al lenguaje popular español.

Ya nadie trabaja por unas cochinas pesetas, aunque la mayoría no gana ya ni cuatro cuartos. No encontramos a alguien que sea más salado que las pesetas, como tampoco decimos ya para zanjar discusiones: para ti la perra gorda o que te den dos duros. Por supuesto, tampoco recomendamos a nuestros hijos que miren por la peseta, al igual que ya no venden regaliz a perra chica la tira. Estos y otros giros, unos desaparecidos y otros a punto de desaparecer, fueron olvidados en un plis plas  sin que, por el momento, el saber y el sabor popular haya sido capaz de sustituirlos por otros, para que las nuevas generaciones gocen de sus propias expresiones y puedan hacerlas tan suyas, como aquellas lo fueron nuestras.

Lo curioso de este cambio, es que ahora que la peseta ya no esté en circulación, es cuando comenzamos a valorar la importancia que tuvo en este camino que ha desembocado en la moneda común, y quizá, por una vez, seamos capaces de reconocer, que la lucha por conseguir ganarnos unas pesetas más con ímprobo esfuerzo, llenó noblemente nuestra vida y la de quienes nos precedieron, poniendo los cimientos de esta apasionante pero dificilísima  aventura en la que, pueblos distintos y distantes nos embarcamos juntos.

Se abrió entonces ante nosotros, un camino que se vislumbraba lleno de posibilidades, al tiempo que se eliminaban muchas de las fronteras que tanto dolor y muerte habían propiciado en el pasado, y que dificultaban la vía al conocimiento y al respeto mutuo.

De pronto, nuestro pequeño país, el pequeño país de muchos hombres y mujeres de bien, se extendía y agigantaba por los cuatro puntos cardinales, enriqueciéndose con la suma de todas las capacidades que los europeos iban a aportar, aunque no sé si éramos lo suficientemente conscientes del esfuerzo que, cada uno de los integrantes de esta unión habíamos de hacer, para que de verdad funcionara. No son las liras, los marcos, los francos, los escudos, las libras o las pesetas, las que unen ni separan pueblos, por más que hayamos convertido nuestra historia en un manual de economía. Eso queda muy bien para los grandes tratadistas y el juego político. Lo que de verdad acerca o aleja, lo que en definitiva construye o destruye, somos los seres humanos, uno a uno, codo con codo, ilusión con ilusión, alma con alma. ¿Alguien lo duda después de contemplar el espectáculo fantástico de ese grupo de hombres que, haciendo filigranas con un balón, encandilan, emocionan y alegran a toda una nación esquilmada y demasiado entristecida hace ya tiempo? 

Hasta el momento parece que hemos sobrehilado nuestra unión con una brillante aunque engañosa moneda, pero lo que también ha quedado dolorosamente demostrado es que tenemos un angosto y espinoso camino que recorrer hasta reforzar a modo las puntadas, aprendiendo a conocer nuestras similitudes y diferencias, respetando nuestra idiosincrasia, valorando nuestras especificidades positivamente, y aprendiendo, sin posible ayuda del ordenador, esa materia tan difícil, que se llama convivencia.

Después de este empacho de penosos resultados económicos, en el que unos y otros nos han sumergido, llegamos a la conclusión de que las gentes y los pueblos de Europa somos, ya de por sí, tan varios, que el ejercicio de nuestra propia aceptación en lo diverso, debiera haber sido el mejor entrenamiento para los dificilísimos partidos que se nos avecinaban, y no fue así, tuvimos que presentarnos a una final sin conocer a los contendientes, ni los campos de juego, ni los árbitros con los que habríamos de enfrentarnos, ni tan siquiera la duración de la contienda. Nunca fue más olvidado nuestro refrán: “Antes de tomar casa donde morar, mira su vecindad”.

A la vista de la insostenible situación creada, en la que no sólo parece de ciencia ficción abonar nuestra deuda, sino, y lo que es peor, el simple pago del interés nos está llevando a la ruina, no son pocas las voces que plantean hoy la vuelta de la peseta como remedio a tanto desmán y derroche que va descubriéndose poco a poco para desesperación de tirios y troyanos, yo dejo aquí la idea sin más pretensiones porque… economistas tiene la santa madre patria.

Mucho me temo que ya sea tarde para aplicar tamaña medida, pero aún estamos a tiempo de emprender la ardua tarea de procurar una comunión, que no se base, tan solo, en la aceptación de esa moneda, que nunca en tan poco tiempo hizo a tantos tan pobres, sino en la convicción de que nuestras capacidades individuales, y características -que nunca debieron ser olvidadas ni preteridas-, unidas a las de los demás pueblos que ahora conforman este enorme mapa común, posibiliten un mundo mejor para todos y una historia hermosa que poder contar en distinta lengua y en idéntico tono a nuestros nietos cuando, dentro de unos años, les hablemos de que hubo un tiempo en que antes de que España ganara deportivamente todos los triunfos habidos y por haber, empleábamos una moneda humilde  que fue primero de plata, después de bronce, casi  rubia, y luego, al hacerse mayor, encogió, encaneció y aún diminuta, siguió siendo entrañable, y fue nuestra amable, aunque escasa, compañera durante media vida.

Por Elena Méndez-Leite

on Sunday, September 2, 2012
"El Amor es, junto con la Sabiduría, la mayor bendición para el mundo. No hay verdadero Amor sin Sabiduría. No hay verdadera Sabiduría sin Amor".

El Amor es la poderosa palanca que mueve el mundo. Dante Alighieri ve en el Amor la fuerza “que mueve el Sol y las demás estrellas”. Todas las doctrinas espirituales insisten en la importancia de esta fuerza elemental y suprema. Según la enseñanza unánime de la Tradición o Filosofía Perenne, la Sabiduría y el Amor son los dos pilares que sostienen el Orden universal. Son los dos grandes resortes que hacen posible la existencia humana, haciendo que sea auténticamente humana.

Ahora bien, una vez admitida o reconocida en principio la importancia fundamental del Amor, surge la pregunta: ¿qué es en realidad el Amor? ¿Cómo puede ser definido y cuáles son las condiciones que ha de reunir y los elementos que lo hacen posible?

Se habla mucho de amor, pero pocas veces se hace el esfuerzo de definirlo y ver exactamente en qué consiste, para distinguir el verdadero amor del amor falso y engañoso (que puede llegar a denigrar al ser humano, llevándole a destruir y matar). Hay, en verdad, amores que matan.

Se confunde el Amor con cosas que no tienen nada que ver con él o, peor aún, constituyen su antítesis: el afán posesivo y despótico (creer que el ser amado es propiedad privada nuestra), los celos y la pasión ciega, la obsesión sexual, el cariño invasor y anulador de la personalidad del otro, la amabilidad desconsiderada e irrespetuosa, etc.

Se podrían dar cinco definiciones del amor, que nos desvelan en realidad cinco aspectos de esta inmensa fuerza humana, cósmica y divina:

1.- Fuerza unitiva. Tendencia a la unión y la unidad. Impulso emotivo y fuerza de atracción que une cosas separadas o distanciadas. Resorte interno que hace que se aproximen para entenderse seres alejados (que tal vez  se ignoran o no se conocen, que quizá se miran con hostilidad, timidez o desconfianza). Fuerza que acerca, que vincula, que enlaza, que forja lazos sólidos, que liga y ata: ata y libera; ata para dar más altas cotas de libertad y para situar a los seres que anima en niveles más elevados de vida. El Amor es yugo (o yoga) que unce, junta y ayunta a dos o más seres, poniendo en conjunción sus vidas y haciéndoles vibrar al unísono. El Amor crea unidad: unifica por dentro y por fuera; une y reconcilia polos opuestos, armoniza extremos que podrían chocar o entrar en conflicto.

2.- Búsqueda del bien. Anhelar el bien para aquello (persona o cosa) que se ama: lo que realmente es su bien, y no un bien falso, aparente e ilusorio (que acabará siendo un mal, algo que le perjudicará). Querer y desear ante todo el bien, todo lo bueno, incluso lo mejor, por mucho que cueste, buscándolo de manera objetiva, rigurosa y sincera. El bien es el fin, la meta, la razón de ser, el móvil o motivo y el objetivo inspirador del Amor. De ahí que la bondad y lo bueno constituyan el humus o terreno en el que florece el Amor, el cual se manifiesta en todo aquello que deriva del bien y de lo bueno: benevolencia (querer bien y querer el bien), beneficiar y beneficencia (hacer bien y hacer el bien), bendecir y bendición (“decir bien” de algo o alguien, derramar el bien por medio de la palabra, el gesto o la mente sobre alguna persona o cosa).

3.- Capacidad de entrega, donación, abnegación, servicio y sacrificio. Disposición a servir al prójimo y serle de utilidad. Tener presente al otro como si fuera uno mismo, anteponiendo incluso su interés o su bienestar al propio.

4.- Potencia creadora, forjadora de realidad, profundamente renovadora, engendradora de realidad nueva. Fuerza creativa que lleva a imaginar la realidad amada, captando sus posibilidades recónditas y actuando con tacto para ayudar a que emerjan, se manifiesten y se realicen, de tal modo que dicha realidad amada quede transformada y llegue a ser lo que está llamada ser. En el Amor está la clave y el secreto de la creatividad.

5.- Principio de vida: el Amor crea vida; hace surgir vida allí donde no la había; despierta, potencia y realza la vida; restaura y sana la vida enferma, sofocada, alterada o anulada; vivifica la existencia; estimula las energías vitales. Nos hace vivir de verdad; da vida al vivir anodino, inerte e inane que suelen arrastrar los seres humanos; hace que nuestra vida mortecina (que muchas veces no es más que muerte en vida, un sinvivir) se vuelva verdadera vida; nos ayuda a rescatar y proteger la vida de las fuerzas de muerte que la amenazan. No hay vida sin amor. No hay resorte vital que pueda compararse al amor.

Para que exista auténtico amor, amor pleno y sólido, tienen que darse de forma unitaria y conjunta esos cuatro elementos, sin que falte ninguno de ellos. De lo contrario, será un amor cojo, mutilado, equivocado o mal orientado, incluso negativo y dañino.

Quien dice Amor dice voluntad, benevolencia, deseo bien orientado, decisión, buena disposición, disponibilidad, buen ánimo, apertura, compromiso, libre vinculación y sumisión, devoción y dedicación, entusiasmo, implicación interior en las cosas (en las tareas y empresas a realizar), emoción inteligente y contenida, asunción de valores, impulso activo en beneficio de otros, alegría emprendedora, ímpetu realizador, desinterés fervoroso (fogoso o entusiasta), positividad ante la vida, respetar y apreciar el valor de las cosas, estar dispuesto a renunciar, sentimientos nobles, emotividad sana, sentido del deber y la responsabilidad, actitud afirmadora, inclinación a mejorar el mundo.

El amor vigoriza y renueva la existencia, crea paz y armonía, forja personalidad y comunidad, nos hace buscar el bien propio y ajeno.

Dentro del Amor entra, por supuesto, el amor a uno mismo. Con razón se ha dicho que el amor bien entendido (o la caridad bien entendida) empieza por uno mismo. Quien no se quiere, quien no ha aprendido a quererse como es debido, difícilmente querrá a alguien tal y como ese alguien deba ser querido. Uno no puede amar a otro si previamente no se ama a sí mismo (desea su propio bien y se esfuerza por alcanzarlo, busca su unidad personal, crea y recrea sin cesar su propia vida, va conquistando sin cesar valores). No se puede dar lo que no se tiene: no puedo dar amor si no lo tengo dentro de mí, en y para mí mismo, hacia mi propio ser.

¿Qué supone, exige o lleva consigo el Amor? El Amor, que puede presentar diferentes niveles, se traduce en una serie de cualidades y  actitudes positivas, como las siguientes:

1) buena voluntad y voluntad fuerte (firme y enérgica); sólo la voluntad fuerte es buena; una voluntad débil será por fuerza una mala voluntad, deficiente o inservible. Energía volitiva que venza a la noluntad, la abulia, la indiferencia y la indolencia. Amar es querer, y el querer es un acto de la voluntad. Es armonizar el querer y el desear, orientándolos hacia el bien (lo beneficioso, lo útil, lo honesto y provechoso).

2) anhelo de lo mejor: voluntad y deseo de alcanzar la excelencia, lo óptimo en cualquier terreno. Decidida voluntad de mejorar uno mismo (en todos los órdenes: en lo profesional y en lo personal, en lo intelectual y emotivo, en lo moral y espiritual), y de ayudar también a los demás para que mejoren y se eleven como personas, abandonando la inercia y la incuria en que de ordinario se suele vivir. En este sentido, al Amor viene a ser impulso hacia lo alto, fuerza anagógica o sátvica que tira de nosotros hacia arriba.

3) deseo de abrazar y ser abrazado; anhelo de abarcar la realidad, en cualquiera de sus formas de manifestación, y especialmente en su modalidad personal. Abrazar y abarcar la realidad que nos rodea para fundirnos con ella, de tal modo que nos llene, nos trasmita toda su riqueza, y nosotros también podamos trasmitirle la riqueza que llevamos dentro. Abrazar la realidad para salvarla y ser salvados por ella, a través de ella y junto con ella.

4) inclinación a dar y darse: dar lo mejor de sí; preocuparse más por lo que uno puede dar que por lo que uno puede recibir. Y dar con desprendimiento, sin esperar nada a cambio, sabiendo también recibir con humildad y generosidad, para no ser nosotros los únicos que damos, sino dando también a los demás la posibilidad de darnos, para que así puedan disfrutar del placer de dar.

5) impulso que nos lleva a compartir, a hacer a los demás partícipes de lo nuestro, de lo que somos, hacemos y tenemos: nuestras actividades y quehaceres, nuestros conocimientos, nuestras ilusiones y aficiones, los bienes y dones con que hemos sido agraciados.  

6) decisión en lo que se afirma, se cree, se proyecta y se emprende. El indeciso no puede amar en serio, no es capaz de adoptar o sostener una actitud amorosa; ante la menor dificultad, se derrumbará. La duda y la vacilación indican una falta de convicción y, por tanto, una deficiencia amorosa, un déficit de amor.

7) vínculo y compromiso. Disposición a vincularse, a aceptar deberes y obligaciones, a limitar la propia libertad por el bien propio y ajeno. Comprometerse firmemente con los propios ideales, principios y convicciones; comprometerse con quienes nos rodean y comparten con nosotros esos ideales, principios y convicciones.

8) entregarse de lleno a la tarea a realizar, sea esta la que fuere; llevarla a cabo con ilusión y entusiasmo, con el máximo esmero y cuidado. Amor =  “esmero con que se trabaja una obra deleitándose en ella” (DRAE). Todo lo que hagamos en la vida debemos hacerlo con amor. Como decía Teresa de Calcuta, “lo importante no es hacer pocas o muchas cosas, hacer cosas relevantes o insignificantes, sino hacerlas siempre con amor”. Por pequeña que sea la acción o labor que estamos realizando o vamos a realizar, tendríamos que hacerla con plena consciencia, de forma sabia y amorosa.

9) atender y dedicarse con devoción a quienes nos debemos, a todos aquellos con quienes estamos vinculados o en deuda. Atender y dedicarse asimismo desinteresadamente a aquellas tareas y actividades (estudio, lectura, ejercicio, conversación, etc.) que nos aportan un valioso caudal formativo, preparándonos para avanzar en la vida y para cumplir mejor nuestra misión.

10) apertura del alma y de la mente: cordialidad con puertas y ventanas abiertas, para que nosotros pueda entrar lo que nos viene de fuera (mensajes, ideas, gestos, signos, emociones, bellezas, oportunidades, caricias, etc.). Abrir el propio corazón rompiendo el aislamiento y la cerrazón del propio ego, que están motivados por el miedo, la desconfianza y el odio o el desamor.

11) propensión a abrirse al otro, a recibir lo que nos envía o nos pueda enviar (quizá sin ser plenamente consciente de ello: su mensaje vital) y a sentir lo suyo como nuestro: dolerse y alegrarse con él, ponerse en su piel, acogerle como si fuera parte de nosotros mismos.

12) disposición a la ayuda y a la colaboración, inclinación a participar con los demás en tareas vitales, sugestivas o ilusionantes. Dejar a un lado el ego, el afán de protagonismo o el deseo de significarse y destacar por encima de los demás.

13) estar disponible para el prójimo cuando requiera nuestro apoyo y en todo aquello que de nosotros pueda necesitar. No hacerse el remolón ni buscar excusas para evadirse y no tener que acudir en su auxilio.

14) estar siempre dispuesto a servir a los demás y a hacer lo que haya que hacer (lo que sea necesario y conveniente en cada situación), y hacerlo además con buen ánimo, con optimismo y temple alegre. Procurar ser de utilidad al prójimo, sin importunarle, aturdirle ni avasallarle, respetando en todo momento su libre voluntad y su espacio vital.

15) generosidad, capacidad de entrega desinteresada y de sacrificio: sin darle importancia y sin  que cueste hacerlo, sin esperar recompensa, compensación ni gratitud. Hacer las cosas con desapego, practicando la alta ética de una impersonalidad activa.

16) afirmar la vida, con todos los dones, valores y riquezas que contiene. Afirmación de la vida y del ser a pesar de todos los pesares (no obstante los sufrimientos y sinsabores que la existencia lleva consigo), tratando de descubrir su sentido (el sentido de la vida) o, dicho de otro modo, esforzándose por crear y poner sentido en el propio vivir. El Amor implica la superación de cualquier expresión o impulso de la negatividad.

17) interesarse por todo aquello que merece la pena, que es noble y valioso, y puede enriquecer por consiguiente tanto nuestra propia vida como la del prójimo. Apreciar, buscar y cultivar con ahínco todo lo bueno, bello y verdadero, en suma, todo aquello que contribuye a tener una vida más plena, más profunda y auténtica, más libre y feliz.

18) ser duro cuando hay que actuar con dureza y ser blando cuando hay que actuar con blandura, siempre en función del bien del ser querido. Para ello hay que saber violentarse, y estar dispuesto a ello, cuando la ocasión requiera adoptar una actitud o postura que no es la que nos gustaría o la que adoptaríamos de forma espontanea (la que resulta más connatural a nuestro temperamento).

19) sentir compasión hacia los seres que sufren (humanos y no humanos), pero también sentir alegría con quien se alegra, disfrutar con quien disfruta, ser feliz con quien es feliz y le van bien las cosas (justo lo contrario de la envidia). Ser receptáculo o espejo en el que se reflejan, a la vez con fidelidad y pureza, los bienes y males que suceden a los demás.

Franz von Baader:

"El amor es don y misión”  (Liebe ist Gabe und Aufgabe).  

“El misterio del amor coincide con el misterio de la vida”. (1)

“El amor es el auténtico principio organizador y articulador, que mantiene en unidad la multiplicidad y abundancia, haciendo que esta unidad se amplíe y expanda hasta alcanzar la plenitud”. 


Por Antonio Medrano

Nota:  (1) en alemán: Amar = Lieben;  Vida, vivir = Leben