on Friday, March 29, 2013
Había pasado más de una hora lluviosa desde que el humo blanco anunciara la buena nueva. La Plaza de San Pedro era un hervidero de paraguas multicolores bajo los que aguardaban los rostros esperanzados de cientos de seres humanos que alzaban los ojos, impacientes por ver abrirse las puertas del balcón por el que haría su aparición el nuevo Obispo de Roma y Guía espiritual de la Iglesia Católica.

Curiosamente todos los rostros parecían contentos a pesar de desconocer quién iba a calzar, a partir de ahora, las sandalias del Pescador. En verdad pensé, ésta no es una elección al uso. La mayoría de los presentes habría sido bautizada, pero muchos de ellos a duras penas cumplirían con los Mandamientos de la Iglesia. Escasamente un puñado de los presentes conseguiría algún beneficio material fuera quien fuese el elegido; nadie de entre ellos habría podido votar a su candidato favorito; ninguno era conocedor de su programa de actuaciones; no habían visto su rostro repetido hasta la saciedad en los medios de comunicación ni habían escuchado sus promesas, y ni tan siquiera conocían a sus adversarios, si es que los tenía; no contaban por tanto con el menor dato orientativo que justificara su permanencia allí en medio de aquel gentío en esa tarde de perros, ni mucho menos era fácil de entender que todos ellos compartieran esa sensación de paz interior, de alegría compartida, de ilusión colegiada que se mascaba… pero allí estaban.

Como hace tiempo que he descubierto que hay pocas cosas tan breves como la vida misma, disfruto presenciando los acontecimientos trascendentes, únicos e irrepetibles, antes de que me los cuenten. Y me dirán ustedes, ¿irrepetible un cónclave? Pues sí,  porque aunque  ya han sido varios los que han tenido lugar durante mi paso por este mundo, en cada uno de ellos ha variado el paisaje y el paisanaje y, sobre todo, mi circunstancia y yo nunca hemos sido los mismos. Por tanto allí estaba ahora frente al televisor y mientras aguardaba, me entretenía en rodar mentalmente mi propia película en cinemascope y technicolor en la que veía a Jesús, con el que me había cruzado hacía apenas unos meses por las calles de Jerusalén, elaborando junto al Padre y al Espíritu -Misterio de misterios de nuestra fe- aquel primer cónclave en lo más profundo del corazón. ¿Por qué decidiría nombrar a Pedro, sabiendo que a las primeras de cambio le traicionaría? ¿En qué medida aceptarían los primeros cristianos el cambio de líder? ¿De qué manera conseguiría Dios que aquel puñado de pescadores y campesinos seguidores del Maestro fueran capaces de hacer germinar una semilla que no ha cesado de crecer, contra viento y marea y a pesar de todos los pesares, a lo largo y ancho de  más de dos mil años?…

En el siguiente plano fueron apareciendo, como en un fantasmagórico collage, posiblemente entresacado de las pinturas de los clásicos; de nuestra riquísima imaginería o de los filmes más o menos afortunados de las Semanas Santas de mi infancia, los rostros desdibujados de los cientos de pontífices que dejaron para bien, y en más de una triste ocasión para mal, su impronta en la historia terrenal y divina de la cristiandad. Cuando por fin mi imaginación descansaba del variopinto recorrido en la figura familiar y querida del Padre amigo Juan XXIII, un enorme griterío me sacó de mi ensimismamiento y lo primero que alcancé a escuchar fueron las palabras del anciano cardenal protodiácono francés: “Vocabor Franciscus”. Me había perdido todos los datos previos, pero los tres Franciscos; Javier, Borja y el Poverello me eran tan familiares como el pasillo de casa; había estado en Asís poco antes del fatídico terremoto, y la región de las Marcas tan cercana a Umbría me es tan querida como el Sansebas de mi alma. Así, mientras ese flash se hacía hueco en mi mente se asomó al balcón la figura nívea, serena, de apariencia sencilla e intrascendente del nuevo Papa que, según se aproximaban las cámaras, crecía en humanidad dejando asomar una sonrisa abierta sin ambages ni artificios, y volví a disfrutar en lo más profundo de mi alma de aquella sensación de cercanía de mi niñez, cuando las páginas de huecograbado de ABC exportaron desde Italia la sonrisa de Angelo Roncalli, aquella sonrisa que fue capaz de inundar de bondad y ternura los mejores años de nuestra vida. ¡No podía creer que aquello se había vuelto a producir una vez más!

Han ido pasando los días y he podido comprobar con una alegría hoy ya razonada, motivada y no por ello menos sentida que, en estos momentos en los que humana y materialmente somos tan deficitarios; en los que todo un sistema establecido parece venirse abajo; en los que el relativismo moral, el laicismo radical, y la debilidad de la fe, alejan a Europa de las raíces cristianas haciendo crujir los cimientos de una civilización que amenaza ruina, nos llega desde Argentina un hijo de emigrantes italianos que, huyendo de pompas y boatos y desafiando todos los estúpidos estándares establecidos, nos pide humildemente que recemos por él; abraza a propios y extraños, se honra con su pobreza, predica la alegría y el optimismo a los cuatro vientos y dedica su primera alocución a predicar la bondad y la fraternidad entre los hombres mientras que sin el menor empacho, pronuncia desde el primer púlpito del mundo ¡POR FIN! esa palabra de la que tantos tienen miedo o les provoca un pudor absurdo: TERNURA.

Estamos malacostumbrados a la prepotencia de quienes nos gobiernan en casa y en la ajena, a las predicas ex cátedra de todos esos que en muchos casos no pasan de  maestrillos ciruela. Nos abruma al excesivo buen concepto que de sí mismos tienen los políticos; los empresarios, los sindicatos, los divos de cualquier ramo, incluida la parte non sancta y reprobable de nuestra iglesia, empecinados todos en sus errores sin reconocer jamás que ninguno está en posesión de la verdad absoluta y que nadie de entre ellos podría arrojar la primera piedra. Así que resulta espectacular comprobar el éxito mundial que este mensaje humilde ha producido en tirios y troyanos. Sin duda éramos muchos, incluso sin ser conscientes de ello, los que estábamos sedientos de sencillez, de razón, de fe, de esperanza y de caridad, virtudes que en modo alguno están reñidas, sino todo lo contrario, con la capacidad, la espiritualidad, el buen hacer, la preparación, la profunda formación o el nivel de inteligencia de nuestro recién entronizado Pontífice.

Hoy que hasta las torres más altas han caído, yo estaba necesitada de esa bondad, como creo que lo están muchos de cuantos a mi lado, creyentes o ateos, andando como bola sin manija, sobrellevan un calvario provocado por otros en algarabía, y sufrido por ellos en silencio. El mundo precisaba de esta revolución pastoral que se anuncia ya en los primeros  gestos del Papa criollo, tendentes a procurar que los predicadores sigan los pasos de la figura evangélica de Cristo, no esperando a que las gentes entren en las iglesias sino saliendo a buscarlas por calles y plazas, como Él hiciera en Jerusalén, como Bergoglio repitiera en su Argentina natal,  pobre y entregado pero sereno y valiente.

Hoy entiendo con rara nitidez, la renuncia de nuestro Papa emérito así como el ”no tengáis miedo“ de Juan Pablo II con su mensaje de santidad, eucaristía, reconciliación, importancia de la gracia y anuncio de la palabra. Cobran otra dimensión los textos del sabio Papa emérito y se descubre el hilo de una madeja eficazmente tejida y devanada más allá de nuestro humano intelecto, y hasta comprendo la ironía del desastre de que no haya habido un solo acierto en los diferentes pronósticos leídos y escuchados sobre el perfil del que había de ser el nuevo Pontífice. Decididamente esta no es una elección al uso.

A estas alturas deben ser ya muy pocos los que ignoren la vida y milagros del Papa Francisco, que no será primero hasta que llegue el segundo. Ha habido una avalancha de información que conviene saborear despacio separando la paja del trigo. Comienzan a aparecer publicaciones de sus entrevistas más notables; sus frases más señaladas, su biografía pública y privada; sus filias y sus fobias.

Nos va, dejando pistas de su futura actuación tanto en sus palabras como en sus silencios. No es fácil olvidar su desprecio por el obispo infiel al que niega hasta el favor de una mirada, como no lo es, el respeto palmario por todos y cada uno de los miembros de la prensa que han cubierto su entronización, cuando casi solicita su permiso para ofrecerles su afecto y su oración interior por temor a herirlos, para no lastimarlos...

Dios escribe derecho en renglones torcidos. No sé de qué manera lo ha sabido pero el caso es que contra todo pronóstico, nos ha traído a Francisco quien, abriendo de par en par el balcón de su sonrisa, ha hecho que nos sintamos queridos y respetados, y que vuelvan a recobrar su auténtico sentido las benditas palabras del Padrenuestro, porque somos conscientes, maravillosamente  conscientes, de que no estamos huérfanos.

Por Elena Méndez-Leite

on Saturday, March 23, 2013
Se ha abierto una brecha profunda entre el movimiento islamista de Ennahda, capitaneado por Rachid al-Gannouchi, y las tendencias liberales después del asesinato del abogado y dirigente del “Partido de los Patriotas Demócratas Unidos” (PPDU), Mohamed Chokri Belaid de 49 años de edad. Le dispararon a bocajarro mientras salía de su casa. Un crimen horrendo y aterrador, que ha sembrado de incertidumbre, dudas y miedo el futuro político del país. Su muerte violenta a manos de pistoleros atemorizó a la población, que quiso mostrar su apoyo popular a las ideas liberales de Chokri Belaid. Fue un sepelio multitudinario con la presencia del primer ministro Hamadi Jbali. Rompiendo con la tradición musulmana muchas mujeres acudieron a dar el último ila lilqa’ (“Hasta que nos encontremos”) en la Casa de la Cultura del barrio Djebel Jelloud en el sur de la capital. De allí salió la procesión de al menos 50.000 personas hasta el cementerio de al-Jellez. Se oyeron gritos de rabia y gemidos de ira contra el terrorismo, los islamistas y los opositores de la revolución. “Ghannouchi traidor”, “Ghannouchi coge tus perros y márchate”, “Pan y agua, no a Ennahda”, “El pueblo quiere una nueva revolución”, “El pueblo quiere la caída del régimen”, eran algunos de las expresiones de cólera que hacían de eco en la procesión multitudinaria que conducía el féretro al cementerio.

El secretario general del PPDU, Mohamed Jmour, ha dicho en la conferencia de prensa del 11 de marzo que se han puesto en contacto con la sede del Consejo de los Derechos Humanos en Ginebra para que la justicia internacional se encargue de las investigaciones del asesinato de Chokri Belaid. Además Jmour no ha tenido dificultades en afirmar que Ennahda tiene una red paralela en el Ministerio del Interior. El Ministerio de la Justicia ha llamado a declarar al diputado de Ennahda, Habib Ellouze, para preguntarle sobre el asesinato del líder liberal Chokri Belaid. Es el mismo diputado que declaró el día 10 de marzo 2013: “se puede defender la mutilación femenina como operación estética”. Palabras inaceptables y horrorosas, despectivas y atroces.

El diputado en cuestión no parece haberse enterado de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó esa terrible, atroz y monstruosa práctica el 21 de diciembre 2012, “como una forma de violencia contra las niñas y las mujeres”. Además, apelaron a todos los estados miembros de la Organización a aplicar la legislación oportuna y prohibir por ley las mutilaciones genitales femeninas. Quizás el Sr. Ellouze se haya olvidado de que Túnez es miembro de las ONU desde el 12 de noviembre 1956. Por lo tanto no se puede rechazar y pisotear la legislación internacional cuando está en juego la dignidad sacrosanta e inviolable de las mujeres. La mutilación genital femenina no es ni más ni menos que un acto cruel de violencia contra las mujeres y por lo tanto es un crimen abominable.

El primer ministro, Hamadi Jebali, amigo de Chokri Belaid, hablaba ya de constituir un gobierno de tecnócratas para hacer frente a los retos del país: la economía, el paro, el empleo juvenil. Las luchas internas en el partido islamista Ennahda, que no estaba dispuesto a aceptar las ideas del primer ministro, le han obligado a presentar su dimisión por dos razones. La primera tenía que ver con su plan de constituir un gobierno capaz de gestionar, administrar y solucionar los problemas reales de la nación (economía y paro). El segundo motivo de la irrevocable dimisión de Hamadi Jbali fue que los barones islamistas rehusaron con puño de hierro su propuesta, considerándola un grave error y aludiendo que el gobierno tenía que ser de cuño islamista. El partido Ennahda no quiere dejar los ministerios de la Justicia y de Asuntos Exteriores como sugieren los partidos Congreso para la República y Ettakatol. En definitiva, con la renuncia del primer ministro, la suerte estaba echada ya que el líder islamista Rachid Ghannouchi tenía en su poder las riendas de los nombramientos y, sobre todo, la persona destinada a ocupar el puesto de jefe del ejecutivo. Los recalcitrantes defensores del islamismo radical no están dispuestos a dejar que se les aflojen las amarras del poder, ni que los partidos de corte liberal les quiten el sillón de mando en las instituciones del Estado.

El oleaje islamista ha comenzado a preocupar e inquietar a las instituciones europeas. El Presidente Moncef Marzouki viajó a Bruselas a comienzos de febrero para dirigirse al Paramento Europeo y hablar de la situación actual y del progreso de la revolución en Túnez. Desde entonces ha habido cambio de gobierno, los blindados de la policía nacional han aparecido en cruces, carreteras y caminos. Se alzan y desplazan las barreras para controlar a los grupos de bandidos, delincuentes y terroristas. La seguridad nacional llega al primer puesto de las prioridades del Estado. Se acerca a grandes pasos el periodo estivo y las autoridades no pueden permitir que el miedo a la seguridad ahuyente a los turistas y les disuada de pasar las vacaciones en el país de “La revolución de los jazmines”. El objetivo de la creciente presencia policial es controlar a los terroristas, contrabandistas y traficantes. De los escondites y guaridas de las zonas montañas (Bouchebka, Om Ali, Sidi Aich, Dirnaya Babbouch y Ben Aoun) han bajado a las zonas más urbanas para aprovisionarse. Los controles de policía se hacen más frecuentes, se estrecha el cerco y se aprieta más las clavijas de la seguridad en todo el territorio nacional. La organización terrorista al-Qaida había construido sus nidos y montado sus células desde las primeras luces de la revolución hace ahora más de dos años. Hay todavía abundancia de armas y munición, sobre todo procedentes de Libia, pero también del ámbito nacional. A pesar de que los efectivos policiales han incautado ingentes cantidades, siguen con el rastreo y las pesquisas a la búsqueda de nuevos escondrijos y madrigueras.

El día 22 de febrero fue nombrado primer ministro el antiguo ministro del Interior, Ali Layaredh, considerado miembro del ala dura de Ennahda. No han faltado las críticas acerbas a la forma como ha llevado la gestión de Interior, sobre todo viendo que los islamistas, con su mayoría parlamentaria, avanzan cada vez más en la ocupación estratégica de las instituciones. Para muchos analistas hay peligro de que se vuelva a las andadas cambiando una dictadura política por una de sello islamista. Los celosos e intransigentes partidarios del movimiento Ansar al-Shari‘a (“Los combatientes de la ley islámica”) presionan para que se imponga por la fuerza la ley islámica y se convierta en la espina dorsal del nuevo texto constitucional. Los 100 miembros de la Asamblea Nacional Constituyente no han redactado todavía la nueva constitución, que por ahora sigue siendo objeto de encendidos debates, acerbas polémicas y estiradas diatribas entre islamistas y liberales, salafistas y progresistas. 
El partido islamista al-Refah, que ha sido recientemente legalizado, ha hecho una llamada a la población para que haya un referéndum sobre la poligamia. El presidente de al-Refah, Mohamed Ali Fakir, quiere el referéndum en el nombre del matrimonio para todos. Dice, entre otras cosas, que en el país hay más mujeres que hombres. Por lo tanto la espinosa cuestión de la prohibición de la poligamia debe ser puesta a votación nacional. De esa manera todas las mujeres tendrán la posibilidad de casarse.

El nuevo primer ministro, Ali Larayedh presentó su lista de ministros al Presidente Moncef Marzouki el sábado 9 de marzo. A partir de ese momento el Jefe del Estado ha tenido tres días para ratificar los nombramientos, si así los considera oportunos. Los partidos políticos que han participado en el debate sobre el programa del gobierno han sido Ennahda, el Congrès pour la République y Ettakatol. No han querido participar, sin embargo, Le Mouvement Wafa, L’Alliance Démocratique y Dignité e Liberté.

En las redes sociales ya se están preparando de nuevo manifestaciones para “cambiar el curso de la revolución actual”. Llaman a la convocatoria “Kasba 4" que está prevista para el 8 de marzo. Hay diferentes “ligas de protección de la revolución”, de inspiración islamista. Algunas de las cuales dicen no necesitar aprobación legal para manifestarse. Entre ellas está la liga de Kram con su líder Imed Dghij, que afirma no tener necesidad de “un visado legal” para manifestarse en favor de la aplicación e imposición de la ley islámica.

Pero nunca se pierde el optimismo, ya que crecen las expectativas después del feroz asesinato de Chokri Belaid, considerado el último mártir de la revolución tunecina. Sus simpatizantes, admiradores y seguidores quieren continuar el combate por los derechos, las libertades y la democracia. La población tunecina, pionera en las revoluciones de los países árabes, no tiene intenciones de rendirse ante los retos islamistas y las escaramuzas terroristas. No en vano los habitantes de Túnez llaman a su equipo de fútbol L’Espérance, que ocupa el primer puesto en la Liga de Fútbol. Mientras tanto, hace unos días, el gobierno ha impuesto el estado de emergencia hasta el próximo mes de junio. Una señal preocupante de que la primavera revolucionaria llegará con mucho retraso.

Por Justo Lacunza Balda

on Thursday, March 14, 2013
Han pasado casi dos años desde aquél once de mayo en el que la tierra tembló y volvió a temblar bajo los pies de los lorquinos; desde que nueve de sus vecinos perdieran la vida; desde que las gentes, con el terror en la mirada, deambularan con sus maletas por las calles durante el día y durmieran en sus vehículos, o en el refugio habilitado para ello, por temor de que sus casas se vinieran abajo; desde que los niños dejaran de tener escuela; desde que las estructuras mostraran serios daños; desde que la preciosa botica del palacio de Guevara oyera, a más de su famoso fantasma de medianoche, el temido vaivén de sus preciosos tarros en peligro de muerte; desde que el perfil de uno de los cascos históricos señeros del barroco español, viera borrarse de un plumazo todo un conjunto de nobles casas solariegas, reducidas a fachadas fantasmagóricas; desde que las puertas y ventanas de muchas de ellas solo permitieran el acceso a los escombros… a la nada.

En los primeros momentos había que salvar vidas antes que haciendas, había que restaurar el espíritu y la carne antes que la piedra y el patrimonio, por lo que sin pérdida de tiempo, más de cuatrocientos soldados entre la Unidad de Emergencias y el Ejército de tierra acudieron en socorro, trasladando heridos, habilitando alojamientos, acordonando edificios, cumpliendo, en fin, con su deber más allá de lo exigible, mientras que distintas ONGS restañaban los ánimos, secaban lágrimas y cuidaban de que los pequeños volvieran tímidamente a sonreír. Más tarde comenzó la recuperación de esta ciudad hermosa por sus cuatro costados, que presentaba, por vez primera desde los bombardeos de la contienda fratricida del 36, una imagen dañada, agrietada y herida hasta donde la vista alcanzaba.

Tras las primeras inspecciones, las casas se habían convertido en inmensos semáforos que, pintados de verde, amarillo o rojo, anunciaban a sus moradores si podían volver a ellas en el primer caso; si tan sólo podían acceder para recoger lo más básico o querido en el segundo, o si, desafortunadamente, no podrían regresar a ellas nunca más. Sus iglesias mostraban serios daños. Su Fortaleza del Sol, uno de los Castillos de origen medieval de mayor envergadura de nuestro país también asomaba sus llagadas murallas mientras una de sus dos torres, la del Espolón, enseñaba las fatídicas huellas del desastre.

Por si esto fuera poco, y en medio de tanta desolación, tres meses después la naturaleza volvió a declararse enemiga y las riadas inclementes causaron la muerte de otros tres vecinos y arruinaron a su paso la cosecha de la  huerta lorquina.

La pena y el desconsuelo se apodera entonces de este pueblo herido sin merecerlo, muchos de sus habitantes tienen que huir no solo de la ciudad sino de la región, pero nadie se arredra y, poco a poco, con la ayuda de propios y extraños van consiguiendo que el paisaje y el paisanaje recuperen su antiguo esplendor, pero son tantos frentes abiertos y la situación económica tan preocupante -y no sólo en esta España nuestra-, que según van pasando los meses y el auxilio escasea, el desaliento lanza su zarpa feroz ante la cantidad de estructuras dañadas que van apareciendo y lo ingente de la tarea que parece no tener fin, y a eso hay que sumar la tardanza de las subvenciones que se prometieron en un principio y ahora tardan ya demasiado en llegar.

Aun así, todo va volviendo a la normalidad. La Colegiata renacentista de San Patricio, espléndido Monumento Histórico Nacional, que comparte con el Ayuntamiento del siglo XVII, el Palacio del Corregidor la emblemática Plaza de España y que sufrió las consecuencias de la catástrofe se va delineando. También la iglesia de San Francisco considerada como otra de las joyas de la corona de Lorca encorsetada de andamios va saliendo de su marasmo.

El Palacio de Guevara que, desde su donación al municipio, cumplía las veces de museo, y que quedó perjudicado seriamente teniendo que ser desnudado de muebles y enseres para proceder a su minuciosa recuperación, se ha ido saneando con esmero y va a ser exhibido en los próximos días de Semana Santa, para que cuantos acudan a disfrutar de estas Fiestas, declaradas de interés internacional, comprueben sin impedimentos la belleza arquitectónica de esta construcción singular en todo su esplendor.

El Conservatorio, que  lleva el nombre de uno de sus vecinos más ilustres: Narciso Yepes, cuya estatua preside el magnífico patio, ha zurcido de forma magistral sus grietas amenazadoras.

Podríamos seguir así hasta llegar a enumerar la casi veintena de edificios del patrimonio lorquino que han sido o deberán ser rehabilitados con gran esfuerzo económico y con no menor entrega, vigilancia y cuidado, para mantener intacto su valor artístico y monumental, pero nos llevaría muchos folios ir describiendo una por una todas las actuaciones que se han llevado a cabo con paciencia benedictina en estos dos años de Camino del Calvario.

Terminamos, por tanto, volviendo al Parador, que comparte terrenos aledaños al Castillo,y que estaba en plena construcción a la hora del terremoto. Ya ha sido felizmente inaugurado el pasado año por S.M la Reina y se sitúa como espléndido albergue junto al resto de una oferta hotelera de primera clase, deseoso de acoger a todos aquellos que quieran gozar de un turismo de calidad y de contribuir, al propio tiempo, al renacimiento de este cachito de nuestro territorio que hoy nos llama; nos necesita; nos quiere.

No conozco a nadie en Lorca, pero he sufrido con todos ellos y he querido poner mi humilde granito de arena describiendo someramente su buen hacer, su esfuerzo y padecimiento, porque sé que somos un pueblo solidario, y como quiera que quedan ya pocos días para la celebración de las Fiestas de Semana Santa, que allí fueran declaradas Patrimonio Internacional. Sería fantástico que los que aún no han resuelto cual va a ser su destino vacacional decidieran acercarse a estas tierras para disfrutar de la  bondad de su clima y de la exquisitez de su gastronomía; asistir a sus originales y distintas procesiones y desfiles bíblicos en los que se incluye el Paso más antiguo de España obra de Salzillo padre;  bañarse en su lluvia de flores, admirar la riqueza de las carrozas, la magnificencia de las imágenes vestidas con riquísimas telas y primorosos bordados, participar del fervor de sus gentes y de la ilusión y el entusiasmo de niños y mayores; visitar los museos del Paso blanco y el del Paso azul, que las dos cofradías con mayor tradición y rivalidad de la Villa cuidan y atienden con esmero, y regresar días después a sus casas con los ojos bendecidos por esta experiencia inolvidable, recompensados por el calor y la gratitud de sus gentes, tras saborear el precioso regalo de compartir con ellos tiempo y vivencias y de haber aportado un rayo de amistad y esperanza a estos hermanos nuestros  ¿Hay quien dé más?

Por Elena Méndez-Leite

on Sunday, March 10, 2013
Herodes Atticus (101 - 177 d.C.)
El sofismo, dice que ninguna actuación puede ser considerada "buena ni "mala" en sí misma. Que todo depende de la "opinión" (dóxa) de los sujetos. Es moralmente bueno lo que a ellos les parece moralmente bueno, mas sólo durante el tiempo en que se lo parece. Y no existe –dicen- ninguna conducta que pueda ser considerada en sí mima censurable. Los primeros que ejercieron la profesión de sofistas, se limitaban a las letras y las ciencias humanas, pero dejaron al margen la religión. Se abstuvieron de disputar sobre cosas en que cualquier decisión pudiera conmover a la gente común del pueblo.                                                                

La palabra sophistes significaba maestro en sabiduría. Y como tales se presentaban, simulaban saber, de todo: astronomía, geometría, aritmética, música, pintura… Pero no buscaban la verdad, sino mostrar su apariencia de saber porque esta apariencia, les revestía de cierta autoridad. Enseñaban el “areté” para quedar a la altura de las circunstancias políticas de su época. La palabra areté, traducida generalmente como virtud, no tenía entonces las connotaciones morales que la virtud tiene ahora. “Areté” era "lo que es propio de". Y eso era el dominio de las palabras para ser capaces de persuadir a otros. De "Poder convertir en fuertes los argumentos más débiles", diría Protágoras que decía también que con las palabras se puede “tanto envenenar como embelesar”.

Pero su “arte de la persuasión” no estaba al servicio de la verdad sino de los intereses del que hablaba. A eso, los sofistas le llamaban "conducción de almas", Platón diría, más tarde, que realmente era "captura de almas”. Por cierto, el platonismo con su creencia en la inmortalidad del alma, fue una predicción del cristianismo. San Agustín dijo «Nadie se ha acercado tanto a nosotros». Los sofistas, decía yo, no eran filósofos tal como hoy se entiende el término, no creían que el humano fuese capaz de conocer una verdad que resultara válida para todos. Cada quien tiene "su" verdad -enseñaban-. Pero su arrogancia no era tan ciega como para aventurarse al peligro de tener que beber la cicuta por la osadía de mantener una opinión contra la creencia de las mayorías. No olvidaban que, por ese motivo, Sócrates tuvo que hacerlo porque el magno ateniense dio en oponerse a las supersticiones con que las personas trastornaban el culto que se daba a los dioses.

Yo no sé si nuestros tiempos habrán dado de sí alguien asimilable por talento a aquellos Sócrates, Platón y Aristóteles, pero me parece que no. Los Sofistas sí, ellos se otorgaban a sí mismos la categoría de Sócrates o Platones modernos. Para esos “filósofos”, entre comillas y con minúscula, no existían diferencias entre Mahoma, Jesucristo, Confucio o Moisés. Toda religión, decían, es pura invención política, todo es superstición. Lo que a mí sí me consta, es que las instituciones civiles y los estados, han hecho degenerar al hombre de su propio ser natural. Y sé, por la simple experiencia de mis ya muchos años, que los poderosos constituyen una especie de clan con pocos escrúpulos que pretenden imponer una forma de esclavitud generalizada. Pero nada menos que Voltaire, un personaje nada beatífico, nos dijo que "es ignorancia supina creer que el alma humana puede ser sólo materia". Si los sofistas se contentaran con profesar la religión que eligiesen, sin meterse a reformadores del mundo, entonces, tal vez, Dios juzgaría su causa. Y es que, en ocasiones,  el talento, y aun la ciencia, se limitan a la ostentación. Los decretos morales, resumidos en cuerpos científicos, deberían moderar las costumbres para gobernar a los pueblos, y para que el hombre lograse en este mundo la felicidad. Pero esos decretos amontonados en el cerebro de los sofistas, servían sólo  para conseguir autoridad y renombre entre un puñado de literatos de la misma cuerda. Y lo que más sorprende en el proceder de ciertos nuevos maestrillos de opiniones envejecidas, es la insolencia con que acometen a los defensores de la religión, siendo ellos, como son, tan obstinados en defender sus opiniones.

La Filosofía es una ciencia excelsa que enseña humanidad, moderación y honestidad. Pero ni aun la verdadera concede privilegios especiales a esos maestrillos, para maltratar a los que quieran defender sus voluntariamente elegidas doctrinas. Y ellos, refugiados en el carnet de “filósofos de guardia”, lanzan mordaces sátiras contra el clero y los propios fieles.  Les concedemos todas las ventajas que ha logrado el género humano, por los simples “inventos filosóficos” de sus dos o tres poetas, y de una veintena de verdaderos intelectuales,  que ejercen la facultad de hablar o escribir mal de todos, sin que nadie intente defenderse de sus chismes y habladurías, porque cualquier tipo de defensa, sería calificada por ellos de fanatismo.

Sus esfuerzos supuestamente intelectuales, sus exclamaciones más mímicas que verbales, y su actitud ante el prójimo, intentan hacer creer a los demás, que todas las religiones del mundo son una en sí. Señores, hemos nacido en un tiempo en el que los filósofos ya no nos engañan, ni se contradicen. El Raciocinio y la reflexión han logrado ya la certeza que echaban de menos los antiguos que se ejercitaban en averiguar el por qué de las cosas. Y es que los Sócrates, los Platones, los Aristóteles, y otros genios de la antigüedad griega, que dieron principio a la formación de las letras y las ciencias, no acabaron de encontrar la Verdad. Aquellos sabios que conocieron la falsedad de la mayor parte de las religiones que dominaban entonces el mundo, no pudieron substituirla por un conocimiento más exacto de lo que era la auténtica Divinidad. Y es que acaso, el conocimiento de la Razón humana estaba reservado para el siglo XX. Pero pienso que si sólo la Razón es suficiente para que el hombre sea religioso según la intención de su Creador, necesariamente habrá de enseñar a todos los hombres un mismo dogma puesto que la verdad es sólo una. Por eso, la filosofía moderna intentó forjar una nueva concepción del mundo y de la sociedad y, aunque en principio, no prescindió de la influencia religiosa, reclamó la resolución de los problemas mediante la libertad de razonamiento. Abandonó gradualmente las verdades absolutas, intentando sustituir lo divino por lo humano, y resolvió zanjar la polémica entre la fe y la razón en favor de esta última. La nueva filosofía contribuyó a la liberación de la individualidad; y esta contribución fue simultánea a la lucha por la liberación de los grupos nacionales que pugnaban por quebrar el imperialismo medieval. Por eso, aunque sólo de algún modo, la filosofía moderna se vincula al surgimiento de los nacionalismos. Otro semblante del pensamiento moderno es el intento de acercar la filosofía y la ciencia. En esa época comenzaron a estructurarse las ciencias naturales, entendidas como un sistema de conocimientos rigurosamente clasificado y verificado. Y el pensamiento moderno acabó convirtiendo a la filosofía en colaboradora de la ciencia. A partir de ese momento, fue  frecuente que una misma persona reuniera la doble condición de científico y filósofo. Galileo y Newton son  buenos ejemplos de ese importante cambio.

La filosofía moderna se  suele dividir en cuatro periodos: el Renacimiento, el Racionalismo, el Empirismo y la Ilustración. Hacia 1350 surge una crisis social debido a las epidemias de peste: las gentes se refugian en los burgos y se produce una concentración de la población. Se paraliza la agricultura debido a la disminución de mano de obra, debido a las epidemias, por un lado, y a las migraciones, por otro.

Ante tal situación, el régimen feudal (que se basaba en un compromiso entre el señor y el vasallo por el cuál éste le trabaja la tierra y el señor le defendía, decae tanto que el feudal se ve obligado a comprar la mano de obra. Así surgió, señores, la burguesía, un concepto que, en principio, se refería a los habitantes de las ciudades llegados del campo, pero que pasó a designar una nueva clase social que, frente a la aristocracia, descubre que la fuente de riqueza es el trabajo, y lo hace con la afirmación de que “el hombre vale lo que produce”. También las naciones modernas surgen con la burguesía, realmente son un fenómeno burgués, porque el poder de los reyes fue creciendo en las ciudades, estando las monarquías amparadas por el capital burgués. La transformación del poder y el régimen feudal monárquico aportó como consecuencia la unificación de las leyes, que hasta entonces eran múltiples y variadas. Por cierto, Marx considera que es en esa época es cuando surge el capitalismo.

Si reuniésemos  a todos los filósofos y  les preguntáramos sobre cada uno de los puntos que aquí tratamos, yo les adelanto que no coincidirían en sus decisiones. Para demostrarlo, haré un experimento sobre la marcha: someterme a las enseñanzas de los Filósofos con mayúsculas, ya que uno ha nacido para someterse a un orden acomodado. Pero ¿Cuál es ese orden? Unos me dirán que la regla a seguir es el interés personal;  otros, que hay que obedecer el impulso de las pasiones. Aquél que me acomode a la ordenación general.  Alguno opinará que tenemos alma y otros que no. Incluso habrá quien diga que no se sabe si la tenemos, o que importa poco que la tengamos.

Continuamente leo las palabras Optimismo, Materialismo, Fatalismo, y otros tantos “ismos” que me hacen ir de aquí para allá, sin saber  a qué atenerme.  En cualquier caso, la felicidad humana ni puede, ni debe estribar en opiniones porque, de lo contrario, ya no sería felicidad sino congoja, y angustia.

Poco nos importa a los hombres comunes  no saber qué son los púlsares (estrellas con neutrón altamente magnetizado) o resolver una ecuación cuántica, porque ni una ni otra cosa contiene el resultado de la humanidad. Pero sí nos  importa mucho, saber cómo debemos actuar, hacia dónde dirigir éticamente nuestros pasos, y conocer qué objeto tienen nuestras acciones, porque si lo ignoramos, nunca acertaremos a cumplir con el orden establecido para nuestra propia naturaleza.

Si leemos a Karl Raimund Popper (Viena 1902/ Londres 1994), filósofo, sociólogo y teórico de la ciencia.) Leyendo, digo, en Popper los fundamentos del Optimismo, encontraremos las mismas razones que aducían los antiguos platónicos. Si estudiamos a Claude-Adrien Helvétius (París, 1715 / Versalles 1771)(su apellido puede españolizarse y escribirse "Helvecio”), observo cómo se fatiga en hacerme creer, que no hay otra virtud en los hombres que el interés, aunque Protágoras le arrebata la gloria de haber sido el primero en decir  tal absurdo.

En los Estoicos, encuentro al mismo tiempo el fatalismo y el materialismo.  Y en los Epicúreos descubro la inutilidad de la Providencia.  Claro que ya dijo Aristóteles que “Los tiempos pasados son regularmente la imagen de los venideros”, y lo estamos comprobando, pasarán siglos y la Imaginación, en el estado de estancamiento en que hoy se halla, no enseñará a los venideros más que lo que enseñó tres mil años atrás a los Egipcios, los Caldeos y los Griegos. Porque siempre habrá Optimistas, Fatalistas, Materialistas y otros “listos” y “listas” que harán ruido, porque siempre habrá personas que gusten de hacer ruido.

Entre los Hebreos hubo pocas sectas, porque su Revelación daba una idea de Dios más cierta y sublime que la que podría dar la razón de todos los hebreos juntos.  Ellos caminaban sin guía y buscaban cuanto podía sugerirles la débil luz de la razón;  inventaron todo lo inventable en estas materias. ¿Qué dejaron, pues, por hacer para sus posteriores?.  Yo creo que, simplemente, repetir un mecánico empleo de la verdad.

Voltaire, del que ya hemos hablado, que no era precisamente un beato, dijo que “Adorar a Dios y ser justo son las precisas obligaciones del hombre,  y que todo lo demás depende del arbitrio”. Pero ¿a qué Dios debemos adorar?, ¿Al de Epicuro, al de Espinosa, acaso al de Helvetio?. Otro importante pensador, el francés Montesquieu (1689/1755), nos  sugiere el suicidio, como si aconsejara un gran bien. No, debemos adorar al Dios verdadero, no hay duda; pero ¿como sabremos cuál es el auténtico, si cada uno de éstos me dice con mucha formalidad, que el genuino es el suyo?

En vano se cansó el ginebrino Rousseau en probar que el riguroso ejercicio del Cristianismo no es “a propósito para criar buenos soldados”. Debiera haber considerado, que si los hombres se subordinaran a la exacta observancia de la Moral cristiana, no habría tanta necesidad de soldados en el mundo, ni los Estados experimentarían las turbulencias en que hierven hoy por la inobservancia de dicha Moral.

Figúrense nuestros filósofos el sistema de un mundo cristiano tan puro, que todos los individuos observasen la Ética y la Moral a rajatabla. Entonces comprenderían que no es posible  dar un ejemplo más justo, pacífico y benéfico que el predicado por Jesucristo.

Como habrá comprobado, amable lector, me he atrevido a contradecir los sofismas de la filosofía actual, exponiendo en su contra las verdades de una razón, sujeta a los decretos del Dios que la creó. No sé si este análisis desempeñará cumplidamente el propósito que yo me había propuesto. En todo caso, me conformo con haberlo intentado.

Pero, por favor, contrapongan ustedes mis argumentos particulares con los  anti-cristianos, y decidan en consecuencia. Los puntos principales que he intentado demostrar son,                        la corrupción del hombre, la flaqueza de la Razón;  y la necesidad, acaso, de una  nueva Revelación…

Esta conferencia, muy ambiciosa en su concepto, aunque modesta en su desarrollo, escrita en diversos tiempos, y con distintos humores, no ofrece, desde luego, un cuerpo de doctrina.  Es más, si tuviera que empezar a escribirla, confieso que no me atrevería.

Sin embargo, las posibles pruebas que confirmarían mis propuestas, darían un amplio campo a la meditación del juicio y a la amenidad del ingenio. Si por suerte algún día cayeran en mentes más talentosas que la mía, se verían probadas, a mi parecer, la libertad del hombre y la necesidad de que en sus obras haya moralidad intrínseca, así como la inmortalidad del alma, puntos sobre los que versan principalmente las controversias de los sofistas.

En fin, creo que resulta tanteada, hasta donde mis posibilidades lo han permitido, lo que sería gran merced de una nueva Revelación, porque si ésta tuviera lugar, no quedaría el menor refugio a los sofistas para seguir opinando que los dogmas del Cristianismo son contrarios a la Razón. 

Por Juan Antonio Cansinos