on Saturday, December 31, 2011
Doña Marisol cumple años el día 3 de junio, así que la semana que viene caerán los ochenta. Una maldita alergia primaveral -ironías de la vida-  le impide salir de la residencia en la que sus hijos, que tanto la quieren, la han instalado cómodamente ya va para ocho meses. Al principio se resistió a dejar su casa, su barrio y todo aquello que formaba parte de su vida, de toda su vida, pero al fin decidió tragar quina, liar los bártulos y callar. A partir de entonces, los días ya no caminan hacia adelante para ella. La noche en que llegó a su nueva morada dejó de dar cuerda al reloj de pulsera que le regalara Antonio cuando el ascenso de 1948, y así, manejando el tiempo a su antojo, revive los días pasados, desechando los que no convienen y eligiendo los que son hermosos de recordar 

Sigue añorando su pisito de Núñez de Balboa y, por más que se esfuerza, no consigue perdonar a la fiel Petra, que siendo diez años más joven que ella, y con una salud de hierro, se la llevó pateta, sin haber tenido ni una maldita gripe con anterioridad, por eso es frecuente que, entre estornudo y estornudo, profiera un ¡que faena me has hecho, Petra, que faena! y dejando escapar un suspiro no vuelva a rechistar. Si no fuera por ese desahogo, nadie pensaría que la buena señora está a disgusto en su nuevo hogar. Cada día amanece risueña y todos comentan que es la anciana que menos guerra da. El ser humano busca los más extraños recovecos para sobrevivir a una situación de dolor y desesperanza.

“Hoy vamos a la Feria del Libro, Antonio, voy a tomar el té a casa de Maruja, así que cuando salgas de la oficina ven a buscarme” y así, mentalmente, Marisol cuelga el teléfono, abre el armario inexistente, busca el traje de chaqueta de otomán, llama a Petra para que le pase un paño a los zapatos negros, saca el sombrero y el bolso, ordena los billetes cuidadosamente en la cartera, primero los de cincuenta y luego los de cien y descarga el monedero de calderilla para que pese menos. A continuación abre el primer cajón del tocador, prepara las alhajas, el abanico, dos pañuelos de hilo, la polvera y las llaves. Tira del segundo cajón, se pone los guantes de seda  y deja resbalar las medias de nylon fino con cuidado por sus piernas suaves y torneadas, vuelve a dejar los guantes en su sitio y se va vistiendo despacio, muy despacio. Marisol sólo se apresura para llegar a misa de doce, o para coger el tren.

“Petra me voy, si llegan los chicos, estoy en casa de la señorita Maruja y luego iré a la Feria del Libro con el señor”. Baja las escaleras, “Buenos días Juan” saluda al portero, y comienza a caminar calle Goya arriba hasta General Mola, donde vive su prima Maruja, allí pasará un buen rato de charla, luego vendrá Antonio, tomarán un blanco y negro en  la cafetería Riesgo y se asomarán al cine Tívoli, si ponen algo bueno podrían venir después de cenar,  estas noches de junio está apretando el calor y  tan solo en los cines refrigerados se puede aguantar. 

La Feria estará animada, a Luis le comprará “El último Mohicano” en la colección Cadete y a Pilar los cuentos de Josefina de la Maza, ahora están con el diez por ciento de  descuento y Enrique el librero sólo hace el 5. Esto de que los chicos cumplan años el mismo día resulta caro y no están los tiempos para derrochar. Mirarán después las novedades de la editorial Juventud, y se quedará con las ganas de comprar la última novela de Pearl S. Buck, que le ha dicho Julia que es fantástica... 

- Doña  Marisol, que se ha quedado usted traspuesta y ya es hora de cenar, ¿Prefiere que le traiga la bandeja si no se encuentra bien?-. 

- Calla hija, ¿qué dices? Si estoy hecha una rosa, deja que me pase un peine y bajo enseguida.

La familia de Doña Marisol vive feliz en su piso de Conde de Peñalver, bien es verdad que Pilar y su marido tienen que matarse a trabajar para poder pagar la residencia, pero mamá está allí tan cuidada que el sacrificio merece la pena. 

A Pilar, sólo le fastidia “el pavo”  de Chelo, que va para doce años. Continuamente les da la lata porque tiene la tonta idea de que su abuela no está a gusto allí, la echa mucho de menos y quiere que la traigan a vivir con ellos. 

¡Qué bobada! Mamá siempre ha sido muy independiente y no aguantaría vivir con Marcos ni un mes, y además se la ve encantada, rodeada de gente de su edad, con un jardín precioso para pasear, y todas las comodidades ¡Ya quisiera yo el día en que su padre y yo nos hagamos  viejos, que alguien se preocupe tanto de nosotros! 

Esta tarde, sin ir más lejos, la niña se ha puesto insoportable con no sé que historia de una redacción que tenía que hacer sobre el tema:“¿Qué quieres ser de mayor?”. Por lo visto este trabajo puntuaría para el examen final. Pilar le ha expuesto un aluvión de ideas acerca de  las mil y una posibilidades que tenía de enfocarlo; sus aficiones,  aptitudes y los caminos por los que ella podría encauzar su futuro. Parece que se había quedado satisfecha, pues no volvió  a hablar del asunto. 

Pilar entra en la habitación de la pequeña para darle el beso de buenas noches, pero la encuentra dormida. Sobre la mesa está el cuaderno de redacción abierto, y en él sólo hay unas cuantas líneas escritas. La madre comienza a leer. 

“He pensado mucho en lo que quiero ser de mayor, pero no tengo nada claro, bueno casi nada. Me gustan las matemáticas y el dibujo, pero lo que preferiría sería viajar y conocer a mucha gente, sobre todo ir a sitios donde haya playa, que llueva poco y que no haga frío. También estaría bien ser reportera de televisión y poder contar las cosas que pasan por el mundo, aunque para eso tendría que separarme de mi familia y de mis amigos y eso me gusta menos. De momento sólo hay una cosa que no quisiera de mayor y es... quedarme tan sola como mi abuela...

Pilar siente un escalofrío, deja el escrito sobre la mesa y se sienta al borde de la cama. La niña duerme placidamente. Observa su respiración acompasada y tranquila, ningún mal sueño parece turbarla y, sin embargo Chelo sufre. Roza su mejilla con los labios y sale de puntillas, cruza el pasillo y entra en el dormitorio. Marcos acaba de limpiar las gafas y se dispone a apagar la luz de la mesilla de noche. 

-Cariño, no apagues todavía, tenemos que hablar.
                                                    
El día 3 de junio doña Marisol abrió las maletas en casa de su hija y, para celebrar su cumpleaños, sacó el reloj de pulsera que le había regalado Antonio cuando el ascenso de 1948, le dio cuerda y, desde ese momento, ya nunca volvió a recorrer su vida marcha atrás. 

Por Elena Méndez-Leite

on Friday, December 30, 2011
FLOTA COLVM en la mar a las Yndias del Pirú
Guaman Poma (1556 - 1644)
El profesor norteamericano Richard M. Morse en su ensayo El Espejo de Próspero  hace referencia a lo que llama la Prehistoria europea de las Américas, período que obviamente incluye también al Perú y sin el cual no es posible una cabal comprensión del proceso formativo de las naciones como la nuestra. Tal período señalado por Morse va desde el siglo XIII al XVII y en él ocurren cruciales desarrollos «de urbanización, de ascenso de la burguesía, consolidación de los estados nacionales, pluralización religiosa, desarrollo capitalista, expansión ultramarina y cientifización de la visión del cosmos del hombre”.

A su vez y refiriéndose a ese mismo período el filósofo mexicano Leopoldo Zea destaca como a  fines del siglo XIII Tomás de Aquino había dado lugar a su famosa Summa Theologica, aquel gran sistema metafísico que establece  las bases filosóficas  de un orden cósmico afín al orden político vigente en el medioevo, y que al concebir a Dios como razón  se accede a la comprensión de la realidad instituida por el propio Dios.

Ahora bien, frente a este apogeo escolástico encarnado en la Summa Theologica,  se yergue la llamada filosofía teológica de los franciscanos ingleses de Oxford: Roger Bacon, Duns Scoto y Guillermo de Ocam cuya concepción es la de «individuos que nada quieren saber de un orden que los trasciende y domine». Como señala Zea las semillas del antropocentrismo moderno ya estaban lanzadas a la Historia, semillas que «disolverán el gran sistema metafísico del Doctor Angélico».

Los franciscanos ingleses devienen así en una suerte de campeones de una visión que en abierta oposición a las posiciones tomistas, echaban las bases de una filosofía cada vez menos teológica y más doctrinariamente laica. Estamos frente a las manifestaciones tempranas de lo que iba a ser la modernidad renacentista y que iban a dejar sin fundamento no sólo al orden cósmico medieval de Tomás de Aquino sino al propio orden socio-político que del tomismo se derivaba.

Se da así, de hecho, una renuncia filosófica a la comprensión no sólo de la racionalidad y del conocimiento de Dios, sino también a la aprehensión de lo divino en la esencia de la Naturaleza —caras afirmaciones en la visión escolástica—,  y que al renunciar a ella surgió una nueva concepción: la de un entendimiento funcional de la naturaleza y de lo puramente fenoménico. Para Leopoldo Zea se ve aquí el fundamento de la visión moderna de lo utilitario a ultranza, así de ahora en adelante la naturaleza debía ser transformada para servir a los intereses y propósitos del hombre, referencia protagónica y obligada para el hombre moderno.

Así, el ser humano en la visión franciscana inglesa, si bien queda dotado de razón, es ahora un ente aislado de Dios, sólo dispone de aquella razón puramente humana y la que dispondrá para el conocimiento ‘racional’ de la naturaleza, ésta en su condición de ser puramente funcional, por ende ahora la naturaleza debía ser transformada para servir a los fines humanos.

Este antecedente: rol decisivo del pensamiento reformador de los frailes ingleses, es uno de los factores que contribuirá a que Inglaterra surgirá como la campeona de la nueva visión de la modernidad, en contraste con el rol histórico de España que frente a los nuevos tiempos asume la responsabilidad de rescatar el legado y la riqueza del pensamiento escolástico en la versión de Santo Tomás de Aquino, rol el de España al que haremos referencia en la siguiente nota y  que con la herencia de la sabiduría y experiencia histórica de lo americano prehispánico devendrán en los dos grandes factores decisivos del complejo proceso formativo del Perú.

El período europeo entre los siglos XV y XVI,  al inicio de los Tiempos Modernos, será testigo del surgimiento de  Inglaterra y España como dos naciones de singular gravitación en Europa, Inglaterra encarnando las tendencias que irán dando forma a la era de la modernidad —era que perdurará hasta nuestros días—,  en tanto que España, fortalecida con el descubrimiento de América y frente a la insurgencia del protestantismo, asumirá el rol de defensor del legado de la tradición cristiana y humanista.

Así en tanto que Inglaterra acogía  la nueva visión de los franciscanos ingleses de Oxford y hacía suyos los nuevos tiempos de la modernidad,  España se opuso a tal visión que implicaba la desvalorización de la perspectiva de Santo Tomas de Aquino, y se aboca a una  visión que conciliando la irrupción de los Tiempos modernos no  cortara el cordón umbilical con la perspectiva neoescolástica del catolicismo.

No es difícil inferir la abierta contraposición filosófica entre la posición de Inglaterra, que encarnaba la novedad de era de la modernidad, era que evolucionará hasta la actual postmodernidad; versus la posición de España aferrándose a la tradición del humanismo escolástico. Así, si España católica abrazó la creencia católica del paraíso celestial, la Inglaterra ‘moderna’ sólo aspirará un paraíso de orden terrenal nada utópico.

Los contrastes entre lo inglés y lo español se irán acentuando conforme se fue afirmando la modernidad. España quedará simbolizada en ese binomio de polaridades entre un Don Quijo­te y un Sancho Panza, aquel iluminado por la locura caballeresca bus­cando la  gloria altruista del deshacedor de entuertos, y Sancho, con los pies en la tierra y con un gran caudal de sabidu­ría práctica aunque con un cierto tinte de escepticismo. Inglaterra en contraste con el altruismo quijotesco que encarnaría España, se afirmará en un pragmatismo utilitario que no vacilará  en honrar con el título de Sir a algún despiadado filibustero en tanto que sus acciones fueran de provecho para la nación inglesa,

Hay en este significativo contraste algo que nosotros los hispanoameri­canos debemos tener siempre muy presente, y es que para España y para nuestras naciones hispano- americanas  hay más una identificación con lo que encarnaba aquella dualidad de de don Quijote y Sancho Panza. Al respecto Leopoldo Zea cita al español Joaquín Costa quien al referirse a esta identificación cervantina nos  dice que en ello «pueda estar la posibilidad del porvenir de las naciones que bajo la sombra de don Quijote son enderezadores de entuertos y paladines de justi­cia de los despojados y sufridos hombres de la tierra».

En esa identificación con Don Quijote y Sancho Panza, se puede reconocer y comprender mucho del sentido de no pocos de nuestros rasgos idiosincrásicos, ya sea como ‘enderezadores de entuertos’ en el ámbito de la política internacional, defendiendo la no intervención en la soberanía de los pueblos o mostrándonos afines hacia una solidaridad universal de todos los pueblos. Pero también podemos referirnos a ese otro prototipo de un Sancho Panza prudente y con los pies en la tierra, que profesa cierto grado de realismo  ante la vida, incluso no exento de cierto escepticismo, pero sin embargo con una buena predisposición hacia el logro de nuestros sueños.



Bibliografía:

Richard M Morse, El Espejo de Prospero. Siglo XXI- Editores.
Leopoldo Zea, El Pensamiento Latinoamericano. Ariel.

Lecturas Recomendadas:

Guamán Poma de Ayala, Nueva Crónica y Buen Gobierno.
José Enrique Rodó, El Mirador de Prospero. Editora Nacional-México.
Leopoldo Zea, Filosofía de la Historia. Tierra Firme.
Julián Marías, Historia de la Filosofía. Revista de Occidente.



on Tuesday, December 27, 2011
Buenas noches. En Nochebuena, como cada año, me dirijo a todos vosotros para transmitiros mis mejores deseos de paz y felicidad.

Al término de este año difícil y complicado para todos, quiero hablaros con sinceridad y realismo, sin rehuir los problemas que nos aquejan como sociedad.

Quiero hacerlo con la confianza y el optimismo que me inspiran las virtudes del pueblo español, al que quiero con todo mi corazón y al que a lo largo de estos treinta y seis años de reinado he aprendido a conocer a fondo y a admirar con orgullo.

Llevamos varios años sumidos en una severa crisis económica y financiera cuyas causas complejas no son siempre fáciles de entender, pero cuyos efectos negativos son para todos evidentes. Para muchos, tristemente demasiado evidentes por su dureza.

Es una crisis que está llamada seguramente a modificar hábitos y comportamientos económicos y sociales.

Si España ha alcanzado en los últimos decenios las más altas cotas de progreso y bienestar de su historia, ahora hemos de saber reconocer con humildad cuáles han sido los comportamientos en los que, como individuos y como grupo, hayamos podido equivocarnos.

Sólo a partir de este reconocimiento, y con los mejores valores de nuestra sociedad por delante, podremos comenzar a superar esta crisis.

Será necesario para ello un planteamiento global, un enfoque de conjunto cuyas líneas maestras y medidas concretas corresponde diseñar, desarrollar y aplicar a los responsables políticos y a los agentes económicos y sociales.

En este ámbito a mí me corresponde, como Jefe del Estado, animar a esas instancias a trabajar sumando voluntades, no restándolas; acercando posiciones, no distanciándolas; buscando avenencias, no rechazándolas. Animarles a trabajar con diálogo y altura de miras, con rigor y convicción.

Sé, sabemos todos, que el camino de la recuperación no será corto ni tampoco fácil, que exigirá sacrificios.

Por eso resulta tan importante que la sociedad en su conjunto asuma la trascendencia del momento y sepa responder a los desafíos de una situación tan difícil como la que vivimos con el necesario realismo, pero también con mucha generosidad, con mucha solidaridad hacia quienes por sus circunstancias económicas o familiares son más vulnerables.

Vivimos una crisis de naturaleza global que ha puesto de manifiesto la dificultad de que cada país pueda afrontarla aisladamente. Las soluciones exigen establecer de forma coordinada medidas efectivas.

En ese empeño se encuentra la Unión Europea y en él Europa encontrará a España en la vanguardia, como actor destacado que desea seguir jugando un papel relevante. La vocación europeísta de España se hunde en las raíces de la historia de nuestro continente, y nuestro compromiso es tan fuerte e intenso con su futuro como lo es hoy con su presente.

Una vocación europeísta que gana valor y peso con la solidez de los lazos que nos unen con las naciones iberoamericanas y con nuestros vecinos de la orilla sur del Mediterráneo.

La crisis es internacional pero también tiene perfiles nacionales propios. El más doloroso de todos es, desde luego, la elevada tasa de desempleo que sufrimos, moralmente inasumible para un país vertebrado, moderno y solidario como el nuestro.

Es cierto que, en una coyuntura como la que vivimos, los temas que requieren una solución prioritaria se agolpan ante nuestra puerta, pero si tuviéramos que destacar la máxima prioridad creo que ninguno dudaríamos en señalar la lucha contra el desempleo como objetivo último y cierto.

Ciudadanos, instituciones y administraciones públicas debemos volcar nuestros mejores esfuerzos y energías en apoyo de los desempleados y de sus familias.

Con una cifra de parados inaceptable, y que lo es todavía más entre los jóvenes que buscan su primer empleo, quiero rendir un hondo homenaje de agradecimiento y admiración a las familias, cuya generosidad y entrega está siendo clave para que nuestro país mantenga los actuales niveles de estabilidad social. Todas las medidas que se adopten deben tener como objetivo final la recuperación del empleo, pues esta es la principal palanca que puede dar a cada individuo un horizonte de dignidad y estabilidad, y al conjunto de la sociedad una expectativa de prosperidad.

Estabilidad y prosperidad, en el marco de nuestra Constitución, es lo que esta gran nación española ha sabido construir en paz y libertad a lo largo de las últimas décadas, junto con un Estado de Bienestar necesario para mantener la indispensable cohesión social que la justicia distributiva reclama.

Estos son también nuestros desafíos de hoy. Las herramientas para enfrentarlos con éxito son los valores que han hecho siempre grandes a los pueblos: educación, trabajo, esfuerzo, iniciativa, compromiso, solidaridad, entre otros.

Son los que necesitamos potenciar, tanto colectiva como individualmente, más que nunca en la coyuntura actual.

Junto a la crisis económica, me preocupa también enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones. Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos. Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar.

Cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione. Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos.

No debemos, sin embargo, generalizar los comportamientos individuales, so pena de cometer una gran injusticia con la inmensa mayoría de servidores públicos, y también de empresarios o trabajadores del sector privado, que desarrollan su labor de forma ejemplar y honesta.

De lo contrario, se podría causar un grave daño a instituciones y organizaciones que son necesarias para la vertebración de nuestra sociedad.

La unidad de las fuerzas democráticas y la firmeza de los españoles en la defensa de nuestro Estado de Derecho frente al terrorismo, han demostrado que los proyectos totalitarios no tienen cabida en la España democrática.

Frente a la intolerable pretensión de los terroristas de tratar de conseguir objetivos políticos mediante el uso de la violencia, la amenaza, la intimidación o la extorsión, la sociedad vasca y el conjunto de la sociedad española han defendido su libertad y sus instituciones desde la legalidad, con el sacrificio y la eficacia de las Fuerzas de Seguridad, la permanente y decidida acción de la justicia y la generosa cooperación internacional.

Ahora es ya tiempo de que los terroristas entreguen sus armas asesinas y desaparezcan para siempre de nuestras vidas.

Esta noche es un momento especial para dedicar un recuerdo emocionado a quienes más han sufrido esta tremenda injusticia, las víctimas del terrorismo.

Nuestra sociedad tiene contraída una permanente deuda de gratitud con el sacrificio y el dolor de todas las personas que perdieron la vida, quedaron mutiladas, fueron extorsionadas o se vieron obligadas a abandonar su tierra. Al evocar su memoria, queremos poner de manifiesto su dignidad y compartir su sufrimiento y el de sus familias, que siempre contarán con nuestro apoyo, solidaridad y afecto.

Este es nuestro firme compromiso, para recordar que su sacrificio no ha sido en vano. Es el compromiso de una sociedad libre que no se deja amedrentar, que exige justicia y reparación para quienes fueron víctimas de la violencia por no querer someterse a la dictadura del terror.

Hace cinco semanas los españoles, como dueños de su destino y en el ejercicio de sus derechos soberanos, han elegido a sus representantes a nivel nacional en unas elecciones generales que han dado como resultado la alternancia política.

En este nuevo escenario que se abre, la Corona, en tanto que símbolo de la unidad y permanencia del Estado, seguirá haciendo todos los esfuerzos necesarios en favor de una convivencia integradora.

Los actuales son tiempos de gran exigencia. Nos esperan muchas dificultades pero también nos respaldan sólidos valores que nos hacen sentirnos orgullosos de ser españoles, y un pasado reciente de superación que nos sirve de estímulo.

Como os dije la Navidad pasada, “no hemos llegado hasta aquí para dejarnos vencer por las dificultades, para renunciar a nuestras ambiciones de construir un país cada vez mejor”.

Hemos demostrado con creces que, cuando estamos unidos y seguros de lo que queremos, sabemos dar respuesta a los retos más complejos. Los que tenemos ante nosotros lo son, pero no tengo duda de que los españoles sabremos estar a la altura de los tiempos y para ello siempre contaréis con el mayor y mejor hacer de la Corona.

Son muchos los mensajes que quisiera hacer llegar a todos y a cada uno de los sectores y colectividades que integran nuestra sociedad. Sabed que todos estáis en mi corazón y en mi pensamiento.

En esta noche, quiero dar las gracias especialmente a tantos españoles que en los últimos meses se han interesado por mi salud, felizmente recuperada.

En este tiempo, he podido apreciar, aún más si cabe, el rigor y el acierto con que mi hijo, el Príncipe de Asturias, me acompaña como Heredero de la Corona en el servicio a los españoles y a España, a su democracia, a su Estado de Derecho, a sus libertades, a su unidad y su diversidad, y a la defensa de sus intereses en todo el mundo.

Os reitero mis mejores deseos en esta Navidad y para el año que pronto comienza.

Estemos unidos. España lo merece y lo necesita. Buenas noches.

Por S.M. El Rey Don Juan Carlos I




on Saturday, December 24, 2011
“Honraré la Navidad en mi corazón 
 y procuraré conservarla durante todo el año”. 
Charles Dickens 

Hay momentos en los que el silencio inunda todo lo que nos rodea… en los que el tiempo parece detenerse… Momentos que convierten la noche más fría en la escena más cálida.       Silencio para escuchar la nieve al caer, el arrullo intermitente de las estrellas o las suaves caricias del  mar. Momentos que se alejan del ruido cotidiano, para hacer de ellos algo especial, casi mágico. A veces, en alguno de esos momentos, hasta podemos llegar a oirnos a nosotros mismos… 



Shhhhh… silencio.



Momentos para beber de la botella del silencio y dar unos tragos de paz… Que a veces nos embriagan hasta hacernos olvidar que detrás de cada silencio, detrás de cada susurro, detrás de cada uno de esos tragos, se esconde el trabajo, la dedicación y el esfuerzo de aquellas personas que hacen posible nuestos sueños. También el sonido del silencio encubre a los que claman por un sueño, o los que sueñan con poder soñar… en silencio. ¿Cuánto vale un momento de paz?... 
¿Y un instante de felicidad?...


Pregúntaselo a los que no lo tienen.



Vive de forma intensa los momentos de tranquilidad y silencio; escucha el sonido de la nieve al caer, el arrullo de las estrellas o las caricias del mar… Pero sobre todo en estos días, escucha también el latido de tu corazón, el silencio de los que sufren, la generosidad de los que hacen posible tu felicidad desde el silencio... e incluso a los que sin querer, no saben callar. 
Deja volar tus sueños y sonríe siempre al despertar.





Shhhhh, silencio… ¡Ya es Navidad!



Por Alberto de Zunzunegui


on Wednesday, December 21, 2011
Este globo al que llamamos mundo se nos ha hecho tan pequeño, tan cotidiano que mezclamos el sabor de nuestras fiestas con el de las de otros pueblos al buen tuntún y, a fuerza de añadir ingredientes de una u otra nación, el resultado es una amalgama de símbolos a los que arrebatamos su auténtico sentido convirtiéndolos en torpes motivos de ocio o comercio sin más. Hace algunos años en muy pocos hogares madrileños se "plantaba" el árbol de Navidad, Papá Noel sólo formaba parte de cuentos lejanos y quizá por eso, o porque casi nadie disponía de chimenea no nos dejaba regalos en Nochebuena. En casi todos los hogares se montaba el Belén con mayor o menor aparato; se cantaban villancicos; se tocaba la pandereta; se intentaba hacer sonar la zambomba y se comían algunas cosas exquisitas que durante el resto del año no volveríamos a saborear. Al Recién Nacido, convencidos de su pobreza, porque tanto en el “cole” como en casa nos habían explicado con todo lujo de detalles que es lo que íbamos a celebrar,  solo le pedíamos previa e indirectamente aleccionados, que nos "hiciera buenos" o  que sanara a alguno de nuestros mayores. Todos sabíamos que a quienes había que dirigir el resto de las peticiones era a los Magos de Oriente que, aunque no siempre se enteraban del contenido de la carta y cambiaban a su antojo los regalos, solían portarse bastante bien. 

En casa, y aunque nunca tuvimos chimenea, si participé en mi infancia de muchas de las celebraciones entonces desconocidas y hoy habituales. Como mi familia entre España, Alemania, Francia, Portugal y Brasil formaba una modesta ONU, cada uno aportaba a los demás miembros creencias, costumbres y obsequios disfrutando todos de todo, sabiendo lo que celebrábamos y el porqué. 

Ahora tengo la impresión de que, para muchos, estas fiestas han perdido su esencia cristiana si no su razón de ser. Se sigue conservando la tradicional cena familiar de Nochebuena -cada vez menos tradicional y menos familiar-. Los grandes almacenes han establecido una cuota de regalos para los Reyes Magos y otra para Papá Noel, por lo que a algunos padres, que carecen del nivel económico de Santa Klaus, o de los Reyes, se les hacen los dedos huéspedes y el bolsillo una piltrafa. 

En muchos hogares faltan los viejos, desde que les bautizaron con ese ridículo nombre de tercera edad y les acomodaron en una residencia, más o menos aceptable, porque allí iban a estar mucho mejor. También hay merma de niños en las casas, porque la vida se ha vuelto complicada y no todos consiguen esa panacea de la conciliación. Exceptuando el apartado de turrones y mazapanes, las comidas contienen pocas sorpresas porque gracias a los congelados y al mundo global, mariscos, frutos exóticos, y otras delicatessen por el estilo forman parte de la alimentación cotidiana de gran parte de la población, -aunque tal como se han presentado las cosas quizá tengan los días contados-.

En el apartado de las costumbres, muchos de nuestros jóvenes aprovechan estos días para disfrutar de la nieve; las agencias de viajes programan itinerarios de ensueño a precios "módicos" y al final, muchas madres españolas preparan la cena de Nochebuena con esmero... para dos, mientras miran el árbol o el calcetín desmayado al borde de la chimenea recordando con nostalgia aquellas Navidades de su infancia y susurrando: ¡Cuántos se han ido ya!

Por mal que nos vengan dadas, no debemos engancharnos a la droga del desaliento y la desesperanza. Recordar el pasado puede ser muy hermoso, siempre que no nos empeñemos en anclarnos a él y Navidad, a pesar de todo, siempre será Navidad. No importa la edad que tengamos. Es necesario, casi diría yo imprescindible, que disfrutemos de ella. Pidamos al Niño-pobre, un kilo de ilusión, cien gramos de ternura y un cesto de sonrisas, rebusquemos después en el pozo de los años hasta encontrar en el fondo al pequeño que un día fuimos, y mirémoslo todo a través de sus ojos. Volvamos a pasear por las calles llenas de luz; salgamos a recorrer los mercadillos llenos de mil y una chucherías, compremos una pandereta sin rubor. Digámosle a todos los nuestros cuanto les queremos, abracemos a nuestros viejos para que se les caliente la vida; besemos a nuestros padres, que no hay para ellos regalo mejor; juguemos y soñemos con nuestros hijos, para que también ellos en el futuro puedan evocar una niñez feliz y llena de cariño. Disfrutemos en silencio y agradecidos la vida que tenemos y saboreemos dulce... suave... deliciosamente el nacimiento de uno de los Niños más pobres del mundo que, a pesar de ello, reinventó el amor. 

Por Elena Méndez-Leite

on Monday, December 19, 2011
Por su interés reproducimos el artículo de Enrique López y López aparecido en LA RAZÓN el pasado día 18 de diciembre de 2011.


ÉTICA FRENTE A CORRUPCIÓN

La corrupción política consiste en el mal uso del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada, y que suele estar muy ligada a la falta de transparencia. El fenómeno de la corrupción se instala en el ejercicio del poder y también en la delincuencia económica, aunque es cierto que la mayor preocupación se centra en el sector público, puesto que si bien el poder de corromper suele estar centrado en quien puede  vencer voluntades, y para ello es necesario dinero o algo similar, no es menos cierto que frente a ello sólo se puede oponer, además de la transparencia, un sistema de prevención  y un modelo de justicia eficaz, y lo mejor de la naturaleza humana, la moralidad. La famosa frase de Lord Acton, según la cual «el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente», nos permite sostener que un sistema no democrático resulta esencialmente corrupto, pero la democracia no inmuniza contra las prácticas corruptas, cuya generalización suele socavar la legitimidad del sistema. Había un viejo axioma que se venía repitiendo que  consiste en que sin democracia no hay progreso real. Hoy, algún gigante asiático nos puede intentar demostrar lo contrario, más no podemos caer en el error. Sólo la democracia y la transparencia pueden asegurar un mínimo de legitimidad en el ejercicio del poder. Lo demás es mero autoritarismo, algo corrupto por esencia. 

Pero además de defendernos de la corrupción como fenómeno actual, debemos profundizar en las causas de la misma para así elaborar una auténtica auditoría de riesgos –eso que ahora se llama «compliance»– para identificar los procesos y prácticas donde se producen con mayor frecuencia, con el fin de buscar soluciones eficaces contra la misma. Éstas no pasan sólo por  establecer unos tipos penales cada vez mas severos, hace falta algo más. España se encuentra en una escala de cero a diez por encima del aprobado, pero lejos del 9,4 de Nueva Zelanda (ranking de corrupción mundial de 2010), habiendo bajado algunos puestos en los últimos años. Los elementos que determinan la corrupción son de diferente naturaleza, y así encontramos en primer lugar causas morales, como la perdida de las referencias éticas en los modos de comportamiento profesional y personal; en segundo lugar, de carácter jurídico, tales como las insuficiencias legislativas, la ineficacia de los controles, la defectuosa organización de la administración,  la facilidad con la que opera la delincuencia organizada y trasnacional, etc.; en tercer lugar, existen causas de carácter económico, como la excesiva concentración del poder económico en modo de monopolios  y posiciones de dominio, y la globalización de la economía sin un adecuado sistema de control de movimientos de capitales; por último, hay causas políticas, que por lo general se producen cuando no funcionan a los contrapesos institucionales. Cada país debe analizar estas causas y, tras la realización de esa gran auditoría de riesgos en corrupción, analizar cuáles son los principales factores de riesgo y así establecer o fortalecer controles preventivos más eficaces, y ello sin caer en ñoñerías y tonterías populistas. En España debemos hacer este gran esfuerzo y poner en negro sobre blanco sus resultados, para así poder en el futuro estar más cerca de Nueva Zelanda, aunque sean nuestras antípodas. Nuestro sistema institucional todavía lo permite. Estamos a tiempo, porque, a pesar de algún que otro esfuerzo,  los organismos de control, en algunos casos dormidos o narcotizados, conservan su savia para poder ser utilizados en esta línea. 

Varios son los objetivos a alcanzar y también  varias las acciones a desarrollar. Hoy sólo esbozo la primera: se debe apostar por una educación en valores, donde la moral, el sentimiento de justicia, la responsabilidad, y sobre todo la honradez, sean las máximas del modelo educativo. Ello debemos cuidarlo desde la más tierna infancia, puesto que quien no se examina y no asume sus errores está condenado a la eterna infancia. Ortega calificaba al hombre sin nobleza como la persona «que siempre está  en disposición de fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: el hombre sin la nobleza que obliga –sine nobilitate–, esnob. Con este tipo de ciudadanos es muy difícil prevenir la corrupción, ocupen un puesto público o privado, y contra ellos hay que luchar. De nada vale trabajar sobre la otras causas si no superamos esta primera. No hay sistema preventivo posible frente a una sociedad en la que este tipo de seres humanos abundan, y para ello es necesario no confiar su educación solamente en el temor al castigo del Código Penal, sino en la educación que prime al honrado frente al jeta, al responsable frente al que no lo es, al laborioso frente al vago, en suma, al que tenga referencias éticas frente al que no las tiene. ¡Ya está bien de listillos que abusan de la buena fe del resto!

Por Enrique López y López
Magistrado de la Audiencia Nacional y Vocal-Portavoz del Consejo General del Poder Judicial.

on Saturday, December 17, 2011
"Un ser humano tiene derecho a vivir con dignidad, igualdad y seguridad. No puede haber seguridad sin una paz verdadera, y la paz necesita ser construída sobre la base firme de los derechos humanos". Sergio Vieira de Mello


Siempre que acaba una guerra hay que echar las campanas al vuelo. Hace unas horas el Presidente Obama ha anunciado que, tras nueve espantosos años, el conflicto de Irak llega a su fin, pero yo no he visto a nadie que hablara de ello por las calles, ni que las emisoras de radio y los canales de televisión interrumpieran sus programas para anunciarnos la buena nueva. Será que tenemos in mente otros conflictos más cercanos que nos impiden alegrarnos en debida forma del bien ajeno, con la que está cayendo por aquí. Debo reconocer que chirría la afirmación del presidente norteamericano sobre que “Irak es ahora una nación soberana, autosuficiente y democrática” pero, en fin, doctores tiene la Santa Madre Iglesia...

Lo que sí es hermoso es que termine este sin sentido –todas las guerras lo son-, y ahora embebida de paz,  se me ocurre pensar en tantos y tantos hombres y mujeres que han perdido sus vidas directa o indirectamente en esta contienda, y me viene a la mente la imagen de un hombre bueno que dedicó más de treinta años de su vida a predicarla y a practicarla en los lugares más conflictivos, colaborando con su preclara inteligencia en conferencias internacionales, coordinando operaciones de ayuda humanitaria, interviniendo en ayuda de los refugiados, propiciando la limpieza de los campos de minas, ya fuera en  Bangla Desh, Chipre, Turquía, Angola, Mozambique Camboya, Yugoslavia o Kosovo, hasta que una tarde asfixiante de agosto una maldita hormigonera cargada de bombas hiciera saltar su vida y sus ilusiones en mil pedazos, dejándole atrapado y moribundo, mientras despachaba con sus colegas en un despacho de la ONU en Bagdad. 

Sergio Viera de Mello, brasileño de nacimiento y vocación era, sobre todo, ciudadano del mundo, Filósofo de carrera, Diplomático y amante del tenis. Sentía pasión por el diálogo y despreciaba la fuerza como garante de la estabilidad de los pueblos. Desde sus distintos puestos de funcionario en la ONU hasta su nombramiento como Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, fue más que notable su actitud de servicio permanente a favor de los desheredados de la tierra y, muy especialmente, de los cientos de miles de refugiados  mártires en vida de los conflictos que otros provocaron. 

A lo largo de la historia muchos han sido los pueblos que se han visto expulsados de sus hogares. Desde el mito de Edipo refugiado en Tebas, pasando por las culturas amerindias, los hebreos de Abraham y los musulmanes en su hégira, sin olvidar la tradición cristiana que nos revela, no sólo que Jesucristo nació en un pesebre en Belén porque sus padres, exiliados de Nazareth, no encontraron otro techo donde refugiarse sino que, meses después, los tres tuvieron que huir a Egipto para evitar la muerte del Hijo. Años más tarde también el pueblo cristiano sería considerado, en distintas citas del Nuevo Testamento, como peregrino en la tierra.

En épocas remotas, dos grandes pueblos en su origen errantes; el musulmán y el judío, nos proporcionaron muy notables ejemplos de hospitalidad, práctica que con el tiempo sería incorporada a sus leyes. El pueblo hebreo nació como tal por un acto de acogida que se narra en los textos sagrados: Estando Abraham en su casa de Mambré con su mujer Sara, ve acercarse a tres peregrinos caminando penosamente y apoyándose a duras penas sobre sus bastones. Advirtiendo su aspecto cansado y famélico, el Patriarca les invita a entrar en su casa, les proporciona útiles de aseo y les ofrece de comer. Los huéspedes, que  no son sino tres ángeles enviados por Dios. agradecen su hospitalidad anunciado a los dos ancianos que muy pronto engendrarán un hijo al que llamaran Isaac y  será el origen del pueblo de Israel. 

Por otra parte, también la era musulmana se inicia con otro exilio, la Hégira, punto de partida de la verdadera propagación del Islam. Con más de cuarenta años, Mahoma, que había nacido en la Meca, se dedicaba al pastoreo, pero gustaba de retirarse al desierto y aislarse en profunda meditación en la cueva del Monte Hira. Allí recibió la visita del Arcángel Gabriel que, enviado por Alá, le reveló la verdadera fe. A partir de ese instante, enardecido por la revelación divina, emprende la predicación y, cuando sus adeptos extienden ampliamente la nueva doctrina por pueblos y ciudades, las autoridades se alarman y tachan estas prácticas de subversivas. El Profeta y sus seguidores se ven obligados a huir, refugiándose primero en Abisinia y, más tarde, en Medina. Mahoma retornaría posteriormente a La Meca, pero Medina sería ya para siempre su hogar y, todavía hoy, reposan sus restos en la ciudad que le dio asilo. Este exilio fue el germen de la era islámica.

El problema de los refugiados en el pasado siglo, tuvo su inicio con la guerras de los Balcanes de 1912, siguió con la revolución rusa y se fraguó en el fracaso de la contra revolución de 1917. A consecuencia de ello, miles de hombres y mujeres, en principio  kurdos y luego palestinos, africanos de distintas etnias, etc., bien sea por su raza, condición o creencia, se han visto obligados a abandonar su país y encontrar la paz de espíritu en la nación que les brinda asilo. Sea como fuere, no todos los seres humanos alcanzan refugio de la misma manera. Mientras que algunos pocos son recibidos al pie de la escalerilla del avión por dignatarios obsequiosos, otros cientos de miles han de emprender una larga marcha desde sus lugares de origen, hasta llegar a un campo de refugiados en el que, aún sabiéndose ya libres de persecución, vivirán hacinados, continuarán con la penuria y las calamidades e incluso, en  muy tristes casos, convivirán indefinidamente con las epidemias y la hambruna.

Sergio Vieira lo sabía. Conoció el problema de los refugiados y los desheredados de la tierra y, además, fue uno de los que más se afanó en sembrar la semilla de la concordia. Era consciente de los peligros que le acechaban y de la falta de medios o de protección con los que él y su equipo se encontraban en algunas de sus misiones, pero nada de ello le arredraba y continuaba incansable, inundando de ideas preclaras, de trabajos y esfuerzo, entremezclados con su amplia sonrisa y su bondad, los cientos de reuniones en las que tuvo que intervenir, los innumerables viajes  que hubo de emprender y  la decena de países en los que desplegó su actividad, donde alcanzó el respeto de propios y extraños. 

Sin duda este hombre ilustre se habría alegrado en vida  de conocer la noticia que hace unas horas adelantó el Presidente Obama por televisión. Desgraciadamente Sergio Vieira de Mello, como tantos hombres y mujeres, ya no está entre nosotros para celebrar esta paz tardía y manchada de sangre en la que como en tantas otras ocasiones, la razón de la fuerza ha primado sobre la fuerza de la razón, una vez más.

Por Elena Méndez-Leite

on Thursday, December 15, 2011
Mauritania Tingitania
A falta de argumentos sólidos en los que apoyarse en sus pretensiones anexionistas de Marruecos sobre Ceuta y Melilla –que tanto jurídica como históricamente no tiene ni uno solo, según tengo acreditado en mi libro “Pasado y presente de Ceuta” y en otros estudios publicados– de forma recurrente y siempre que por algún motivo el país vecino desea llamar la atención o bien para tapar algunos de los problemas interiores o para que se les tape la boca a su gobierno con nuevas subvenciones, suele esgrimir el argumento de que ambas ciudades, antes de que fueran ocupadas por Portugal y España, respectivamente, ya habían pertenecido a Marruecos, a cuya población alega que se les desplazó de su propio territorio sustituyendo la población magrebí por los nuevos ocupantes portugueses y españoles. De hecho, siempre que al vecino país le interesa remover la cuestión territorial de Ceuta y Melilla, se refiere a dichas ciudades despectivamente, dándoles la denominación de  “presidios” y “territorios marroquíes ocupados”. Y ese argumento no sólo no es cierto, sino que, además, se vuelve contra el propio país vecino, por los motivos que en adelante expondré.

Centrándome sólo en la ciudad de Ceuta, con anterioridad a la llegada de los árabes al Norte de África, concretamente el año 42 de la Era Cristiana, el Imperio Romano creó la provincia española llamada Tingitania, o Hispania Transfretana, que fue adscrita por Roma a la entonces diócesis de Hispania. Es decir, en la época de los romanos, dicha provincia africana ya perteneció a España tanto civil como administrativamente, e integraba entonces los territorios que se hallan situados en el extremo occidental de la costa africana del mar Mediterráneo, que se corresponden con la parte norte del actual Marruecos. Limitaba al Este, con la Mauritania Cesarense (actual Argelia); y al Oeste, con el Océano Atlántico; si bien, el territorio varió a lo largo del Imperio Romano. Y tuvo por ciudades más importantes Tingis (Tánger), Volúbilis (antigua ciudad romana situada a 33 kms. de la ciudad marroquí de Mequinés) y Rusadir (Melilla). Después, continuó siendo española durante el reino visigodo, de cuyo reino cristiano siguió dependiendo dicha provincia española Tingitana, entonces incorporada a la Bética.

San Isidoro de Sevilla, refiere que los límites de Tingitana fueron los siguientes: Por el Mediodía, al Sur de las tribus Caulalas hasta el Océano Hespérico, esto es, frente a Canarias. Por el Occidente, con el Atlántico. Por el Norte, el Estrecho de Cádiz. Y por Oriente, con el llamado antiguamente Mahan, del que se tienen dudas sobre si es el río Martín o el Muluya; pero como San Isidoro lo sitúa en las proximidades de los siete Montes Hermanos de la Almina, o sea, en Ceuta, se cree que dicho río Mahan es el río Martín o Guadlara. Luis Morera incluye igualmente en la Tingitana a Marraquex, Fez, Larache y Rabat; lo que vendría también a concordar con San Isidoro de Sevilla, quien a su vez siguió a historiadores de tanto renombre como Paulo Osorio, Plinio, Pomponio Mela y Ptolomeo. De lo anterior, inequívocamente se concluye que Ceuta fue ya española en el siglo I y que tanto en dicho siglo como también en el II, III y siguientes hasta el siglo VII, en el Norte de África existió ya el Cristianismo. Es decir, tanto en el orden político como en el administrativo y también en el ámbito de lo religioso, Ceuta fue española y cristiana 300 años antes de que fuera árabe y mahometana.

Se dice también hasta la saciedad que Ceuta y Melilla son ciudades “ocupadas” por España, por eso anteriormente ya publiqué un artículo titulado “El síndrome marroquí de la ocupación”. Y no se da cuenta el país vecino que es ahí donde precisamente su pretendido argumento se vuelve contra sí mismo. Porque, ¿qué fue lo que hicieron los árabes cuando en el siglo VII invadieron el Norte de África?. Pues que la ocuparon por la fuerza, habiendo expulsado violentamente a los cristianos que ya se encontraban en el territorio desde hacía 300 años; quisieron también expulsar a los bereberes, que no eran árabes y que constituían la raza aborigen o autóctona del territorio, pero éstos les opusieron una tenaz resistencia y no fueron capaces de echarlos, aunque al final no tuvieron más remedio que someterse por la fuerza de las armas, tras sangrientas luchas; y, como consecuencia de tal sometimiento, luego posteriormente se dio también la islamización de dichos bereberes, que hasta el siglo XX no acabaron de someterse por completo, habiendo protagonizado numerosas revueltas independentistas. Entonces, ¿quiénes son los verdaderos ocupantes, no ya sólo de Ceuta y Melilla, sino de todo el Norte de África?

Y no fue hasta la llegada del emperador Constantino El Grande al poder cuando la Tingitana fue desmembrada, tanto civil como administrativamente, de Andalucía y dividida en seis provincias; es decir, de existir en el Norte de África una sola provincia romana adscrita a España, se pasó a tener seis provincias, aunque ensanchando y ampliando el territorio. Tales nuevas provincias fueron las siguientes: La Proconsular, con capital en Cartago; la Bizacena, capital Bizancio; la Tripolitana, capital Trípoli; la Numidiense, capital Argel; la Mauritania Cesarense, capital en Julia Caesaria (actual Túnez, según algunos historiadores); y la Mauritania Sitifense, capital Sitife. Pero, aun así, el Cristianismo siguió arraigado en el Norte de África en aquella época, que de ello nos dan idea los numerosos concilios que se celebraron en las seis provincias africanas y las numerosas sedes episcopales en que el territorio se dividía.

De los muchos concilios que se celebraron se conocen los siguientes: El de Cartago, que se cree fue el primero, y tuvo lugar bajo el pontificado de San Cipriano, al que asistieron 87 Obispos. En tiempos del Obispo Aurelio se celebró otro, al que asistieron 50 Obispos. El que parece ser que fue el tercero, al que concurrieron 61 Obispos, aunque sólo aparecen en las actas el nombre de 6. Al cuarto, asistieron 47, de los que sólo se conocen los nombres de 3. Al quinto, que acudieron 44 Obispos, apareciendo el nombre de otros 3. Al sexto, que asistieron 73 Obispos, y del que no aparece ningún nombre en las actas. Al séptimo, que concurrieron 217 Obispos. Y el que parece que sería el octavo, sobre el que no se conoce el número de miembros que se reunieron. Se sabe que hubo algunos concilios más, pero de los que las actas resultan no legibles, como los de Telepta y Milevi. También desde el punto de vista episcopal, la sede u o Primado de los Obispos de África se estableció por entonces en Tánger (antiguo Tinges).

En tiempos del emperador romano Severo Pertinazo, a finales del siglo II, florecía en Cartago un sacerdote de gran saber, gran jurisconsulto, orador y escritor, que era Tertuliano. Y en un libro que escribió bastante hostil a los judíos, y refiriéndose a los progresos de la fe cristiana dentro y fuera del Imperio Romano, dice: “La profesan muchas tribus Getulas (pueblos de África); se halla extendida por muchas regiones de las Mauritanias, en todas las de las Españas, en varias de las Galias, hasta en la isla Británica, etc (Capítulo VII). Y el Cristianismo fue conocido en la Tingitana, sobre todo en Tánger y Ceuta, en el siglo I, habiéndole venido del litoral gaditano. Fuera San Esiquio, fuera San Segundo, u otro. Los Obispos apostólicos que evangelizaron la Bética, evangelizaron también la Tingitana, y es de creer que lo hiciera el que estuviera más cerca que, según todas las probabilidades, fue San Esiquio”.

Asimismo, en uno de los famosos concilios celebrados en Cartago en tiempos de San Cipriano, sobre la validez de los sacramentos conferidos a los herejes y cismáticos, entre los 87 Obispos que asistieron figuran Cecilio de Bilta y Pablo de Babba, o Baba. Y se sabe que tales ciudades estaban en la Mauritania. Y en las obras de San Cipriano editadas en París en 1603, hay unas notas escritas en las cuales Bitta es una ciudad de aquella región Mauritania, que hecha la división de las provincias por Constantino El Grande, se llamó Tingitana (de la que se viene haciendo referencia en este artículo, y que Ptolomeo designa con el nombre de Beuta, según también Plinio.  Según lo anterior, tenemos dos sedes episcopales en la Tingitana a mediados del siglo III, pero se cree que tal vez no fueran las dos únicas, sino que hubiera más. “El catálogo de las sedes episcopales hecho en tiempos de Humerico, rey de los vándalos, coloca a los Obispos de la Tingitana en la Cesariense (Argelia)”, dice Natal Alejandro en la Historia Eclesiástica, artículo IV, sobre el primado de Cartago. Y este catálogo lo cita el anterior autor, haciendo constar en el mismo que en la Tingitana había varias sedes episcopales en tiempos de los romanos.

De todo  lo cual se concluye, que España y el Cristianismo precedieron en muchos cientos de años a los árabes y al islamismo en el Norte de África, tal como se continuará acreditando próximamente, en la segunda parte de este artículo.

Por Antonio Guerra Caballero